JOYAS JUNTO AL ARLANZA
Un viaje a contracorriente por las riberas de este río burgalés
© Texto, vídeo y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
Hay ríos que engarzan preciosidades como si en vez de ríos fueran los hilos del collar de un rey. Eso le pasa al Arlanza. Desde su nacimiento hasta el momento de entregar sus aguas al Pisuerga alterna sin parpadear villas señoriales, históricas colegiatas, puentes del XVI o monasterios fundacionales como si fuera algo de lo más normal. Y eso dejando para otro día su etapa más infantil. La que huele a pinares profundos y huellas de dinosaurio. A carreteros y tumbas medievales excavadas en la piedra. Tanto y tan variado que es imposible meterlo todo en estas dos páginas. Ni quitando las fotografías.
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Este viaje a contracorriente por las riberas más maduras del Arlanza ha de empezarse en Palenzuela, con uno de los mejores puentes de todo su curso a los pies. A la vera del río y el puente queda la ermita de Nuestra Señora Allende el Río. Y arriba, en un costado, los muñones relamidos de lo que fuera un castillo amasado de barro, madera, piedra y seguro que mucha sangre. Uno de los restos más notables de la añeja muralla que ceñía a la población es la Puerta de la Paz, inmediata al puente. En el interior del casco urbano son llamativos los restos de la iglesia de Santa Eulalia, con torre almenada, siglos XIII al XV. La iglesia de San Juan es del siglo XV y conserva en su interior hermosos sepulcros platerescos y tablas de la escuela vallisoletana del siglo XVI. Ya por la fresca ribera del Arlanza merece la pena recorrer el último tramo del río, siguiendo el camino agrícola que va por su orilla izquierda, visitando también la ermita de la Virgen y los restos desvencijados del convento de San Francisco.
Camino de Lerma es casi obligatorio hacer un alto en Tordómar, si quiera para echar un vistazo a otro de los puentes memorables de un Arlanza más que acostumbrado a que lo crucen puentes largos, tan cargados de arcos -22 en este caso- como bárbaras resultan sus crecidas en tiempos de lluvias torrenciales o deshielos fulminantes. Pero este de Tordómar guarda en el extremo de su orilla izquierda la sorpresa de unos pocos metros de calzada romana. La misma que pasaba sobre su lomo para unir Clunia y Palencia. En 1909 fueron descubiertos dos miliarios de esta calzada y colocados en el extremo del puente. Los dos tienen inscripciones romanas en su lomo y uno de ellos hace ahora las funciones crucero.
Un poco más adelante, siempre aguas arriba, sorprende lo que el artista Félix Yáñez ha logrado, a base de imaginación y empeño, en Territorio Artlanza, la recreación de un pueblo medieval castellano al que no le falta detalle. Ideal para realizar con niños.
El perfil de Lerma desde las riberas del río es tan soberbio como lo fue su inventor, Francisco de Rojas y Sandoval, duque de Lerma, quien durante 20 años tuvo la protección y favores sin límite, con categoría de Ministro Absoluto, del rey Felipe III. Fue el duque, el rey en la sombra, quien, tentado por la posibilidad de levantar una ciudad a su medida, encargó a los mejores arquitectos de la época –el siglo XVII- la construcción de un majestuoso palacio, la colegiata de San Pedro y seis conventos de categoría. Todo ello en torno a una de las plazas mayores más extensas de España: abierta ante el palacio Ducal, la explanada de 6.862 m2 fue pensada como el escenario privilegiado en el que tenían lugar los espectáculos, ferias barrocas, corridas de toros o audiencias a las que los duques asistían sin pisar la calle.
Precisamente, Lerma revive a finales de julio y durante el mes de agosto aquel periodo de esplendores coloristas, de música culta y popular, de juegos cortesanos, de fiestas interminables. La mejor forma de acercarse al patrimonio de la localidad -que es mucho y muy interesante- es a través de las visitas guiadas que se organizan desde la Oficina de Turismo y pueden verse en su web –www.citlerma.com-. Y, en agosto, el relente de la noche ribereña envuelve la ensalada de personajes relacionados con la villa que acompañan las visitas teatralizadas que arrancan a las once de la noche.
La estatua de José Zorrilla, frente a la fachada de la excolegiata, recuerda que en la localidad todavía se conserva el caserón familiar en el que el poeta pasó algunos años de su juventud.
En el camino a Covarrubias, Puentedura presume también de puente largo y duradero de la misma forma que Covarrubias presume, entre otras cosas, de guardar el sueño eterno de una princesa vikinga. Una de las formas de adentrarse en el cogollo urbano de esta última localidad es buscando –a pie- el monumental Archivo del Adelantamiento de Castilla, construido por un Juan Vallejo, maestro del herreriano, que consiguió hacer de este edificio la mejor muestra de la arquitectura civil burgalesa del siglo XVI. Fue levantado por orden de Felipe II y albergó los documentos del Adelantamiento de Burgos hasta su traslado, en el siglo XVIII, al Archivo de Simancas. Hoy acoge la biblioteca y dependencias de la Oficina de Turismo, desde las que también se organizan visitas guiadas por la localidad.
No hay que dar muchos más pasos para alcanzar la porticada plaza de Doña Urraca, en uno de cuyos costados se alza el Ayuntamiento sobre el solar que ocupó el palacio del conde Fernán González, fundador de un incipiente condado que acabaría por instituirse como reino de Castilla. De aquel primitivo palacio puede contemplarse un viejo arco románico, en uno de los laterales del edificio.
Al lado queda la plaza de Doña Sancha, dominada por el atemorizante torreón de Fernán González. Misterioso, altivo y de aspecto inexpugnable fue construido por el conde formando parte del sistema defensivo de la villa, una larga muralla que, hasta que fue derribada, constriñó el trazado de la población. Junto a él se levanta un crucero tardogótico. De camino a la plaza de Chindasvinto, en la que se encuentra la excolegiata, se pasa ante la pintoresca casa de Doña Sancha, tenida por la más antigua de la localidad.
Las trazas actuales de la excolegiata son del siglo XV y las de su bello claustro del XVI; su hermoso órgano es del siglo XVII y sus magníficos altares barrocos se hicieron en el XVIII. En su interior reposan los restos del primer conde de Castilla, trasladados desde el monasterio de San Pedro de Arlanza junto a los de su esposa, a mediados del siglo XIX, además de los de las primeras Infantas de Covarrubias y de la princesa Cristina de Noruega. La excolegiata cuenta con un interesante museo formado por piezas de orfebrería, instrumentos litúrgicos y obras pertenecientes a los distintos retablos de la misma, además de otras traídas de iglesias vecinas y del cercano monasterio de San Pedro de Arlanza. Entre todas ellas destaca el precioso Tríptico de la Epifanía, de finales del XV. La otra iglesia importante de Covarrubias es la de Santo Tomás (s. XV), con un retablo del XVI y una pila bautismal románica.
Un viaje como este quedaría incompleto sin alcanzar, al menos, el corazón de las hoces que acogen los restos del monasterio de San Pedro de Arlanza. Entre tanto, vale la pena el desvío que al poco de abandonar Covarrubias lleva por un camino de tierra hasta la capilla de San Olav. Con esta bella y original obra de arquitectura, que luce un diseño sorprendente pero perfectamente integrado en el entorno, se cumplió el deseo expresado hace casi 750 años por la Princesa Kristina de Noruega a su marido el infante Felipe, de construir una capilla en España en honor de Olav el Santo. Con este motivo el Excmo. Ayuntamiento de Covarrubias, la Escuela de Arquitectura de Oslo y la Escuela de Arquitectura de Valladolid, auspiciados por la Real Embajada de Noruega en España convocaron un concurso en el que resultó ganador el proyecto presentado por Pablo López Aguado y Jorge González Gallego de la Escuela de Arquitectura de Valladolid.
Según los historiadores, la indiscutible cuna de Castilla. Fundado en 912 por Gonzalo Fernández, padre del conde Fernán González, mantuvo con éste último una relación privilegiada durante la formación del condado de Castilla. Sumido durante décadas en un vergonzoso abandono, la visita a los restos de la gran iglesia románica, comenzada en 1080, la torre, también románica, las dependencias monacales o la ermita de San Pelayo –en alto sobre las ruinas-, apenas deja entrever hoy un leve retazo de todo el poder y esplendor que emanó en el pasado.
EN MARCHA
Este viaje puede seguirse desde Palenzuela hasta Lerma por la N-622. Y desde Lerma a San Pedro de Arlanza por la CL-110.
INFORMACIÓN Y HORARIOS
La mejor forma de conocer Lerma es a través de las visitas guiadas que se organizan desde la Oficina de Turismo de Lerma: tel. 947 17 70 02, www.citlerma.com. Colegiata de Covarrubias: tel. 947 40 63 11. Oficina de Turismo de Covarrubias: tel. 947 40 64 61.
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