LA ESTEPA ALADA
La laguna palentina de Boada de Campos es un importante refugio ornitológico
© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
Uno de los muchos síntomas de un cambio climático cada día más evidente es que año tras año son menos los pájaros emigrantes que hacen sus maletas en el extremo norte de Europa y se empeñan en un viaje de miles de kilómetros hacia el sur para venir a pasar el invierno en la templada península Ibérica. Hace ya mucho que las cigüeñas no se menean de los campanarios ibéricos por la misma razón que algunas aves invernantes se sienten lo bastante a gusto en humedales franceses o centroeuropeos como para hacer el esfuerzo de venir a pasar calor y sed a la estepa castellana. Algo impensable hace sólo unos años.
Aún así, las charcas y lagunas terracampinas continúan siendo uno de los lugares preferidos por estos viajeros de temporada para descansar o reponerse del esfuerzo que suponen sus trasiegos migratorios. Cada invierno los humedales de Castilla y León reciben la visita de unas 130.000 aves acuáticas que paran, en buena parte, en las lagunas de Villafáfila, con unos 33.000 ejemplares, La Nava, con unos 27.000 y Boada, con cerca de 20.000.
El interés de esta última se centra, sobre todo, en su reciente y progresiva rehabilitación medioambiental para tratar de devolverla a su primitivo ser. La inundación de la laguna de Boada es otro de logros de la Fundación Global Nature, empeñada en hacer de la llanada palentina de Tierra de Campos un paraíso ornitológico de primera categoría. Tras la recuperación parcial del humedal de La Nava, cuyo proyecto arrancó en 1990, el esfuerzo se centró en devolver las aguas a otro charco desecado de características similares, distante sólo 11 kilómetros de éste, y situado a un kilómetro de la población terracampina de Boada. Tras lograr el apoyo de diversas instituciones, en la actualidad la superficie inundada en el humedal de Boada ronda las 60 hectáreas y cuenta con un espacioso observatorio ornitológico desde el que disfrutar en secreto de los trasiegos alados.
La densidad de tanto charco estacional en esa zona es consecuencia de la particular configuración orográfica del terreno, especialmente de su naturaleza arcillosa y poco permeable, y su escaso desnivel. Estas dos características juntas más la existencia de leves hondonadas con pocas posibilidades de evacuación natural son la causa de que, en tiempo de lluvias, los suelos se empantanen formando amplios charcos de poca profundidad. Tradicionalmente, la llegada del estío y la desaparición de las aguas someras era aprovechada para un pastoreo que veía crecer la hierba en medio de la meseta reseca como un maná goloso.
Sin embargo, la existencia de estos encharcamientos fueron casi siempre percibidos como un endémico foco de pobreza y enfermedades. De hecho, los intentos de desecación de estas lagunas se remontan a tiempo de los Reyes Católicos, si bien no es hasta los años 40 del siglo XX cuando se acometen con mayor energía. En esa época, muchas de las tierras que hoy están a la vista formaban parte de un vaso lagunar que ocupaba una superficie media de 2.500 hectáreas, pero que llegaba a doblarse en años de grandes precipitaciones. En la actualidad la superficie de la laguna de La Nava, la más importante de todas, ocupa sólo un 10% de su superficie original.
Toda la zona, y también el humedal de Boada, es visitada en abundancia por el ánsar común, con hasta 15.000 ejemplares, y patos como el ánade real, la cerceta común o el pato cuchara. El hábito alimenticio de especies como el ánsar hace que cada mañana abandonen en grupo el humedal para pastar entre las rastrojeras y campos de cereal de los alrededores. El regreso se produce al caer la tarde formando espectaculares y ruidosas bandadas.
EN MARCHA. El acceso hasta la localidad de Boada de Campos puede hacerse desde Palencia por Villamartín de Campos y Villerías de Campos.
EL PASEO. El observatorio ornitológico Los Ánsares se encuentra junto a la orilla de la laguna. Es preciso aparcar el vehículo en la localidad para realizar obligatoriamente a pie el kilómetro y medio que hay hasta el observatorio. A la salida del pueblo, tras pasar un puentecillo, se abre una bifurcación sin señalizar que hay que tomar hacia la derecha. Durante el invierno camino puede estar muy embarrado. Unos paneles informativos junto al camino ilustran sobre aspectos relevantes de la arquitectura tradicional, el paisaje característico o la avifauna propia del entorno. Son imprescindibles los prismáticos.