Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
La fachada trasera del Ayuntamiento se abre a la plaza de la Rinconada. En uno de sus laterales queda el edificio de Correos, terminado en 1922, un perfecto ejemplo de cómo el mal entendido «desarrollismo» practicado en el urbanismo de la década de los 60 y 70 del siglo XX se llevó por delante la estampa refinada de este palacete. Es obra de Jerónimo Arroyo, arquitecto palentino y autor en Valladolid de la Casa del Príncipe, que ganó el concurso para su construcción en 1913, firmándose en 1922 el proyecto definitivo. Según figura en Wikipedia, el primer problema que planteó su diseño fue la forma triangular del solar en el que estaba previsto levantarlo. «Para solucionarlo, se recurrió a organizar todo el edificio alrededor de un patio central cubierto como centro de operaciones. Sin embargo, su valor más importante es la composición de las fachadas». Encima de su tercer piso lucía unos vistosos remates con torre incluida que fueron destrozados cuando se realizó la ampliación de la cuarta planta. Como consecuencia de perder la torre, que dotaba al conjunto de gran personalidad, perdió también su estética palaciega.
La fuente circular situada a sus pies lleva por título Los Colosos, y fue realizada por Pedro Monje en 1996.
El arranque de la calle Cebadería, que conecta esta plaza con la de Fuente Dorada, deja ver ya el inicio de sus soportales y las tradicionales galerías que aún perduran en muchos edificios del centro de Valladolid.
El siglo XIX trae también la exigencia ciudadana de que se creen mercados donde se den las condiciones higiénicas necesarias, especialmente para la venta de carne y pescado. A finales de la centuria se levantan en Valladolid tres: el del Campillo, junto a la plaza de España; el de Portugalete, junto a la catedral; y el mercado del Val, el único de los tres que ha sobrevivido. Éste fue finalizado en 1882 y destaca en él la utilización de estructuras de hierro. Tiene una longitud de 112 metros y su interior sigue cumpliendo, cada mañana, la función para la que fue creado.