Escenarios comuneros
Muchos fueron los escenarios que conocieron el ir y venir de comuneros y realistas buscando posiciones desde donde defender con dignidad diferentes posturas. Visitarlos hoy es también una forma de meternos en la piel de nuestra propia Historia. Singulares aires de libertad y justicia recorrían extensas estepas castellanas cuando, allá por el año 1521, la que fuera primera revolución social de Europa vio sus legítimas aspiraciones aplastadas por el yugo implacable del imperialismo autoritario.
© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO [publicado en EL NORTE DE CASTILLA el viernes 22 de abril de 1994]
Valladolid, burgos, Madrid, Segovia, Toledo, Dueñas, Palencia, Tordesillas, Medina del Campo, Simancas, Toro, Zamora, Torrelobatón… ancha es la extensa geografía por donde cabalgaron las ansias de igualdad unos hombres que no dudaron en exigir a su propio rey que pusiera freno a los atropellos y desmanes de una nobleza corrupta.
Si te animas a visitar esta zona para disfrutar de pueblos y naturaleza, reserva ya aquí.
Lejos queda ya el repicar de las campanas de la iglesia de San Pablo llamando a Cortes, en las primeras celebradas por el adolescente rey Carlos I en Valladolid, con el propósito de ser jurado como rey, no sin antes ser instado por los procuradores a acatar los fueros y privilegios del reino, así como a expulsar a la nutrida camarilla de extranjeros que le rodeaba. Desde aquí mismo, frente a la impresionante fachada hispano-flamenca repleta de tallas y relieves que vieran bautizar a dos reyes de la historia de España, Felipe II y Felipe IV, podría partir una imaginaria ruta que nos llevara a poner los pies en una pequeña parte de los lugares donde hace 473 años se fraguara esta revolución castellana.
Tomando la Nacional 601 en dirección a León, y tras atravesar el puente Mayor, el más antiguo de cuantos saltan el Pisuerga a su paso por Valladolid, podemos encaminarnos ya hacia Medina de Rioseco. En los altos páramos, siempre castigados por el incesante viento, vamos así tras los mismos pasos que siguiera el cardenal Adriano de Utrech regente de Castilla en la ausencia voluntaria del rey, cuando sintiéndose inseguro debido al clima de rebelión que se vivía en la ciudad de Valladolid, huyó buscando otro lugar menos hostil para la causa imperial. En Medina de Rioseco fijó el Cardenal su cuartel general. Desde él reorganizó y abasteció de víveres y armas el contraataque a la Santa Junta de las Comunidades.
Ya desde lejos, como a tantas otras torres en el rectilíneo horizonte de Tierra de Campos, vemos levantarse altiva la barroca torre de Santa María de Mediavilla, Es la señal inequívoca de que estamos llegando a la Ciudad de los Almirantes de Castilla, Rioseco. Relevante asentamiento romano, fue cobrando importancia durante toda la Edad Media hasta brillar con luz propia debido al intenso tráfico de mercancías que conoció entre sus estrechas y amuralladas calles. Tal fue su esplendor comercial que fue conocida también como la «India Chica». De todas ellas destaca por su tipismo la Rúa Mayor -escenario trágico de la famosa Semana Santa riosecana-, desde la cual podemos dirigirnos a visitar alguno -mejor todos- de los importantes templos que tiene levantados entre sus calles. Si vamos apurados de tiempo, sería imperdonable no entrar en la iglesia de Santa María, cuya torre nos guió ya desde lejos, para visitar su museo y disfrutar de la capilla de los Benavente que Eugenio d’Ors calificó de forma acertada como «Capilla Sixtina del arte castellano». La profusión de figuras que lo abarrota todo nos dejará boquiabiertos. Por allí aparecen santos, sirenas, monstruos, animales, profetas, pecados, cariátides, el Paraíso… Un sinfín de relieves exuberantes cuya pretensión es explicar la creación del mundo y que cuenta con al anecdótica representación de la muerte a través de una figura que toca la guitarra. Un pequeño botón de muestra de una ciudad que atesora encanto, arte e historia por todos sus poros.
Las tropas imperiales, como nosotros ahora, también partieron hacia Zamora para parlamentar con las fuerzas comuneras en los cercanos campos de Villabrágima y Tordehumos. Aquí se encontraron con el obispo Acuña y aquí podemos trepar hasta lo alto del cerro donde sólo quedan restos del desaparecido castillo de Tordehumos pero cuya panorámica merece sin duda la pena.
Es hora de partir hacia Castromonte, atravesar parte de la importante reserva natural que suponen los Montes Torozos, pulmón y refugio de un gran número de especies animales y vegetales, y encaminar nuestros pasos hacia el castillo que albergara las últimas esperanzas de victoria comunera. Torrelobatón, tranquilo pueblo castellano que amparó primero las fuerzas realistas, sirvió de baluarte más tarde a las tropas comuneras que acudieron aquí tras la importante pérdida de Tordesillas. Ante la estampa firme del su castillo -aquí Charlton Heston dio vida al Cid- es fácil imaginar a los hombres de Juan Padilla, ya inseguro y desorientado, partiendo hacia Toro en la lluviosa mañana del 23 de abril de 1521 en una huida desesperada y angustiosa, mientras las tropas realistas avanzaban altivas con la flor y la nata de la nobleza castellana haciendo demostraciones de fuerza en las vecinas eras del pueblo de Peñaflor. La artillería comunera atascada entre el barro y sus hombres desmoralizados y en desbandada fueron fácilmente alcanzados por los realistas en las campas de Villalar. Aquí acabó el sueño y el empezó un larguísimo periodo de penalidades, castigos y marginación para las tierras que ahora pisamos por haberse atrevido a dar hombres y dinero a semejante causa.
Pero nuestra visita no tiene por qué acabar en la misma plaza donde fue levantado el cadalso por el que rodaron las cabezas de los visionarios Bravo, Padilla y Maldonado. La carretera continúa recta hasta Tordesillas; primera conquista comunera y primera gran derrota. Este es su año. Se afana por mostrarse maquillada y esbelta, aunque sus bien peinadas canas la visten de luminosidad y encanto. Bien merece la pena penetrar hasta el convento de Santa Clara igual que lo hicieron realistas y comuneros en busca del apoyo expreso de una reina que decían loca, doña Juana, pero que todo buscaban. Más allá, una última parada: Simancas. Frontera en otro tiempo contra el moro, acogió en su archivo -entonces prisión- hasta su ejecución en las almenas, al más batallador comunero: don Antonio Acuña, obispo de Zamora.
Muchos son los caminos que habría que recorrer para revivir plenamente unos acontecimientos tan intensos y de tanta importancia como aquella rebelión comunera: el primer grito de justicia que se escucho en esta tierra.
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Magníficos reportajes y documentales a través de los vídeos y la narrativa descriptiva de los castillos. Sigo tu página desde hace algunos meses y me es de mucha información e interés para mi blog fotográfico de «Castillos y fortalezas de España». Este reportaje sobre los escenarios comuneros me ha atraído sobretodo.
Un saludo y gracias por la aportación a este mundo tan fascinante de nuestra historia…
Muchas gracias a ti por tu interés. Me alegro de que te sea útil y lo disfrutes. Saludos.