Más allá del Acueducto
Viejos monasterios y espectaculares alamedas en torno a la ciudad de Segovia
© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
En Segovia hay vida más allá del Acueducto. Incluso más allá del Alcázar o la catedral; aunque cueste creerlo a la vista del hechizo que ejercen sobre las oleadas de turistas que pululan frenéticos del uno al otro sin tiempo apenas para desplegar el callejero que reparten en la oficina de turismo. Sin embargo, Segovia ofrece otros deleites no menos deliciosos, amén de cochinillos y lechazos, para quien gusta de paseos y emociones refinadas. Por ejemplo, el tránsito extramuros de la ciudad cincelado a los pies del Alcázar por un río Eresma pletórico de huertas, alamedas y paseantes, al que se asoman, entre corredores desgarbados, pescadores de ciudad y excursiones haciendo la digestión a la sombra, algunos de los monumentos más principales de la ciudad.
Por ejemplo, el monasterio de San Antonio el Real, propuesta para iniciar este paseo justo donde el Acueducto, recién nacido para el tránsito urbano, anuncia sus primeras arcadas. El monasterio, invisible para el visitante apresurado, es, sin embargo, una joya que debería gozarse en lo que vale. Levantado en el siglo XV por Enrique IV para albergar en él a una comunidad franciscana, luce en sus techos dos de los artesonados mudéjares más deslumbrantes de Castilla, como el de una capilla mayor que durante siglos pasó por ser una de las salas del palacio que el rey mandó transformar en convento. Hoy se sabe que la capilla mayor fue capilla mayor desde el principio y que su techo es la obra maestra encargada por el rey a unos anónimos artesanos que jugaban con sus cartabones a tejer cielos de estrellas trenzados con tablillas de madera. Deslumbrante es también el techo de su sala capitular, dorada con virguería de pasmo, o el dibujo de los que cubren un claustro cuya clausura de más de 500 años ha logrado el milagro de la conservación sin conservantes. Igual de apetecible se siente el curioseo por las otras estancias que se degustan como los buenos vinos, con aromas añejos, sabor a madera y ganas de repetir.
Ya fuera, el paseo se encamina a la avenida del Padre Claret para seguir hacia abajo el arranque del Acueducto segoviano. Es la mejor forma de verlo crecer, despegarse del suelo en una metamorfosis que lo eleva, piedra a piedra, hasta las alturas imposibles que marcan en la plaza del Azoguejo la estampa por excelencia de la ciudad. En el camino aún hay tiempo para pequeños desvíos hasta las plazas del Salvador o San Justo, mientras se pasa de largo ante la Academia de Artillería, antiguo convento de San Francisco que acogió a la comunidad de San Antonio el Real cuando aquél fue destinado por la reina Isabel para albergar a las clarisas.
Desde el Azoguejo una buena opción es bajar las escalinatas que por la calle del Gasco encaminan hacia la plaza de San Lorenzo, corro al que se asoman fachadas de tradición popular y que preside su interesante iglesia románica de torre mudéjar. Desde ella, la calle del Cardenal Zúñiga enlaza con el monasterio de Santa Cruz, levantado sobre la cueva en la que cumplió penitencia santo Domingo de Guzmán. Justo ahí se enlaza con el paseo peatonal que, tomado hacia la derecha, enseguida conecta con uno de los puentes de piedra que salvan el Eresma. Una lápida encajada en el pretil recuerda la querencia de Machado por estas alamedas. Aguas abajo, a la altura del siguiente puente, aguardan el emblemático monasterio de El Parral y, enfrente, el Real Ingenio de la Moneda, ceca segoviana levantada por Felipe II.
Por la misma senda ribereña derecha se alcanza, en otro tanto, el barrio de San Marcos, la misteriosa iglesia de la Vera Cruz, el convento carmelita en el que reposa san Juan de la Cruz y el santuario de la Fuencisla, patrona de la ciudad.
EN MARCHA. El inicio del paseo puede realizarse en el monasterio de San Antonio el Real, muy cerca de donde el Acueducto comienza a tomar forma dentro de su trazado urbano. Se localiza en la salida hacia La Granja, antes de alcanzar la plaza de Toros.
EL PASEO. Con una longitud cercana a los 8 kilómetros entre la ida y la vuelta al punto de partida, puede realizarse en unas dos horas, sin contar el tiempo destinado a curiosear el interior de los monumentos. Si se visitan todos los que salen al paso en el recorrido habrá que dedicar, al menos, unas 5 horas.
VISITAS. Para conocer con detalle el horario de los monumentos lo mejor es contactar con el centro de recepción de visitantes de Segovia: 921 46 67 20. Web: www.turismodesegovia.com
Croquis del paseo por la Segovia extramuros. © Javier Prieto Gallego |
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