Alfombras de lujo
La villa romana de La Olmeda y sus mosaicos brillan en la vega palentina
© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
Uno de los lujos con el que los romanos gozaban como niños era el de contar en el suelo de sus casas con mosaicos de mil colores. Aún faltaba mucho para inventar la tele y una buena forma de entretener las noches y a las visitas era alucinarles con la exposición de las maravillosas escenas entretejidas con teselas tan pequeñas que, en muchos casos, apenas tenían un centímetro de lado. Pisar sobre esos lechos de colores, recorrer palmo a palmo un bosque mitológico, husmear entre las fieras o ponerse de rodillas para contemplar de cerca la cara de un dios enfurecido debía de proporcionar una cantidad de placer tal que ningún romano pudiente renunciaba a tener uno, al menos, bajo sus pies.
Porque tener mosaicos para adornar el suelo la casa no estaba al alcance de cualquiera. Su elaboración, en función de los metros y la complejidad de los dibujos, requería las habilidades de un pequeño equipo de trabajo formado por distintos especialistas que, a menudo, recorría los caminos ofreciendo a los señores de las villas sus servicios. El proceso comenzaba con la realización de los dibujos, el diseño, de formas geométricas, humanas, fantásticas, mitológicas… que habría de llevarse después al suelo de la estancia elegida –por supuesto, siempre eran aquellas que los dueños de las villas tenían en mayor estima-. Las teselas –pequeñas piezas de forma cuadrangular que van dando forma al dibujo- debían de ser cortadas por especialistas que ponían en ello el máximo cuidado. La calidad –y el precio- de un mosaico también se valoraba por el tamaño de las teselas que lo forman: cuanto más pequeñas, mejor. De hecho, los mosaicos más valiosos tienen piezas de apenas unos pocos milímetros de lado. Otros miembros del equipo eran los encargados de nivelar los suelos, de otros era la responsabilidad de colocar las piezas con absoluta precisión, evitando que ninguna sobresaliera por encima de las demás, causa segura de un pronto deterioro del mosaico. Otros, a su vez, elaboraban las masas que daban cohesión al conjunto. Y todos ellos trabajaban bajo la supervisión de un director de orquesta que cuidaba al milímetro la conjunción de su equipo.
La Olmeda fue descubierta el 5 de julio de 1968 por Javier Cortes mientras realizaba unos trabajos agrícolas. En la actualidad, el conjunto de mosaicos de La Olmeda es uno de los mayores existentes en edificios públicos del occidente romano. Se conservan más de 1.400 metros cuadrados de pavimentos con mosaicos realizados por distintos artesanos y equipos.
Pero su valor no se debe sólo a la extensión, sino también a la calidad en la ejecución, muy superior a la media de los mosaicos conservados en España. Las reformas llevadas a cabo han dotado al enclave con un moderno equipo museístico que permite la visualización de infografías en las que se recrea la vida de la villa en su momento.
Por todo esto, y por la absoluta fascinación que aún hoy siguen proporcionando, sorprende contemplar un mosaico romano en el mismo sitio en el que fue colocado hace casi 2.000 años. Y casi intacto. Ese es el mayor orgullo de la villa romana de La Olmeda. Esta villa palentina, ubicada en la vega del Carrión y muy cerca de Saldaña, cuenta entre sus numerosas estancias con valiosos y hermosos mosaicos, si bien uno de ellos, el que decora la sala conocida como oecus, el salón principal donde se celebraban los banquetes y el propietario daba el do de pecho para demostrar su categoría social, atrae de inmediato los elogios de visitantes y especialistas: sobre su suelo se extiende un hermoso puzzle de 175 metros cuadrados dando forma a uno de los mosaicos romanos policromados más grandes conservados in situ en el mundo. Pero la escena de la Odisea, en la que Ulises descubre a Aquiles escondido entre las mujeres del palacio de Licomedes, rey de Skyros, no es el único mosaico de este pequeño palacio dedicado a la explotación agropecuaria levantado en torno al siglo IV d.C.
Otras varias cuentan también con hermosas decoraciones en los suelos. De hecho, la red de pasarelas que permiten “volar” sobre los suelos de las diferentes estancias, tanto como la envoltura de acero que protege los más de 4.000 metros cuadrados de este palacio campestre permiten al visitante deambular sin estorbos por los distintos espacios, área termal incluida, en los que se dibujaba la vida de unos romanos cuyas caras algunos identifican con los medallones que rodean la escena de Ulises en el oecus.
EN MARCHA. A la villa romana de La Olmeda se puede llegar desde Palencia por la C-616 tras tomar el desvío señalizado en la localidad de Gañinas. Una estupenda forma de completar la visita a la villa es acercarse hasta el museo monográfico instalado en Saldaña. Acoge en sus salas un montón de objetos pertenecientes a la vida cotidiana de quienes habitaron en su día esta magnífica casa.
INFORMACIÓN. Tel. 979 11 99 97. Web: www.villaromanalaolmeda.com