Un pasillo entre gigantes
© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
No hace ninguna falta tirar de expresiones manidas para hablar del asombroso tajo que el río Cares abre entre los macizos Occidental y Central de los Picos de Europa. Sí, ese pasillo abierto en la roca caliza es una «garganta divina». Pero también es una cuchillada propiciada por algún dios furibundo sobre su tarta de cumpleaños. Una tarta en la que en vez de velas, soplaba cumbres. Una cuchidada tan tajante que en uno de sus extremos, el que se abre a pocos metros de Caín, las paredes del pastel quedaron cortadas a plomo, lisas como un bizcocho, y tan juntas entre sí que hasta la construcción del canal para llevar las aguas a la central de luz de Puente Poncebos solo dejaba pasar las aguas del río.
Ese canal vino a construirse entre 1917 y 1924 y la idea que lo alimentó fue la de taponar la entrada del desfiladero con una pequeña presa y conducir desde ella el agua del Cares por un canal hasta la central hidroeléctrica aprovechando, de paso, la diferencia de nivel entre un punto y otro para proyectar con fuerza el chorro de agua que moviera las turbinas. Una obra humilde en apariencia pero descomunal si se tienen en cuenta la época y el entorno. Un reto que supuso horadar montañas a pico y pala o trabajar colgando sobre abismos con decenas de metros de caída.
Un reto que continuó tras la finalización de las obras como consecuencia de la necesidad del mantenimiento del canal. Abierto entre paredes prácticamente verticales, los frecuentes desprendimientos y avalanchas causados por lluvias o nevadas obligaban a reparaciones continuas. Obras de alto riesgo que, sin caminos ni accesos prácticables, obligaban a quienes se atrevían a realizarlas a acrobacias tan arriesgadas como para que los accidentes mortales fueran el pan de cada día.
Ese fue el motivo por el que, en la década de los cuarenta del siglo XX, se acometió la realización de la senda que corre hoy junto al canal mientras acompaña el discurrir del Cares. Una senda que, dada la espectacularidad de las vistas que ofrece, con puentes tendidos de pared a pared y cornisas talladas en la roca al borde del abismo, se ha convertido en uno de los puntos de atracción más impactantes -y visitados- del sector leonés del Parque Nacional de los Picos de Europa.
Pero Caín y su garganta están al fondo del embudo natural que es el Valle de Valdeón, un cuenco profundo rodeado por poderosos murallones calizos al que solo dan acceso dos puertos de montaña, el de Pandetrave si accede de la carretera de San Glorio, o el de Panderruedas, si se llega desde el puerto del Pontón.
Un cuenco tan sabroso de degustar como los afamados quesos que llevan su nombre: fuertes pero irresistibles para los amantes de los quesos con carácter, algo picantes, de textura blanda, azulada y repletos de pequeñas cavidades en las que prospera su característico moho.
Si se entra al valle desde Panderruedas hay que hacer un alto en el aparcamiento de lo alto del puerto y acercarse al mirador de Piedrashitas. Más que otra cosa, por tomar conciencia de la contudencia de unas montañas imposibles de calibrar en toda su inmensidad cuando se las tiene encima.
Ya abajo queda la visita a los pueblos del valle –Caldevilla, Soto, Posada, Prada, Los Llanos, Cordiñanes, Santa María, y Caín-. Y, a ser posible, sin dejar ni uno. De todos ellos, el más antiguo es Santa María. De hecho, se dice que su origen, y el del posterior poblamiento del valle, está en un antiguo monasterio del que solo quedan suposiciones. Pero en todos encontramos muy buenas muestras de arquitectura tradicional montañesa y, en especial, un reguero de hórreos autóctonos -91 en concreto- que tienen la consideración de Patrimonio Histórico-Artístico. Solo en Soto de Valdeón podemos ver 21.
De camino al desfiladero mereca la pena detenerse también en Cordiñanes, desde donde se accede a una vía ferrata de reciente apertura o al hayedo de la Canal de Asotín, también de reciente incorporación al clúster de «Hayedos primigenios de los Cárpatos y otras regiones de Europa«, Patrimonio Mundial de la UNESCO; en el Mirador del Tombo; en el Chorco de los Lobos, trampa ancestral a la que eran conducidos los lobos de Valdeón; o la ermita de Corona, en cuya campa la leyenda asegura la coronación de Pelayo como rey de los visigodos.
CONSEJOS PARA RECORRER EL DESFILADERO DEL CARES
Recorrer el Desfiladero del Cares no es ni debe de ser un juego de niños. De hecho, desde la Administración del Parque Nacional se insiste en la necesidad de tomar, durante nuestro recorrido por el desfiladero, las debidas precauciones. Y estas van desde contar con el calzado adecuado -fundamental para evitar resbalones mortales- a llevar una mochila con cosas tan básicas como agua potable para toda la jornada, protección solar, bastones de senderismo, ropa de abrigo para los imprevisibles cambios de tiempo y al menos algo de picar para reponer fuerzas. Sobreentendida queda la sensatez mínima para no llevar animales sueltos o asomarse al borde de unos acantilados con decenas de metros de caída. En muchos puntos la anchura del camino por el que se transita, que no es otro que la pista habilitada junto al canal de la hidroeléctrica, tallada directamente en la roca en muchos tramos, no alcanza los dos metros y casi siempre bordea precipicios de decenas de metros. Mucha precaución requieren también los frecuentes derrumbes que desde las laderas más altas del desfiladero, y por efecto del viento, la lluvia o los animales, acaban cayendo sobre la senda.
Dicho esto, solo queda disfrutar del maravilloso espectáculo natural que supone recorrerlo. Una aventura que, desde el lado leonés, suele comenzarse en la propia localidad de Caín, una minúscula población de montaña a la que se llega desde Posada de Valdeón por la única y estrechísima carretera posible, aviso para navegantes de las angosturas que están por ver.
El tramo más espectacular del desfiladero y la senda que lo atraviesa discurren entre la localidad de Caín, en el lado leonés y Poncebos, en el asturiano. En total son 12 kilómetros de longitud para las que habrá que calcular unas 4 horas, a las que habrá que sumar las de vuelta al punto de partida. Una tirada que a muchos caminantes se les antoja excesivamente larga y principal motivo para que la zona más frecuentada del desfiladero y el recorrido más habitual sea el que media entre la localidad de Caín y el puente de Bolín, el tercero de los puentes que saltan de lado a lado el río, a 3 km del inicio. Otra razón es que, precisamente en ese tramo, encontramos algunos de los recovecos más impresionantes de todo el recorrido, como la sucesión de túneles que fue necesario horadar en la roca para hacer pasar la senda.
También hay quien, para no regresar andando al punto de partida, opta por recorrer el desfiladero entre Caín y Poncebos para después contratar alguno de los servicios de taxi (asturias4x4.com; Rosana, 679 59 29 50; Ángel y Sofía, 619 85 46 66; Emiliano y Quintina 609 56 96 47; Sebio; 689 01 72 83) que desde ambas localidades cubren los 106 km que median entre ambos puntos por carretera.
FICHA PRÁCTICA
INFORMACIÓN: En Posada de Valdeón, Oficina administrativa y de información del Parque Nacional de Picos de Europa. Tel. 987 74 05 49.
Cómo llegar
Posada de Valdeón, la capital del valle, se localiza a 130 km de la capital leonesa desde donde puede accederse partiendo por N-621 en dirección a Boñar. En esta localidad la CL-626 permite enlazar con la N-625 cerca de Sabero para tomarla en dirección a Riaño. Pasado el embalse, la carretera asciende hasta el puerto de El Pontón donde se localiza el desvío a Posada. Entre esta localidad y Caín la carretera termina convertida en un estrechísimo carril que, en algunos puntos, impide siquiera que puedan cruzarse dos coches.
Cuándo ir
El verano ofrece días largos y una mínima estabilidad atmosférica, aunque la niebla y la lluvia pueden presentarse de improviso en cualquier momento. El contraste de la caliza con la hoja caduca de los hayedos luce con esplendor durante el otoño. El verano y las jornadas festivas son también días de grandes aglomeraciones tanto en la senda como en los aparcamientos y carreteras adyacentes.
Qué ver
Mirador de Piedrashitas. Brinda una espectacular panorámica del valle de Valdeón. Se accede a pie en unos pocos metros desde el aparcamiento del puerto de Panderruedas. Soto de Valdeón. Colección de hórreos tradicionales. Se caracterizan por estar construidos a dos aguas y tener sus tablas colocadas en sentido horizontal. Santa Marina de Valdeón. Conserva buenas muestras de arquitectura tradicional unas impresionantes vistas del macizo Occidental de Picos de Europa. Mirador del Tombo. Presidido por una escultura de Coomonte, da vistas a los murallones calizos que conforman el macizo Central de Picos de Europa. Chorco de los lobos. Al pie de la carretera, antes de alcanzar Caín. Es una de las mejores reconstrucciones de las trampas tradicionales que se usaron en estas montañas para capturar lobos. Ermita de Corona. Del otro lado de la carretera, en mitad de unos prados, se levanta esta sencilla construcción en la que la tradición sitúa la coronación de don Pelayo como rey.
DÓNDE COMER
EL DESVÁN DE VALDEÓN. (Posada de Valdeón. desvanvaldeon.com). Entre los secretos que guarda el valle -que son muchos- uno de los que más sorprende es encontrarse, en el corazón de Posada de Valdeón, con «El mejor restaurante leonés 2017». Ese es el reconocimiento que recibió El Desván el año pasado de manos de la Academia Leonesa de Gastronomía, por la cuidada elaboración de su cocina con ingredientes tradicionales y por el acierto de haber recuperado la «androja caineja», un embutido leonés que prácticamente había desaparecido. Y no es, ni de lejos, el único premio que luce. En 2016 recibió el Premio a la Mejor Torrija Innovadora de España. Y así se presenta, con una carta que se caracteriza por el uso de productos locales de gran calidad pero también por una cocina tradicional modernizada con imaginación y buen hacer. No faltan en ella carnes como el cabrito, ni quesos, legumbres o verduras de temporada. Materias primas con las que elaboran deliciosos Boletus edulis con huevo y foie-gras, lechazo asado a baja temperatura, panna cotta de caramelo ronchito… Cocina tradicional -quesos azules, carnes de bovino, truchas de alta montaña, setas…- y cocina de vanguardia que en ocasiones incorpora productos foráneos, incluso exóticos.
DÓNDE DORMIR
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