El viaje de la princesa vikinga
Soria, Burgos, Palencia o Valladolid recuerdan el paso de Cristina de Noruega, enterrada en Covarrubias
© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
Hace mucho mucho tiempo, cuando aún se recordaban en el norte peninsular las embestidas vikingas que no dejaban títere con cabeza hasta el punto de que incluso era necesario esconder los restos del apóstol Santiago para que no acabaran camino de los fiordos, un rey castellano llamado Alfonso X y apodado El Sabio, ambicionaba hacerse con el trono del imperio germano, al que se creía con cierto derecho en virtud de que era nieto del rey Federico II, que acababa de fallecer en 1250. Con esa corona en la cabeza se convertiría en uno de los reyes más poderosos de su tiempo. Pero el asunto no era cuestión de fuerza y sí de estrategia.
Concibió así la idea de una alianza cuya firma le pondría a las puertas mismas de ese imperio. Noruega, que hasta ese momento sólo evocaba paisajes de hielo y bárbaros sanguinarios de lengua ininteligible, pasó a ser en la mente del rey Sabio el compañero mejor situado para ganar en esa partida. En Noruega, por su parte, otro rey con ambiciones, Haakon IV, seguía con interés los movimientos del castellano en la medida en que una alianza con ese poderoso reino del sur de Europa era para su corona garantía de influencia y prestigio en aras a conseguir mayor peso en aquella Europa en formación: tal para cual.
Con esos hilos se fue tejiendo la historia infeliz de una princesa alta, rubia y guapa, de largas trenzas y ojos azules a la que el destino, en el otoño de 1257, montó en un barco vikingo abandonando para siempre la tierra que amaba y a la que no regresó jamás: el rey castellano había enviado una delegación a Noruega ofreciendo el matrimonio de uno de sus hermanos con la hija del rey Haakon IV, y este había aceptado encantado de la vida.
Así, en el puerto de Bergen comienza la princesa –y quien quiera seguir hoy su melancólico rastro- el largo viaje por Europa que la llevaría hasta el altar para casarse con alguien del que ni ella ni nadie conocía el nombre. Aquel viaje de amarguras y sorpresas recaló primero en el puerto inglés de Yarmouth y después, tras cruzar el Canal de la Mancha, en Normandía. Por el Sena, la princesa y su séquito de damas, embajadores, nobles, altos dignatarios y hasta 100 caballeros armados encargados de proteger un convoy en el que también viajaban los tesoros que formaban parte de la dote, se dirigió hasta París. Desde allí, ya por tierra, la comitiva atravesó Francia buscando el paso de los Pirineos por el este, alcanzó Gerona y, al poco, Barcelona.
Cristina de Noruega entró en Castilla por Soria el 22 de diciembre 1257, donde, tal como sucedía en cada ciudad por la que pasaba, las más altas autoridades –reyes, condes, nobles…- salían a su encuentro para agasajarla con deslumbrantes festejos.
Dos días más tarde la princesa nórdica celebraba la Navidad en el monasterio de Las Huelgas, en Burgos, junto a la infanta Berenguela. No es difícil imaginar los pensamientos que debieron de asaltar a la princesa mientras recorría las parameras que median entre Burgos y Palencia, siguiente tramo del trayecto, tan alejadas de los horizontes montañosos y abruptos de su tierra natal.
Finalmente, el propio rey acompañó a la princesa a su entrada en Valladolid, donde tras las presentaciones Cristina escogió al infante Felipe, con quien se casó en la colegiata de la ciudad el 31 de marzo de 1258. Antes, hizo prometer al infante que levantaría un templo en honor del santo rey Olav, patrón de Noruega.
El miércoles de ceniza se prometieron don Felipe y la princesa. El primer deseo que ella expresó a don Felipe fue que mandara construir una iglesia en honor al santo rey Olav, a lo cual consintió el infante con la mejor voluntad.” El viaje de la princesa Kristina a Valladolid (1257-1258), según la saga islandesa del rey Håkon, escrito por Sturla Tordarson
Desde aquí la pareja viajó a Sevilla donde, cuatro años más tarde, la princesa rubia fallecía con 28 años y sin dejar descendencia. Su cuerpo fue depositado en un sarcófago de piedra en el claustro de la colegiata de Covarrubias, de la que era abad su esposo. Dicen los cuentos que la princesa no pudo soportar ni el calor de Sevilla, ni el recuerdo de su tierra, ni la soledad de un entorno del que desconocía hasta la lengua.
Y así fue creído por la tradición hasta que se abrió de nuevo su sepulcro en 1958 para comprobar si efectivamente se hallaba allí sepultada. Fue entonces cuando se descubrió un pergamino con unos versos y una fórmula para el mal de oídos, de donde se interpreta que la princesa, más que de nostalgia o desamor, pudo fallecer de una dolorosa infección de oídos.
Respecto a la promesa realizada por el infante Felipe a la pobre Cristina, esta aún tuvo que esperar ocho siglos para verla cumplida. En abril de 2002 la Fundación Princesa Kristina de Noruega en colaboración con el Excmo. Ayuntamiento de Covarrubias, la Escuela de Arquitectura de Oslo y la Escuela de Arquitectura de Valladolid, apoyados por la Real Embajada de Noruega en España, impulsaron la realización de un concurso para el diseño de una capilla en honor de Olav el Santo en Covarrubias. El resultado final del proyecto es un edificio vanguardista y de aires nórdicos cuyo acceso se localiza a poco más de un kilómetro de Covarrubias en dirección a Hortigüela, en un bello paraje conocido como Valle de los Lobos. La idea era consolidar los lazos de amistad que a raíz de esta historia se tendieron entre la localidad burgalesa y Noruega. De hecho, cada año tienen lugar en Covarrubias actos de hermandad que estrechan la relación cultural de ambas partes. Precisamente, una parte central de esos actos, el festival de múscia «Notas de Noruega» en concreto, tiene lugar en esta capilla (Capilla de San Olav: http://www.capilladesanolav.com; ).
EL CAMINO DE SAN OLAV
San Olav es un santo por el que se siente gran devoción en los países nórdicos. También la tenía la princesa Cristina, hasta el punto de hacer prometer a su esposo que elevara en España una ermita en su honor. San Olav cuenta en Europa con una de las rutas de peregrinación más importantes del continente. Otra forma de segur y sentir la figura de la princesa vikinga en Castilla es seguir el trazado del Camino de San Olav que une Burgos con Covarrubias a lo largo de 58 kilómetros.
El camino, perfectamente señalizado, atraviesa 13 localidades además de vías verdes, vías pecuarias, caminos carreteros, dehesas de robles centenarios, encinares, sabinares o iglesias románicas. Al estilo de otros camios de peregrinación cuenta con una carné de peregrino que puede sellarse en la Oficina de Turismo ubicada junto a la catedral de Burgos.
EN MARCHA. Este viaje tras las huellas de la princesa Cristina de Noruega por tierras de Castilla enlaza las poblaciones de Soria, Burgos, Palencia y Valladolid, por donde pasó en el siglo XIII para dirigirse a su boda con el infante Fernando.
COVARRUBIAS. El lugar que mejor conserva el recuerdo de la princesa nórdica es la localidad de Covarrubias, donde fue llevado su cuerpo tras fallecer en Sevilla en 1262. Colegiata de Covarrubias: tel. 947 40 63 11.
DAR EL CAMPANAZO. Una vieja tradición asegura que aquellas mujeres sin pareja que toquen con fuerza la campana que hay junto al sepulcro de la princesa encuentran pareja antes de que pase un año.
MÁS INFORMACIÓN. Fundación Princesa Kristina de Noruega
DÓNDE DORMIR
(esto no tiene ninguna repercusión para ti en el precio).
TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR
San Pedro de Arlanza, Covarrubias, Silos y La Yecla (Burgos)
Las revueltas que el río Arlanza se marca poco antes de alcanzar la localidad burgalesa de Covarrubias son un lío de precipicios y paredones calizos sobre los que prospera uno de los más extensos sabinares de España. Un paisaje de tintes épicos y misteriosos en el que se descubren ruinas venerables y leyendas que hablan acerca de la independencia del condado de Castilla. Puedes reservar online tu alojamiento al final del reportaje. Recuerda que reservar tus alojamientos a través de SIEMPRE DE PASO ayuda a generar contenidos gratuitos de calidad para este blog.