Tres sierras de impresión en el sureste peninsular
© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGOSegura, Cazorla y las Villas son tres sierras como tres mosqueteros: todas a una conforman el parque natural más extenso de España, 209.920 hectáreas de un territorio abrupto, repleto de sube y bajas, extensísimos bosques y un más que valioso catálogo de especies animales en el que, por si faltaba algo, tienen sus fuentes tres ríos de renombre: el Guadalquivir, el Segura y el Guadalentín. Y todo ello rodeado por un rosario de poblaciones casi tan viejas como las sierras, ancladas a los peñascos con la misma habilidad con la que las cabras montesas trotan entre los riscos, y defendidas en otros tiempos por castillos tan encastillados que, a las malas, solo se podían ganar volando.
Si aún hoy sorprende la riqueza natural que desborda este extenso territorio, mucho más debió pasmar a un Félix Rodríguez de la Fuente que, en la década de los 70 del siglo XX, buscaba localizaciones en las que plasmar la riqueza de la, por entonces, poco valorada fauna ibérica. Cuando llegó a estas sierras creyó descubrir un paraíso en la tierra. Y es así como una y otra vez volvió con su equipo para filmar escenas memorables -en el sentido más literal-: las broncas berreas de ciervos junto a las orillas del pantano del Tranco, los lances del águila imperial hasta llevarse en volandas un indefenso chivo, los combates a muerte entre cabras montesas…
Riscos, praderas, desfiladeros, cumbres nevadas, canchales, pinares inmensos que toda una generación recuerda en blanco y negro. Por eso los paisajes de Segura, Cazorla y las Villas resultan al mismo tiempo tan familiares y exóticos. Aquellos programas no solo revelaron que había vida más allá de las lindes del bosque ibérico: también pusieron en el mapa estas sierras, las sacaron del anonimato nacional y supusieron el comienzo de un incipiente desarrollo turístico que, a la postre, acabó con la declaración del mayor parque natural protegido de España. Recorrerlo sin perderse algunos de sus tesoros exige contar con algunas pistas.
01–SEGURA DE LA SIERRA. Si se llega al parque por el norte conviene hacerlo por la villa de La Puerta de Segura, nombre que recibe de su ancestral papel como guardiana del paso natural hacia el interior de la serranía. De aquí en adelante se abre un hermoso tapiz de olivos, borlas de verde oscuro destacando sobre la descarnada tierra, siempre de rojo intenso. Es la antesala de las cumbres, el recibidor de bienvenida. En alto, dominando el amplio valle al que da paso La Puerta, destaca, imponente, fiero y con pose de eternidad el castillo arriscado de Segura de la Sierra, una de las más hermosas poblaciones de todo el entorno. No se da en el valle mejor atalaya que la de su castillo.
El casco antiguo de este pueblo es un libro que conserva bien las líneas escritas por la historia. Callejas estrechas, retorcidas, pegadas al risco al que se ampara, alguna casona y un potente pilar de aguas frescas con escudos imperiales del mismísimo Carlos V, son buena renta de los años invertidos en mejorar su propia alcurnia. Que nadie deje de buscar, en la parte baja de su barrio bajo, a la vera de una de las puertas de la ya desusada muralla, sus genuinos baños árabes, herencia directa de un ayer refinado e irrepetible.
02-RÍO MADERA. Ese es el nombre de un pequeño río y de una minúscula aldea perdida en el corazón de los montes. Y si merece la pena llegar hasta ella es para descubrir por qué tanta insistencia en el topónimo: bosques, bosques y bosques. Es el territorio del pino laricio, la especie arbórea predominante en el área y la causa de que esta zona del interior peninsular tuviera, en el siglo XVIII, la insólita entidad de provincia Marítima de Segura. No en vano estos bosques pasaron a constituirse en principales suministradores de materia prima para la construcción de barcos de la Armada española. La calidad de la madera y la derechura de unos pinos que daban vértigo fueron las principales razones.
La especial disposición orográfica de estas sierras, formadas a su vez por un enredo de otras sierras menores, es propicia a los encajonamientos, los puertos de montaña y las carreteras retorcidas. Quien busque buenas vistas puede proseguir desde aquí hacia La Toba y después ir enlazando el rosario de diminutos cortijos y aldeíllas –Los Carrascos, Prado Maguillo, Los Anchos, Prados de la Presa, Los Regajos– que culminan en la Umbría de Cabeza Gorda, a 1.347 metros de altitud, un paraje de soledades, rodeado de encinas y con vistas solo superables por las de su vecina, la aldea de Cabeza Gorda.
03-EL TRANCO. El embalse de El Tranco es como un corazón de agua en torno al que se extiende el resto del parque. Es uno de los más grandes de España. Su construcción finalizó en 1944. La carretera que discurre por su orilla izquierda está salpicada de miradores, senderos señalizados y áreas recreativas. En el centro del embalse despunta la isla de Bujaraiza, con una vieja atalaya árabe en lo más alto. La carretera que lo bordea conduce hasta Torre del Vinagre, el lugar en el que se ubica el Centro de Interpretación y Recepción de Visitantes del parque natural (tel. 953 72 13 51), de imprescindible visita para recabar toda la información relativa a las actividades que pueden realizarse y lugares que es posible visitar. Además, en torno a él, se localizan otras instalaciones interesantes como un museo de la caza, un jardín botánico y, a 1,5 km el Centro de Visitantes del Río Borosa (tel. 953 12 42 35), dedicado a explicar la importancia del agua en este entorno y cómo los ríos fueron utilizados aquí para transportar flotando sobre ellos los árboles que se cortaban en los bosques. Desde el centro arranca también un interesante paseo junto a las aguas del río Borosa. El sendero discurre en parte por pasarelas talladas en la roca mientras recorre el tramo del río en el que se descuelga por la Cerrada de Elías, un bello encajonamiento natural por el que el río desciende a encontrarse con el Guadalquivir.
04-LA CERRADA DE UTRERO. Es uno de los paseos señalizados más transitados del parque. Su popularidad tiene también mucho que ver con la sencillez del recorrido y un trazado que no llega a los 2 kilómetros. Arranca en Vadillo de Castril y rápidamente se aproxima a las orillas de un Guadalquivir que será el entrañable compañero de la primera parte del paseo. Uno de los atractivos del sendero es ver de cerca cómo la acción erosiva del agua ha tallado la garganta por la que discurre el río. De hecho, el propio paseo discurre en algún tramo por una senda esculpida en la pared. Se pasa también junto al embalse de Utrero, construido en su momento para alimentar a la central hidroeléctrica del mismo nombre, ya abandonada. Pero el punto central del paseo es contemplar la cascada por la que el arroyo de Linarejos se precipita al río Guadalquivir. Junto a la cascada se aprecian los restos de las infraestructuras que permitían salvar estos saltos a los troncos que se transportaban flotando sobre el río para sacarlos de la sierra. Tiene una longitud de 1,7 km que se hacen en unos 45 minutos.
05-CAZORLA. Es otra de las puertas de entrada o salida del parque y una de las localidades más pintorescas de toda la provincia de Jaén. Atenazada por el serrijón de los Halcones y el cerro de Salvatierra de su perfil urbano destaca, en alto, el arriscado castillo de La Yedra o de las Cuatro Esquinas. De origen romano, remodelado por los árabes y concluido por los cristianos alberga en su interior el Museo de Artes y Costumbres Populares del Alto Guadalquivir (Tel. 953 71 16 38), dedicado a mostrar cómo era la vida rural tradicional en la zona. A los pies del castillo quedan las ruinas de Santa María, un templo del siglo XVI, y a su lado la fuente de las Cadenas, un pilar también del siglo XVI. En la iglesia de San Francisco se conserva una imagen muy venerada del Cristo del Consuelo. Sin embargo, el verdadero encanto de todo este barullo de calles estrechas y empinadas solo es posible degustarlo a pie.
Mapa de la zona
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Y así lo publicó EL NORTE DE CASTILLA
Muchas gracias por tu aportación, Miguel. Un abrazo.
Javier, otro magnífico reportaje en el que resulta difícil destacar una fotografía sobre otra; en todo caso la de los baños árabes me ha parecido excelente. Un abrazo,