Monumentos románicos, sirenas de doble cola, bodegas y una frondosa arboleda en el recorrido por las orillas del este río
© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
Mal que le pese a Góngora, el río Esgueva es mucho más que una cloaca de aguas estancadas. Puede que esa fuera exactamente la imagen del río en el momento en el que Góngora pasó por Valladolid, ciudad fétida donde las hubiera como consecuencia de una población acostumbrada a verter todo tipo de detritus al Esgueva y la costumbre del río de crecer repentinamente inundando el casco urbano de Valladolid extendiendo a su vez por doquier la porquería que anteriormente había sido vertida en él.
Y aunque hoy, al menos en su tramo vallisoletano, el Esgueva sigue siendo un río con fama de escuálido y desgarbado, esta imagen dista mucho de la realidad a medida que se remontan los 124 km de trayecto que median entre su nacimiento y su desembocadura.
Tanto que sus riberas ven engordar, según los tramos, el cuerpo de las choperas que velan sus orillas hasta conformar pequeños bosquetes de frondosas inimaginables en el tramo final del río. Y lo mismo pasa con su cauce, tan alegre y revoltoso al paso de algunas poblaciones burgalesas que hasta se le asoman sirenas de doble cola, tan abiertas de piernas escamosas que lo que escama en realidad es que la autoridad eclesiástica competente no viera en ellas a la madre de todas las tentaciones carnales. O puede que esa fuera la razón de su existencia.
Son las sirenas que miran al río desde la ermita de San Salvador, a la entrada de la localidad de Santibáñez de Esgueva. Y son tres, repartidas por entre los capiteles del templo, aunque la más evidente y mejor conservada es la que sujeta el arquillo de la ventana abierta en la fachada principal. En los adornos exteriores del ábside puede encontrarse otra. La ermita no por sencilla deja de tener el mérito de ser el edificio románico más completo de una zona, las riberas burgalesas del Esgueva, en la que se localizan otros edificios románicos relevantes. Este de Santibáñez se ve situado sobre una terraza artificial explanada en mitad de una ladera de la orilla derecha del río, el lugar perfecto para que una sirena, seres mitológicos cuya belleza y encantos hacían perder la razón y el rumbo a los navegantes del pasado, intente lo mismo con los paseantes del Esgueva.
El paseo
Por suerte, para evitar pérdidas de rumbo irreparables, el paseante de hoy cuenta con la señalización del sendero de pequeño recorrido PRC-BU 76, que en apenas 7 kilómetros propicia una paseata tan encantadora que no echara en falta otras tentaciones mundanas.
El inicio del periplo hay que localizarlo en la población de Cabañes de Esgueva, en la parte baja del pueblo. En la salida de la carretera hacia Roa y por detrás de una granja, entre frondosos y longevos chopos, arranca el itinerario que recorre, en sus primeros metros, la antigua calzada romana que enlazaba Clunia con las poblaciones asentadas en este valle. Uno de sus restos más evidentes es el puente que se alcanza tras coger el camino que pasa por debajo de la carretera BU-130. Desde aquí el sendero vuelve hacia la rotonda para continuar por el camino que aparece del otro lado por detrás de los carteles indicadores.
Quinientos metros después de pasar junto a la valla de una propiedad con perro el camino desemboca en otro más ancho que hay que tomar a la izquierda justo hasta el puente sobre el Esgueva. Aquí, sin cruzarlo, basta tomar el que corre pegado a la orilla izquierda del río hasta la misma localidad de Santibáñez. Dado que la señalización del sendero se salta uno de los puntos de mayor interés, la ermita románica y su portada, una opción es tomar el primero de los puentes que encontremos al llegar a Santibáñez y atajar hasta ella.
El regreso a Cabañes se hace por lo alto del páramo, localizando en Satibáñez la calle de las Eras. Seiscientos metros después de abandonar el pueblo por el camino rural asfaltado que nace de ella toca desviarse por el camino más marcado de los dos que nacen a la izquierda en una marcada curva. Cuatrocientos metros después el camino correcto es el que discurre por el fondo de un vallejo recién nacido y que, conduce, ya sin pérdida, hasta el punto de partida.
En marcha. Hasta Cabañes de Esgueva puede llegarse desde Valladolid o Palencia tomando poco después de Tórtoles de Esgueva la BU-113. Desde Burgos se llega por la A-1 hacia Madrid tomando el correspondiente desvío.
El paseo. El PRC-BU 76 es un itinerario circular señalizado con marcas amarillas y blancas que recorre uno de los tramos mejor conservados de la ribera del Esgueva, entre las localidades de Cabañes de Esgueva y Santibáñez de Esgueva. El recorrido, de unos 7 km, puede realizarse en 1,5 horas. No presenta ninguna dificultad. Es prácticamente llano, excepto la subida a Santibáñez. Puede hacerse con niños, en cualquier época del año. También en bicicleta.
Puedes descargar AQUÍ el track para GPS.
Información. El sendero forma parte de la red de senderos señalizados por la asociación ADRI, Ribera del Duero burgalesa. Tienen editados folletos pero pueden localizarse también los recorridos en Internet: tel. 947 55 20 91; www.riberadeldueroburgalesa.com.
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Gracias Javier, por la divulgación de estos rincones castellanos tan desconocidos en general para la gente. Solamente con el conocer las ubicaciones, arquitectura fauna y flora, y un poco de historia es suficiente para disfrutarlo aunque no sea físicamente.
Pues sí, cuando uno anda con paso lento y mirando a todos lados resulta que descubre cosas que ni sospechaba que tenía tan cerca. Me alegra que te gusten los contenidos del blog. Saludos.