Revueltas, cañones, buitres
Algunos de los secretos mejor guardados del Parque Natural Hoces del Alto Ebro y el Rudrón
© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO

Cuando alguien en Castilla y León piensa en cañones de vértigo y buitres parece que es automático señalar las Hoces de Duratón y su ermita de San Frutos. También los encajonamientos de los y las Arribes del Duero.
Y sin embargo, existe un territorio que presume -con razón- de acumular uno de los mayores conjuntos de cañones, precipicios y encajonamientos naturales de Castilla y León y -casi seguro- de toda España. Estoy pensando en el fenomenal lío que preparan para su desenvolvimiento los ríos Ebro y Rudrón a su paso por el norte de la provincia de Burgos. Es tal la singularidad de este paisaje y valor medioambiental de los ecosistemas que son capaces de crear en su discurrir, que parece de cajón que sean el corazón y eje del espacio natural Hoces del Alto Ebro y Rudrón, maestro y aventajado aprendiz respectivamente en el arte de avanzar sí o sí tajando pasillos que dejan con la boca abierta hasta a la más insensible de las criaturas humanas. De hecho, cuando uno se lanza a la aventura de acompañarlos pasito a paso intentando intimar con cada una de sus revueltas conviene -y mucho- haber dedicado un buen rato a estudiar el mapa de sus idas y venidas. Y aún así, es posible que después, ya sobre el terreno, en algunos puntos no consigamos saber muy bien si este que va para allá es el Ebro o el Rudrón, si estas fantásticas hoces son del maestro o del aprendiz -su afluente-, o cómo es que el Ebro, que hace unos kilómetros fluía hacia el sur, ahora lo haga hacia el norte, un poco más allá otra vez hacia el sur y después se revuelva hacia el este.

Bueno, esto es lo que les pasa a los ríos peleones cuando se empeñan en seguir sea como sea hacia su destino, aunque para ello tengan que dar más vueltas que una tuerca. En este caso concreto, los técnicos definen el paisaje creado por entre ambos ríos como «un paisaje de modelado kárstico creado por la acción erosiva de los ríos Ebro y Rudrón al atravesar el páramo calizo de La Lora, en una zona de transición entre la submeseta norte y la Cordillera Cantábrica». Lo que ojo del profano ve -y disfruta- en un viaje a este territorio es la sucesión de gargantas, desfiladeros, valles profundos, pozas, resaltes, oquedades, cortados y un sin fin de caprichosos relieves entre los que abundan no pocas cascadas o pueblos hechos a la manera antigua -de piedra, madera y teja vieja- bien servidos muchos de ellos de antañones escudos señoriales.

Un paisaje que, a lo que también se ve, ha resultado ideal para que prospere en él un valioso ecosistema con las características propias de un territorio de transiciones que comparte rasgos de clima atlántico y mediterráneo. La mancha forestal aparece dominada por quejigos, encinas y melojos que dejan hueco en algunos puntos, sombríos y húmedos, a la presencia de hayas. El largo discurrir de ambos ríos se ve bien servida por un nutrido y variado bosque de ribera con abundancia de sauces, chopos y alisos.
Otra de las señas de identidad de este territorio, tan abundante en cárcavas y despeñaderos, es la abundante comunidad de aves rupícolas -es decir, amantes de las paredes rocosas- que lo habita. En las alturas se descubre casi en cualquier parte y casi en cualquier momento la presencia del buitre leonado pero con un ojo más atento -o con la ayuda de alguna de las empresas que realizan paseos ornitológicos por el espacio- se descubren águilas reales, perdicera, búho real, alimoche o halcón peregrino. La lista es tan larga que alcanza las 170 especies de aves, alguna de ellas tan excepcional como la del hasta ahora escaso Pico Mediano.
Si te planteas un viaje de exploraciones a este espacio natural tan cargado de atractivos, estos son algunos de los rincones que, de verdad, merece la pena tener en cuenta.
01- Conjuntos Histórico-Artísticos. No solo en lo natural y lo paisajístico encontramos joyas de órdago. También en lo histórico y lo cultural. Nada menos que cuatro son los cascos urbanos con esta categoría ubicados dentro los límites del parque: Sedano, Escalada, Orbaneja del Castillo y Pesquera de Ebro, este último pasa por ser el pueblo de España con mayor densidad de casas blasonadas de los siglos XVI y XVII.

02- Orbaneja del Castillo. Hay pueblos que mueren de éxito y este puede ser uno de ellos. La «culpa» la tiene el arroyo que brota de la Cueva del Agua, atraviesa el pueblo y se descuelga por una cascada de 25 metros que, además de impresionar por su ruido, emboba por su belleza. En 2014 fue escogido como «Mejor rincón de Castilla y León» por la Guía Repsol y desde hace unos años, en época de lluvias, que es cuando está en plenitud, no es raro encontrarse con la noticia de que la carretera desde la que se contempla el salto aparece atascada de tanto mirón. Pero la visita a Orbaneja merece la pena en cualquier época del año. Igual que merece la pena estirar las piernas para acercarse a conocer el excepcional conjunto de chozos de pastor que se conserva en lo alto del páramo. El paseo, de algo más de 4 km, está señalizado como una variante del PR.C-BU-2.

03- Valdelateja. La competición de pueblos pintorescos del parque podría ganarla esta localidad, aunque en lucha reñida al menos con otras diez. Esta, en concreto, se encuentra situada en un bello rincón, al resguardo de los desfiladeros tallados por el río Rudrón. Gran parte de su atractivo se lo confiere la prestancia del alto de Castrosiero, a cuyos pies se encuentra. Es éste un gran tolmo de vistas panorámicas espectaculares, sobre cuya cima rasa se asienta la sencilla ermita tardovisigótica (del siglo VIII) de las santas Elena y Céntola, hasta la que, sin duda, merece la pena subir por el corto sendero señalizado que trepa lleva hasta ella.

04- Los Tornos. Quien quiera disfrutar en la intimidad un pasillo natural abierto por el Ebro tiene una estupenda oportunidad de hacerlo recorriendo el sendero señalizado que une las localidades de Tudanca, en un extremo, con Cidad de Ebro, en el otro. El circuito completo, regresando por la orilla opuesta, es de unos 11 km que pueden hacerse en unas cuatro horas. Además del aliciente de disfrutar de un apartado rincón de los cañones está el de visitar estas dos pequeñas poblaciones que mantienen casi intacto el sabor de la arquitectura más tradicional. [Seguro que también te interesa este reportaje sobre Los Tornos publicado en SIEMPRE DE PASO].

05 – El Alto Rudrón. Es uno de los sectores menos conocidos del parque. Entre las posibilidades de paseo que ofrece está la de recorrer los apartados recovecos por los que discurre el río entre las localidades de Hoyos del Tozo y Moradillo del Castillo.
06 – Camino Natural del Ebro GR.99. Si el Ebro es uno de los ejes principales del parque natural, el camino señalizado que lo acompaña es, también, una de las principales vías para recorrerlo a pie. Aunque en algunas zonas puede coincidir con tramos de asfalto, en su mayoría discurre por caminos de tierra, sendas y pistas, lo que permite disfrutar de apartados y solitarios rincones hasta los que es imposible llegar de otra manera. Dado que este sendero en concreto va acompañando el discurrir del Ebro desde que entra en los límites del parque hasta que sale, son muchas las posibilidades que ofrece. Una de ellas puede consistir en recorrer las orillas del río en el tramo que une la localidad de Quintanilla-Escalada con la ermita de Nuestra Señora del Ebro y la Central Eléctrica del Porvenir por el fondo de los cañones en uno de sus tramos más bellos (unos 12 km ida y vuelta).

07- Rincones pintorescos. La lista de localidades y rincones en los que detenerse podría ser interminable. Entre los que deberíamos tener apuntados están, por ejemplo, Covanera con su Pozo Azul. Esta surgencia, aún en exploración, tiene un recorrido conocido de más de 13 km bajo tierra. El mirador en las proximidades de Pesquera que brinda una de las vistas más impresionantes de los cañones del Ebro. El monasterio de Santa María de Rioseco, impresionante conjunto monacal rescatado de las ruinas y la vegetación por un grupo de voluntarios. El eremitorio rupestre de San Pedro de Argés, también en el valle de Manzanedo. Cortiguera, la localidad en la que Miguel Delibes ubicó la trama de «El disputado voto del señor Cayo», con abundantes casas blasonadas de los siglos XVI, XVII y XVIII permaneció abandonada y en ruinas durante décadas…
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Ciertamente tus reportajes son muy completos y exhaustivos.
Mil gracias por dejarnos ser partícipes de ello!!
Muchas a gracias a ti por tu interés en el blog.