Campos de tierra y arte
Un viaje de museos y retablos por entre las inmensidades de la Tierra de Campos palentina
© Texto, vídeo y fotografía: JAVIER PRIETO GALLEGO
Así, a simple vista, resulta difícil de imaginar que los horizontes rectilíneos de la casi infinita Tierra de Campos escondan algo más que pequeños pueblecitos, desperdigados como islas hawaianas en medio de un océano inabarcable de trigales. Y sin embargo, basta aplicar la lupa sobre ese mapa imaginario para descubrir que no todo el horizonte es rectilíneo y aburrido, y que mucho de lo que puede degustarse en esta tierra de campos y árboles solitarios se cobija en la frescura solemne de sobresalientes iglesias y museos. Así sucede, sin ir más lejos, en la bautizada como ruta de Las Tierras del Renacimiento, que se desenreda por los campos palentinos enlazando localidades como Fuentes de Nava, Becerril de Campos, Paredes de Nava y Cisneros.
Una recomendación -no obligatoria, en cualquier caso- llevaría, antes de meterse en las harinas de este costal, a arrancar el viaje en uno de los balcones desde los que mejor se alcanza el éxtasis al que arrastra la contemplación de una puesta de sol terracampina: el mirador de Autilla del Pino. Es, sin duda, una de las mejores formas de descubrir que no todo es tópico cuando se habla de horizontes rectilíneos o de inmensidades que marean. Visto desde ahí es tan evidente que sonroja. La visita al mirador sirve, además de para orientar el viaje -si la calima no lo impide todos los pueblos de la ruta son perfectamente visibles-, para iniciar el camino con el hambre saciado en alguna de las bodegas que horadan las laderas de este oteadero abalconado.
Desde allí mismo es fácil identificar la primera de las paradas: la laguna de La Nava luce entre los campos como los ríos de espejo en un portal de Belén. Esa inmensa charca, que lo fue aún mucho más en tiempos pasados, es un importantísimo humedal que actúa como catalizador de la vida salvaje de estas llanuras. Especialmente del largo listado de especies voladoras que tienen en ella un vital punto de parada en los viajes migratorios de invierno o de verano. Si durante siglos el empeño puesto por el hombre estuvo en desecar esta laguna de carácter endorreico con el propósito de librarse de los mosquitos -transmisores de un sin fín de enfermedades- y ganar sus cerca de 5.000 hectáreas para el cultivo, desde los años 90 del siglo XX el empeño fue el contrario: recuperar parte de aquellos terrenos inundables y convertirlos en un inevitable punto de atracción tanto para las aves, que han vuelto a usar el humedal como lugar de invernada y descanso, como para los amantes de la observación ornítica, que tienen a su alcance varios lugares bien a propósito en los que apostarse a disfrutar de un espectáculo siempre vivo y cambiante.
La carretera que une Mazariegos y Fuentes de Nava parte por la mitad el humedal y deja, en el costado derecho, los principales puntos habilitados para la observación. Claro que si se quieren hacer las cosas bien, lo mejor es pasar de seguido hasta Fuentes de Nava y recalar allí en el Centro de Visitantes, ubicado en un viejo caserón nobiliario del siglo XVII. Es la mejor forma de entender cómo funciona este valioso ecosistema, qué puede uno aspirar a ver y cuál es la mejor hora y lugar para hacerlo.

Ya puestos, en la misma calle Mayor en la que se localiza el Centro de Visitantes, encontramos una iglesia que así, a primera vista, parece más Ayuntamiento o palacete señorial: Santa María. La «culpa» es del bello soportal de piedra que disfraza a golpe de arcos y espadaña la portada gótica que hay tras ellos. En el interior aguarda la sorpresa de un magnífico artesonado, la armónica sonoridad de un órgano del XVIII y una colección de obras de arte en la que destacan las piezas talladas por Alejo de Vahía. El otro templo de Fuentes es San Pedro y su singularidad una torre campanario de cuatro cuerpos con cuyo perfil estilizado se ha ganado el apelativo de «la estrella de Campos«. En su interior, además de otro imponente órgano ibérico, alberga un valioso retablo renacentista con tallas de Juan de Valmaseda y pinturas de Juan de Villoldo.
Que los siglos XV y XVI fueron siglos de ajetreo y mucha prosperidad en estas tierras lo prueba, sobre todo, el cúmulo de obras de arte y gigantescos templos que necesitaron fortunas inmensas para producirse. Sin duda, preparó el terreno la llegada de la familia Manrique de Lara a Paredes de Nava. Pero a su rebufo florecieron muchas otras familias y linajes que, amén de detentar el poder y acumular riquezas, dejaron a su paso un reguero de caserones, palacetes y tumbas señoriales en muchos de los pueblos del entorno. Claro que en algunos más que en otros. Becerril de Campos, como Fuentes, fue uno de ellos.

A Becerril hay que dedicarle tiempo por varios motivos. Uno, para pasearlo bien mientras se enlaza el humilladero, la torre de San Martín y la puerta de la muralla con el cogollo de su plaza Mayor. En esta, la iglesia de Santa Eugenia hace de bisagra, entre el corro que preside el Ayuntamiento y el que gira en torno a una bella fuente. En el primero destaca el propio edificio del Ayuntamiento, de principios del XX y del que no hay que perderse la ristra de refranes y proverbios moralizantes esculpidos en la parte superior de los ventanales. Una especie de guía del buen comportamiento que se justifica porque el edificio acogió en su momento las escuelas de niños y de niñas. En el costado opuesto al templo, el antiguo Ayuntamiento, actual casa de cultura, se eleva sobre 13 pilastras de piedra que ennoblecen con rotundidad los rústicos soportales castellanos que transitan de un corro al otro.

El segundo motivo de peso para dedicar tiempo a Becerril es su iglesia museo de Santa María, hermoso contenedor al que ha venido a parar gran parte del legado artístico que antaño estuvo repartido por su amplio repertorio de iglesias y ermitas. Su visita sorprende -y apetece- tanto por la belleza de las piezas que alberga como por la forma de exponerlas: obras de Alejo de Vahía, las tablas que el pintor paredeño, Pedro Berruguete, concibió para el retablo de Nuestra Señora, hermosos artesonados, valiosa orfebrería, un púlpito de yeserías mudéjares…
Mención aparte merece el espacio San Pedro Cultural que ha recuperado de una forma sorprende el antiguo templo de San Pedro para convertirlo en un centro de aproximación a la astronomía en el que es posible ver la única meridiana en funcionamiento que existe en España.

Paredes de Nava fue el centro desde el que se irradió tanta riqueza y energía. Una nobleza influyente, una clase clerical con muchas rentas y una pujante judería fueron pilares sobre los que se asentaron los siglos de mayor esplendor de la villa. En 1440 nació en ella Jorge Manrique casi al mismo tiempo en que lo hizo Pedro Berruguete (1445-1503), el pintor castellano de mayor relieve durante el reinado de Isabel la Católica y a quien se atribuye el merito de introducir los influjos del Renacimiento europeo en la pintura castellana. En 1490 nació también en ella el hijo del pintor, Alonso Berruguete, destacadísimo imaginero del Renacimiento español.
De nuevo, el paseo por Paredes de Nava da para un rato largo. Quizás lo mejor sea empezar por su iglesia de San Martín, que acoge el centro de interpretación de Tierra de Campos y desde cuya torre se obtiene una magnífica panorámica del conjunto urbano. La calle de Jorge Manrique, con un sólido ejemplo de casa señorial a la mitad -la casa Dueñas-, conduce hasta la plaza de España, el ágora sobre la que se eleva la mole contundente y majestuosa de Santa Eulalia, armada como con un conjunto de estructuras y añadidos de diferentes épocas sobre los que despunta su inconfundible torre de remate piramidal azulejado.

De tanto como contiene -y contenía- fue uno de los primeros museos parroquiales inaugurados en España. Se formó como tal en 1964 y su joya entre las joyas sigue siendo la colección de tablas pintadas por Pedro Berruguete -excepcionales las dedicadas a los reyes de la casa de Judá-. Pero hablamos también de artesonados, un órgano ibérico, un púlpito mudéjar, un retablo renacentista obra de Inocencio Berruguete y Esteban Jordán, de obras de Gil de Siloé, Alejo de Vahía, Gregorio Fernández, Juan de Juni, Juan de Flandes, Pedro de la Cuadra… Visto así, de corrido, parece difícil llevar la contraria al meditabundo Jorge Manrique que al pie del templo cabila: «cómo, a nuestro parescer,/ cualquier tiempo passado/ fue mejor». En Paredes, al menos, las evidencias son legión: la iglesia de Santa María, la de San Martín, la torre de San Juan, el convento de Santa Brígida, el edificio del Ayuntamiento -antiguo convento de San Francisco-, el antiguo Hospital de San Marcos, la ermita de la Vera Cruz, la de Carejas y, junto al Canal de Castilla, la Casas del Rey -resto de uno de los poblados que nacieron con los trajines de esta magna obra-.

Y el último alto vamos a hacerlo en Cisneros. Dejando a un lado la controversia de si nació en ella o no el Cardenal Cisneros, lo cierto es que la villa estuvo muy ligada a la familia : su abuelo Toribio Jiménez vivió y tiene tumba en Cisneros. Murió en la batalla de Olmedo pero su sepulcro puede verse en la iglesia museo de San Pedro. El retablo mayor es de Francisco de Giralte. A los pies de la nave principal destaca también el sepulcro gótico de Gonzalo Ximénez de Cisneros, «el buen caballero», decorado con unos bajorrelieves en los que se narra la vida de Jesús.

La guinda de este viaje se degusta mirando al cielo. Concretamente desde dentro de la iglesia de San Facundo y San Primitivo. Sus bellos artesonados mudéjares, hechos con pino de la Selva Negra y una maña que ya no se lleva, fueron regalo, al parecer, del Cardenal al pueblo en el que pasó una parte de su infancia, Cisneros.
Becerril de Campos: Museo de Santa María, sábado y domingo, de 11 a 13 y de 17 a 19,30. Tel. 979 83 33 68.
Paredes de Nava: Museo de Santa Eulalia. Tel. 979 83 04 69.
Cisneros: Museo de San Pedro. Tel. 979 84 85 47.
MAPA DE LA ZONA
Y así lo publicó EL NORTE DE CASTILLA
Excelente trabajo, Javier. Desde Villalán de Campos te invitamos a descubrir nuestro antiguo campanario, convertido en un alojamiento rural, que pondremos en marcha en cuanto la pandemia lo permita. La Tierra de Campos está llena de tesoros, al margen de su paisaje cambiante y su fauna, que no dejará indiferentes a los que acierten a elegirla como destino vacacional.
¡Qué bien! Fantástica iniciativa. Seguro que será un éxito.
Hola Javier excelente artículo un poco más al norte en la provincia de leon un pequeño grupo de entusiastas estamos intentando poner en valor nuestro escaso patrimonio cultural que son nuestros retablos platerescos del este de leon nos gustaría invitarte a que nos conocieras jrmotri@gmail.com
Muchas gracias, Ramón, por la propuesta. La tendré en cuenta para futuros viajes. Saludos.
Muchas gracias por tu excelente y completa visión de la Tierra de Campos palentina. Todo un acierto seguir tus recomendaciones. Un saludo
Muchas gracias a ti. Me alegra que te guste y que disfrutes también de tantos lugares que merece la pena conocer.
Javier, una vez más nos obsequias con un magnífico reportaje de caracter historico-artístico con una excelente documentación gráfica. Gracias y un abrazo,