Gigantes de tierra adentro
Templos enormes y pequeños pueblos despuntan sobre las llanuras de Tierra de Campos
© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
Algunos pueblos de Castilla vistos desde lejos dejan mudo al más pintado. Sobre todo si han sabido mantenerse al margen del mal gusto arquitectónico que mata de raíz cualquier perfil pintoresco o entrañable: una peste tan extendida y letal como la que nos deja sin olmos; un mal tan contagioso que las llanuras de Castilla aparecen tan plagadas de pueblos anodinos, de plazoletas horteras, chalés adosados y Ayuntamientos sin personalidad que cuando uno encuentra un soportal con vigas de madera o una pared con revoque de adobe lo sube al blog para compartir el pasmo. O lo pone en una guía con encanto.
Un pasmo similar es el que se siente al contemplar en la distancia la mole de alguno de los templos que salpican las llanuras castellanas asomando por encima de los tejados de las casas como si fueran dinosaurios vigilando un rebaño de pequeñas criaturas, un trasatlántico perdido en un puerto de barquichuelas o una catedral levantada en medio de una ciudad que ya no existe. Son los templos, magníficos, gigantescos, riquísimos, inabarcables que la riqueza de unos pocos poderosos y la fe de unos soñadores incansables logró poner en pie en los momentos de mayor prosperidad y dinamismo de las llanuras castellanas. Tiempos en los que la lana valía su peso en oro y las ovejas más que un litro de tinta para la impresora.
Un viaje de este a oeste entre las vegas palentinas del Pisuerga y del Carrión pespuntea algunas de esas moles sacrosantas tan desproporcionadas en relación al tamaño de las poblaciones que se apiñan en torno a sus cimientos que en el momento de su construcción, envueltas por una maraña de andamios de madera, grúas y una red de maromas subiendo y bajando pedruscos de a tonelada, debieron de parecer Gulliveres atrapados en el país de los enanos.
Siguiendo más o menos esa dirección, puede empezarse el periplo en Astudillo. Pueblo de palacetes y palacios, ermitas y contundentes iglesias como las de San Pedro, Santa María, Santa Eugenia o la del convento de Santa Clara. Éste es, además, una de las varias joyas de las que presume la localidad. No en balde alberga las dependencias mudéjares que formaron el palacio de Pedro I el Cruel. En cualquier caso, la visita a Astudillo debería comenzar -o finalizar- echando un vistazo desde el otero en el que se ubicó el castillo, con una magnífica panorámica del casco urbano y los campos circundantes.
La carretera que va hacia Frómista recala antes en Santoyo, con una iglesia de San Juan que presume de uno de los mejores retablos de todo el siglo XVI palentino. Cinco kilómetros separan esta localidad de Támara y su monumental templo de San Hipólito, varado entre las bodegas que horadan el cerro en torno al que se dispersa el pueblo. La historia de esta iglesia arranca con la de la batalla que tiñó de sangre los campos de Támara el 4 de septiembre de 1037. En el siglo XI León y Castilla andaban a la gresca, especialmente en lo que se refiere a las tierras situadas entre los ríos Cea y Pisuerga. El enfrentamiento entre el rey Bermudo III, al frente de los de León, y Fernando I, de los de Castilla acabó con la muerte del rey Bermudo y el posterior proceso de unificación, por vez primera en la historia, de los reinos de León y de Castilla. Entre las consecuencias de aquella batalla está el río de favores, privilegios y dineros que acabaron por alzar, entre otras cosas, una iglesia tan monumental como repleta de rincones asombrosos.
Tres kilómetros más conducen hasta Piña de Campos y su iglesia de San Miguel y otros cinco hasta Amusco y la de San Pedro, tan grande y desmesurada que se ha hecho común el apelativo de «el pajarón de Campos». No son las únicas, pero sí suficientes para entretener un viaje de “catedrales” por las llanuras de Castilla.
EN MARCHA. Este recorrido tras algunos de los templos más grandes de la provincia de Palencia puede comenzarse en la localidad de Astudillo, hasta donde se llega por la P-412 desde Torquemada.
QUÉ VER. La riqueza monumental del viaje es tan grande como la desmesura de las iglesias que se visitan. En Astudillo resulta imprescindible una visita al monasterio de Santa Clara, con una espectacular decoración mudéjar en las dependencias que formaron el palacio de Pedro I el Cruel. En Támara, además de San Hipólito, puede visitarse el Museo Etnográfico que se ubica en la iglesia de San Juan. Si se desea prolongar el viaje, San Cebrián de Campos cuenta con otro templo monumental entre sus calles.
MAPA.
Muchas gracias por la guía!
Me ha encantado la ruta de catedrales de tierra de campos, la haré!
Muchas gracias!
Hay publicadas más zonas?
Gracias a ti. Sí, por supuesto. Utiliza el buscador del blog para localizar lo que busques o las categorías para navegar por provincias. Saludos.
Impresiona ver templos catedralicio en pueblos tan pequeños.
Yo me quedo en Palencia con Palenzuela Santoyo, Villalcazar de Sirga y Tamara de Campos.
En Burgos, Santa María del Campo, Villahoz, Gumiel de Izan y Mahamud. Y las villas amaya, Castrojeriz, Villadiego, Melgar y Sasamon.
Son unas pocas, pero hay muchas más
Reportaje estupendo, si amplias el número de joyas sería estupendo. Quiero organizar una ruta en bicicleta de varios días con un grupo y sería maravilloso.
Un saludo muy afectuoso
Ya iré hablando de más. El caso es que hay muchísimas. Seguro que el viaje lo vais a disfrutar mucho. Ya contaréis.
Maravilloso reportaje,me ha encantado y motivado para realizar un viaje por esas tierras visitando estas grandes iglesias, muchas gracias
¡Qué bien! Me alegro mucho de que te hayas animado a conocer estas joyas. ¡Y hay muchas más!!!