Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
La Fuentona de Muriel es un enorme charco de aguas color turquesa y propiedades hipnóticas. También es la consecuencia de un suelo que en estas estribaciones de la Sierra de Cabrejas funciona exactamente igual que una esponja: todo cuanto cae del cielo desaparece al instante para sumirse en el intangible mundo de los recovecos subterráneos. La Fuentona no es otra cosa que una magnífica surgencia kárstica. Es decir, un manadero de aguas profundas ubicado en un hermoso paraje natural. Aguas tan profundas y difíciles de explorar que se ha convertido en uno de los puntos de espeleobuceo más importantes de la Península. Su desarrollo geológico, con un primer sifón de 50 metros de profundidad, impidió durante años el acceso al conjunto de pasillos y sifones que conforman una cavidad que, hoy por hoy, no se ha conseguido explorar por completo. También destaca por la afluencia de unas aguas que conforman las nacientes más abundantes del río Abión. Las otras fuentes de este río son las que se descuelgan, en época de lluvias, por el Chorro de Despeñalagua.
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MUY INTERESANTE. La Fuentona es una de las surgencias kársticas más profundas de la Península Ibérica. Dada la cantidad de caudal que aporta se considera que es el nacedero del río Abión. Durante siglos ha dado pie a leyendas que han envuelto en un halo de misterio todo el territorio. Pero desde hace 25 años se ha convertido en un reto que los espeleobuceadores intentan batir una y otra vez utilizando para ello las técnicas más avanzadas. Aún así, y a pesar de que en el año 2002, un equipo de profesionales confirmó profundidades superiores a los 100 m, la exploración total de la cueva aún no se ha llevado a cabo.
EL PASEO
Junto a Muriel de la Fuente encontramos la Casa del Parque del Sabinar y la Fuentona.
Su visita sirve, sobre todo, para sacarle mayor partido al paseo por los cañones calizos desde los que saltaremos al lomo pedregoso de la sierra del Umbriazo.
Pero, yendo por partes, lo primero es acercarse hasta La Fuentona. Y vale la pena hacerlo partiendo a pie desde la misma Casa del Parque. Las señales amarillas y blancas del PR-SO-16 indican cómo encaminarse por el sendero que sigue la orilla izquierda del Abión hasta el viejo refugio de pescadores que está en la orilla opuesta.
Es en este lugar donde arranca la red de pasarelas de madera y caminos despejados que han convertido el paseo hasta el ojo de La Fuentona en un sendero tan sin impedimentos que ha recibido el Premio de Accesibilidad en Espacios Protegidos 2010.
A 6oo metros del aparcamiento la señalización indica el camino a seguir hasta la cascada de La Fuentona –o Chorro Despeñalagua-, un espectáculo natural que se alcanza en otros 700 metros y al que sólo es posible asistir en momentos de lluvias recientes. Por donde ese brazo del cañón se cierra se despeña el arroyo de la Hoz, que baja desde Cabrejas labrando otro apartado encajonamiento.
Por su parte, La Fuentona se alcanza sin tomar desvío alguno siguiendo por la margen izquierda del Abión en unos pocos metros más.
Tras los inevitables momentos de contemplación y ensimismamiento a los que parece que obliga esta insondable laguna de aguas color turquesa, la señalización indica el camino a seguir hacia La Atalaya: una larga cuesta en la que habrá que reposar el resuello al menos un par de veces hasta alcanzar la parte alta de la sierra del Umbriazo. Al llegar arriba el camino se divide: hacia la derecha puede alcanzarse ya casi sin esfuerzo, aunque 4 km mediante, el alto de La Peñota, increíble oteadero que se alza sobre el pueblo de Muriel Viejo.
Pero el paseo propuesto deja de lado, de momento, esta opción y gira hacia la izquierda para, en 1.300 metros, toparse con el arranque de una torre medieval de vigilancia casi comida por la vegetación. Sin duda, otro lugar con el que disfrutar de unas vistas que alcanzan hasta la fortaleza de Calatañazor, emergiendo entre el mar de sabinas y suelos pedregosos que caracterizan el paisaje de la Sierra de Cabrejas.
En este punto el itinerario desciende en dirección noreste buscando el aparcamiento que se encuentra junto a la antigua piscifactoría, en el camino de acceso a La Fuentona. Si aquí se gira hacia la derecha se llega al punto de partida por la pista de tierra. Si se gira hacia la izquierda, se alcanza el refugio de pescadores y a la senda que, por la orilla izquierda del Abión lleva, también, hasta la Casa del Parque.
FICHA TÉCNICA
Tipo de recorrido: Circular.
Señalización: De pequeño recorrido, PR-SO-16.
Inicio: El paseo arranca de la Casa del Parque del Sabinar.
Longitud: 7,8 km.
Duración: Unas 3 horas.
Tipo de camino: Pistas y caminos.
Desnivel: 150 m.
Dificultad: Fácil. Se puede hacer con niños.
Cómo llegar: Muriel de la Fuente está a 36 km de Soria. Se llega por N-122 hacia Aranda de Duero. Tras tomar el desvío hacia Calatañazor se alcanza Muriel.
Época recomendable: El otoño y la primavera, si son especialmente lluviosos, garantizan un espectáculo natural de aguas abundantes. El Chorro de Despeñalagua solo fluye en época de lluvias.
Observaciones: Este paseo es corto y bien señalizado pero tiene un fuerte repecho entre La Fuentona y la paramera por la que discurre la segunda parte de la ruta.
Más información: Casa del Sabinar, tel. 975 18 81 62.
Emergencias: Tel. 112.
CUADERNO DE RUTA
EL SABINAR. Al borde de la carretera que une las localidades de Calatañazor y Muriel se localiza la Dehesa de Carrillo, núcleo de la Reserva Natural del Sabinar de Calatañazor: 30 hectáreas de maravillas vivientes de edades tan provectas que a alguna se le calculan 1.000 años largos y bien vividos. Para muchos, por su densidad y edad, es el conjunto de sabinas más importante de Europa. La sabina albar es un árbol resinoso siempre verde de crecimiento más bien lento. El tamaño excepcional de los ejemplares existentes en el espacio natural se debe a dos motivos: por un lado el uso respetuoso como dehesa ganadera, favoreciendo la fertilización del terreno; por otra parte, la ubicación del sabinar a pie de ladera, en el fondo del valle, sobre suelos más profundos que en la paramera.
CALATAÑAZOR. Cuando Orson Welles quiso encontrar en España un pueblo medieval en el que rodar su película “Campanadas de Medianoche”, no pudo localizar otro escenario mejor en toda la Península. Tal lucían sus calles empedradas, sus soportales con pilastras de madera de sabina, sus tejados de teja vieja, sus chimeneas cónicas, su rollo jurisdiccional, los retazos de su castillo, sus tabernas… La estampa de un pueblo con historia que había traspasado el túnel del tiempo para quedarse detenido en el siglo XI. Eso sucedía en 1965. Por suerte, sigue siendo un pueblo con estampa. Sus cuatro calles y su taberna siguen brindando ese aire de villa rancia y auténtica, como quien ha sabido conservar una valiosa herencia para sacarla, al cabo del tiempo, buen partido.