Palacios ducales y olvidados puentes en un paseo senderista por las orillas de este río abulense
© Texto, fotografías y vídeo: JAVIER PRIETO GALLEGO
Algo debe de tener el Corneja para que tantos y tan principales personajes de la historia hayan encontrado en sus riberas el lugar pintiparado para sus descansos
veraniegos. Primero fueron los obispos abulenses, que encontraron en Bonilla de la Sierra el rincón perfecto para torear los calores veraniegos de la capital. Calores que, hablando de Ávila, tampoco debían de ser de los de mancarse la muñeca por mover el abanico.
Entre los siglos XIII al XIX los obispos abulenses asentaron la costumbre de venir a pasar en ella los meses de más calor. Es decir, cada ocho meses, más o menos, la silla episcopal, con todo su séquito de acompañantes y trabajadores, trocaba las apreturas de la muralla capitalina por los vientos serranos que oxigenan las vegas del Corneja. Bonilla de la Sierra se convirtió así en un centro administritativo temporal que continuaba despachando asuntos de ámbito eclesiástico en tanto se pasaban los meses de más calor. El tiempo y la preferencia de un obispo tras otro por estos lares hará que acabe convertida en la más importante localidad abulense bajo su mando. A todo esto hay que sumar también el revoloteo de nobles y hasta de reyes como Juan II que vino a refugiarse al castillo de los obispos para celebrar Cortes en 1440, en tanto se sofocaba el enfrentamiento de los infantes de Aragón con el condestable Álvaro de Luna.
De unas cosas y otras le ha quedado a Bonilla un aire distinguido, una ristra de escudos deslavados, un castillo amortajado por malezas, unas murallas roídas, un perfil rural con personalidad aún sin globalizar y, sobre todo, una colegiata monumental en mitad de la plaza porticada.
Puede que no tenga nada de casual que el Señorío de Valdecorneja, con Piedrahita a la cabeza, comenzara a dar su primeros pasos también en el siglo XIII. Fue a partir de 1469 cuando los señores de Valdecorneja pasaron a ser Duques de Alba, convirtiendo el valle, y en particular a Piedrahíta, en un importante foco hacia el que se acercan pintores, escritores, políticos y cortesanos. Empeño especial puso en ello la gentil duquesa doña María Teresa de Silva y Álvarez de Toledo, Cayetana para los más cercanos. Encariñada con Piedrahíta y las orillas del Corneja, regresaba a ellas verano tras verano arrastrando en su entusiasmo a una larga lista de amigos poetas, literatos o artistas que no dudaban ni un momento en aceptar la invitación de una de las personalidades más ricas y poderosas de España en aquel momento. Entre los más famosos y conocidos están Meléndez Valdés, Moratín, García de la Huerta, Quintana, Gaspar Melchor de Jovellanos o el mismísimo Goya, que aquí pasó largas temporadas instalado en el palacio ducal dedicado en cuerpo y alma a retratar a la gentil Cayetana y otras escenas de ambiente rural enmarcadas por los perfiles bien reconocibles de la Sierra de Ávila. De entre esas escenas, destaca el cuadro titulado «La vendimia», del que se dice, por el paisaje que se ve al fondo, que pudo pintarse desde una de las ventanas del piso bajo del ala occidental del palacio.
Este, por su parte, es uno de los edificios señeros de la localidad. Se levantó a mediados del siglo XVII para sustituir al viejo castillo del señorío. Su porte barroco, de aire afrancesado, versallesco, rodeado de jardines con fuentes y un gran estanque se debe a las maneras del arquitecto galo Jacques Marquet. Arrasado durante la Guerra de la Independencia y reconstruido con posterioridad, alberga en la actualidad un instituto de enseñanza.
Otros rincones que merecen atención en Piedrahíta son las cercanas ruinas del convento de Santo Domingo, cementerio de la localidad hasta los años 80 del siglo XX, en cuyo interior reposan, entre otros, los restos de los fundadores del convento y Señores de Valdecorneja, Hernando Álvarez de Toledo y Leonor de Ayala. También los de José Somoza Muñoz, literato, poeta, y político liberal nacido en la localidad. En la plaza Mayor, con su fuente de 1727 y soportales de estilo tradicional y algunas fachadas de aire modernista, se alza la iglesia de la Asunción. Existe la creencia de que antes de convertirse en templo fue el palacio-fortaleza en el que doña Berenguela dio a luz su hijo Fernado III, el Santo, un personaje histórico más que añadir a la nómina del Corneja. Otros edificios notables de la villa son el convento de las Carmelitas Descalzas; la que fuera Casa del Administrador de los Duques, residencia del poeta Gabriel y Galán en su etapa aquí como maestro de escuela; la plaza de toros y, en las afueras, la ermita de la Virgen de la Vega.
Otro ilustre creador que se dejó inspirar por los aires del Corneja fue el pintor Benjamín Palencia. Tras la terminación de la Guerra Civil, encontró el sosiego que buscaba en un caserón de Villafranca de la Sierra -hoy alojamiento de turismo rural- que convirtió en su estudio y vivienda.
Senderismo por el Corneja
Una estupenda forma de acercarse a la intimidad de este río puede ser la de caminar junto a sus orillas los diecisiete kilómetros y medio que propone el sendero señalizado PRC-AV11. El circuito, con principio y final en Santa María del Berrocal, enlaza en unas cuatro horas esta localidad con las de San Bartolomé y Villar de Corneja al tiempo que nos acerca a rincones de indudable encanto y tan a trasmano de los relumbres de la Historia como el Charco de los Tejeros, pequeño humedal que acabó formándose artificialmente por la costumbre antigua de venir a extraer de aquí el barro con el que confeccionar tejas y adobes. O la Pasadera del Villar, poco antes de alcanzar esa localidad, un largo pontón de lajas de granito hecho con las maneras sencillas pero contundentes de la sabiduría popular -merece la pena fijarse en los contrafuertes que sujetan la obra cuando el río empuja con fuerza-.
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Aunque, sin duda, el climax del recorrido se alcanza con el puente Fonseca, dos kilómetros más allá de Villar. En un hermoso y solitario rincón del río, apretado de encinas y carrascas y velado por las ruinas de un viejo molino, este puente de aires medievales -aunque se anuncia como de hechuras romanas- merece, por sí solo, un viaje al Valle del Corneja tanto como la visita a sus palacios o colegiatas. INFORMACIÓN: El recorrido total señalizado es de 17,6 km y puede realizarse en 4 h 15′. Una posibilidad, más sombreada y fresca, es recorrer el tramo entre San Bartolomé de Corneja y el Puente de la Fonseca, ida y vuelta por la misma orilla.
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Majas, petrimetres y mozos
El último fin de semana de junio tiene lugar la Piedrahíta Goyesca y la Feria Agroalimentaria. Este viaje al pasado devuelve la localidad abulense a su momento de mayores esplendores, un siglo XVIII en el que Piedrahíta quedaba convertida, al llegar el verano, en una pequeña corte de agitada actividad cultural. Recuerda así, con sus habitantes vestidos a las maneras de entonces, el paso por ella de distinguidos intelectuales, políticos y artistas del momento.
En especial de Goya que, alojado en las dependencias del Palacio Ducal, pintó en Piedrahíta algunas de sus obras. La celebración tiene su día más completo el sábado, con pasacalles cómicos y saltimbanquis a partir de las 12 de la mañana, concurso de disfraces y certamen de pintura rápida. La noche se cierra con el desfile y malabares de fuego a partir de las 22 horas. INFORMACIÓN: aytopiedrahita.com
Y de comer…
Puede que entre los encantos que el Valle del Corneja ha brindado a tantos y durante tanto tiempo, no sean menores los de su gastronomía. Merecida fama tienen las patatas revolconas que podemos pedir en Piedrahíta. Un plato de orígenes campesinos que combina puré de patatas, pimentón y torreznos. Ingredientes sencillos con los que se buscaba un gran aporte calórico, necesario para el laboreo propio del campo, pero que tomado en pequeñas raciones o incluso como tapa permite disfrutar sin remordimientos de la deliciosa mezcla de texturas, especialmente si el torrezno cruje. Estando donde se está, los chuletones de Ávila son otra de las opciones, como puedan serlo las migas de pastor, calderetas o cochinillos. Si nos va lo dulce, y según la época, podremos comprar buñuelos, floretas, turrillos, huesos de santo, leche frita, mantecados o perrunillas.
MAPA
DÓNDE DORMIR
ALOJAMIENTOS DESTACADOS
La Trocha de Hoyorredondo. La Carrera, 88, 05516 Hoyorredondo.
Posada Doña Cayetana. Tejedores, 1, 05500 Piedrahíta
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