OASIS ENTRE PINARES
Sendas y observatorios en las Lagunas de Cantalejo
© Texto, vídeo y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
Todo empezó hace un millón y medio de años. Fue entonces cuando los segovianos ríos Cega, Eresma y Pirón comenzaron una labor de desgaste que ha llegado hasta hoy. Claro que, supongo, sus cauces no se parecerían en nada a los de hoy. En aquel entonces seguro que lucirían mucho más como Amazonas en pequeñito. Es decir, tan anchos en sus avenidas que resultaría difícil incluso encontrarles unas orillas concretas.
El caso es que aquellos ríos se empeñaron en una labor de arrastre -aún continúa- que convirtió una buena parte de la llanada segoviana en un inmenso arenal. Enormes cantidades de arenas provenientes del desgaste que ejercían, al mismo tiempo, sobre los bloques graníticos de la Sierra de Guadarrama, que está ahí mismo. Cuando las aguas fueron menguando y lo que era el fondo de aquellos ríos cataclísmicos emergió, lo que quedó a la vista fue un paisaje arenoso. Tan arenoso y pelado como un desierto de los de ahora. Tampoco fue ajena a esta historia la acción modeladora de unos vientos huracanados que arrastraban aquellas arenas formando dunas gigantescas. Las mismas que hoy aparecen disimuladas bajo el suelo de los pinares que pueblan buena parte del norte de la provincia de Segovia. Algunas de estas dunas tienen dimensiones de pasmo: llegan a alcanzar quince metros de altura y varios centenares de metros de extensión.
Por eso el espacio natural de las Lagunas de Cantalejo es tan particular: resulta que a este «desierto» encubierto le salió después un rosario de «oasis», de ojos verdosos capaces de concitar la atención de un variada comunidad faunística en un entorno que es, de hecho, semiárido. La depresión causada sobre aquellas planicies y las capas de arcilla que quedaron debajo de aquel inmenso manto de arena son las responsables de que al pinar le salgan esos «charcos» cuando llueve. Cuando el acuífero que los alimenta se recarga, al pinar le brota un sarampión de lagunillas que se vuelven irresistibles para aves y anfibios, especialmente. La historia geológica de este lugar es, por tanto, una historia de enormes fuerzas trabajando al unísono para que, un millón y medio de años más tarde, luzca hoy como un singular rincón de los pinares segovianos, tranquilo y apacible, en el que el ajetreo y canto de los pájaros es mucho más notable que en cualquier otro rincón de los pinares.
Pero la singularidad de este espacio natural, que ocupa una extensión de cerca de 10.000 hectáreas, no se circunscribe a la veintena de lagunas que se localizan en los alrededores de la localidad segoviana de Cantalejo. Los encharcamientos y lavajos se rastrean con similar intensidad también en el entorno de la localidad de Lastras de Cuéllar y en un tramo del curso medio del río Cega, en mitad de uno de los mayores pinares de toda Europa.
De hecho, el papel de los pinos en toda esta historia es fundamental: sin ellos este desierto «encubierto» sería un simple desierto a secas. Tan a secas que las dunas habrían ido comiéndose todos los terrenos productivos circundantes hasta convertir el centro de la meseta en un yermo arenoso solo apto para transitar en camello. El milagro de que no sea así se debe, sobre todo, a los pinos.
Hasta no hace mucho se pensaba que estos interminables pinares eran fruto del empeño puesto por Felipe II en frenar el avance de las arenas mediante la plantación de la especie forestal que mejor se adapta a estos suelos inestables y secos en la Península. Pero hoy se sabe, gracias al examen de registros de polen fósil, que estos pinares están aquí, como las lagunas, casi desde siempre. Gracias a ellos, en especial al pino pinaster, la especie predominante que ocupa más de un 85% de la superficie, las dunas se fosilizaron. Se pararon bajo los soberbios tentáculos que son sus raíces y el suelo se alfombró de las tamujas que sirven, a su vez, para que prospere en él una rica variedad de hongos. Las otras especies de pino que comparten hueco, aunque en mucha menor medida, son el pino piñonero o albar, el pino silvestre, que presenta un alto valor botánico debido a su carácter de especie relicta -es decir, superviviente de otras épocas en las que fue mucho más abundante- y el pino laricio.
Con tanto pino por todas partes no es extraño entonces que este haya sido también el principal motor de la economía en toda la zona durante siglos. Los aprovechamientos madereros se conocen desde antiguo, pero el de la resina ocupa un papel destacado sobre todo a lo largo del siglo XIX y buena parte del XX. El sangrado de los pinos para la obtención de resina -o miera- mediante las «picas» o incisiones en los troncos ocupó a un legión de resineros mientras fue rentable. De ella se sacaban por destilación el aguarrás y la colofonia junto a otros productos secundarios como la pez o el alquitrán vegetal. La invención de productos sintéticos sustitutivos a partir de los años 60 del siglo pasado frenó prácticamente en seco esta actividad semindustrial.
Tampoco la existencia de este rosario de lagunas quedó al margen de los usos tradicionales de la zona. Entre los varios que tuvo, como la de servir de abrevadero para el ganado, que utilizaba también las zonas de encharcamiento como sabroso pasto, destaca la cría y pesca de tencas. El «tenquero» tenía a su cargo la cría y pesca de este pez que luego se encargaba de vender por las poblaciones del entorno. Otro de los usos tradicionales consistía en la extracción y venta de turba, la masa de materia orgánica formada por la descomposición del conglomerado de raíces, juncos y hierbas secas que se acumula año tras año en el contorno de las lagunas y que acababa convertida en un valioso carbón.
Tras las actuaciones llevadas a cabo en los últimos años en el entorno de las lagunas, ahora es posible un acercamiento y disfrute mucho más provechoso e inocuo para el delicado equilibrio ecológico que se teje a su alrededor. Una serie de caminos acondicionados permiten transitar entre ellas ni demasiado lejos como para no verlas ni demasiado cerca como para inquietar en demasía a sus inquilinos.
Una buena opción para quien quiera dedicar una jornada al disfrute de bodones y pinares es comenzar por el recorrido de la Senda de las Lagunas, un fácil y ameno paseo que lleva en menos de dos kilómetros desde el observatorio ornitológico de la laguna de Sotillos Bajeros hasta el de Navalayegua. El paseo entretiene de sobra un par de horas, contando con los ratos que uno se echa sentado en los observatorios disfrutando con los trasiegos lacustres de ánades, fochas y cigüeñas, las especies más abundantes y fáciles de ver en este momento del año. Para llegar hasta Sotillos Bajeros es preciso antes localizar en Cantalejo la carretera que se dirige hacia la ermita de Nuestra Señora del Pinar. Justo al alcanzar el santuario sale a la izquierda la pista de tierra que en tres kilómetros lleva hasta el aparcamiento de la laguna.
Una segundo menú de patos, lagunas y pinares es el que se ofrece en el entorno de la laguna de Navahornos. Esta se localiza fácilmente en un costado de la carretera CL-112 a 4,5 kilómetros de Cantalejo en dirección a Cuéllar. En este caso una pasarela de madera y una rampa unen el aparcamiento y el observatorio para facilitar el acceso a personas con movilidad reducida.
Y una tercera opción, más indicada para quien disfrute también con los paseos agrestes y sin señalizar, puede consistir en discurrir desde la laguna de Navalayegua hasta la de Navahornos enlazando caminos mientras se bordean otras pequeños encharcamientos más apartados, sin acondicionar pero con no menos encanto e interés.
Para esto último hay que se bordear la de Navalayegua por el camino que corre en paralelo a su orilla hasta alcanzar la de Navalagrulla, charco más modesto pero más tranquilo y apacible que el anterior. Sin perder la orientación que se trae, el paseo alcanza un camino más marcado, que se toma hacia la derecha durante 200 metros hasta sobrepasar un pontón. Aquí toca abandonar la pista para tomar el sendero que comienza a bordear la laguna de la Cerrada. El camino y el paseo la bordean dejándola siempre a la izquierda hasta que, siguiendo en dirección norte al alcanzar su esquina se comienza atravesar un pastizal por la linde con el pinar. Cuatrocientos metros después se llega a una marcada pista forestal que se toma hacia la izquierda. Un kilómetro y medio más adelante pasa junto a la laguna de Navahornos y su observatorio.
Y tu, ¿conoces ya estas lagunas?, ¿has realizado algunas de las sendas?, ¿las has recorrido con niños?
Por cierto, si no eres un experto en aves y no tienes una buena guía a mano, recuerda que acaba de aparecer una app gratuita para móviles editada por SEO Birdife que facilita mucho las cosas. Esta puede ser una buena oportunidad para probarla.
EN MARCHA. El espacio natural de Lagunas de Cantalejo forma parte de la red europea de espacios protegidos Natura 2000 y se encuentra en las cercanías de esta localidad segoviana.
EL PASEO. La Senda de las Lagunas es un paseo lineal señalizado entre las lagunas de Sotillos Bajeros y Navalayegua de 1.800 metros de longitud, muy indicado para hacer con niños. Desde Navalayegua es posible alargar el paseo hasta Navahornos a través de los pinares en un paseo sin señalizar -pero fácil de seguir- de otros 3 km más que pueden hacerse en unos 45 minutos.
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INFORMACIÓN. El folleto en pdf con la información de las lagunas y sus paseos puede descargarse en esta dirección: http://ow.ly/tZO2u
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