EL ALTO NORTE SORIANO
La población soriana de Yanguas se encuentra situada en un recoveco de la sierra, en un rebufo donde las lomas se contonean para formar el estrecho pasillo que comunica las provincias de Logroño y Soria. Es el último rincón de Soria para quienes viajan por este paisaje de horizontes pelados y el primero para los que han dejado atrás las tierras riojanas de Enciso. Como otros tantos pueblos de la estepa soriana tiene en sus genes la virtud –o el defecto- del mimetismo. Como el camaleón o el insecto palo su caserío adopta el color y la textura del fondo para evitar que su silueta sea vista desde lejos. El color de las piedras del suelo es el mismo que el de sus casas, de sus empedrados, de su castillo y sus iglesias. El viajero desprevenido corre el peligro de pasar de largo pensando que es un muestrario más de desconchones y ruinas: no sabrá nunca lo que se ha perdido.
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Porque Yanguas es uno de los pueblos más pintorescos del pardusco norte soriano. Ahí donde está, a la fresca de los sotos que dibuja el Cidacos camino del Ebro y en un punto de dominio estratégico sobre el pasillo natural que comunica la meseta con el norte de la Península por este punto, Yanguas tuvo sus varios momentos de gloria en los aconteceres de la historia. Aunque se trate sólo de rumores de leyenda dícese que junto a la solitaria torre románica de San Miguel se localizan los restos ya hundidos de la bóveda de una cripta en la que se encuentran las tumbas de los reyes astures Fruela y Aurelio muertos mientras por estas lindes defendían las fronteras más meridionales de su reino acosado.
Es en el siglo XI cuando los reyes de Navarra asientan la reconquista en esta zona gracias, entre otras cosas, a la erección de fortalezas como, por ejemplo, la de Yanguas. Navarros son, por tanto, sus primeros señores: don Pedro y don Diego Jiménez, descendientes de aquella realeza. Desde 1366 pasó a depender de los señores de los Cameros que hasta aquí, y más abajo, extendían sus pertenencias. La construcción mazacótica que todavía subsiste en lo alto de la población evidencia su posterior acomodo como seguro palacio señorial que nunca renunció a sus efectivas defensas. Tiene planta rectangular con cuatro grandes torres en cada esquina y está levantado con la piedra y tapial que le otorga un camuflaje perfecto en el paisaje.
Pacificado el territorio Yanguas irá trocando su ejército de guerreros por uno mucho más poderoso aún, el de los cientos de miles de cabezas de merinas que llegaron a conformar la más importante de las cuatro cuadrillas castellanas de La Mesta. Durante tres siglos el triscar de este ejército generó, además de inmensas fortunas a sus señoriales propietarios, un paisaje de inacabables pastizales, a la postre tan desarbolado y sediento de sombras que semeja el de un desierto de lomos duros y soledades. Cuando pasó el furor ganadero, a Yanguas, perteneciente en alma y glorias a las colindantes tierras de Cameros, le entró la avidez textil, con la que prosperó y alcanzó fama en la destreza de sus manufacturas y calidad de sus paños. Como fama alcanzó también la arriería de los yangüeses, extendida por toda la Península, viajeros acostumbrados a los largos recorridos desde que la trashumancia se reglamenta como la mejor manera de mantener los rebaños en la forma necesaria para generar fortunas.
De aquellas inmensas fortunas quedan, en éste y otros pueblos que forman las Tierras de Yanguas, algunos ejemplos de interés.
También quedan ejemplos de todo lo contrario: la despoblación y el abandono en el que cayeron muchas localidades que, tras desbaratarse una tras otra las menguantes formas de ingreso y trabajo acabaron tan mimetizados con el paisaje que hoy son imposibles hasta de localizar en un mapa.
VISITAR YANGUAS
Sin duda fue éste uno de los más destacados enclaves de la ganadería merinera soriana y de la industria y el comercio de los paños, aunque histórica y geográficamente, en el pasado perteneciera a la comarca de Cameros. De aquellos lucimientos aún le quedan interesantes recuerdos y unos aires, serranos y auténticos, que lo convierten, a todas luces, en un pueblo con encanto. Con todo merecimiento, Yanguas forma parte del club de Pueblos más bonitos de España. «La culpa» del buen estado de conservación que descubrimos hoy en un paseo por el interior de su casco urbano es consecuencia -paradojas de la vida-, precisamente, de su condición de lugar aislado y remoto. Gracias a ello mantiene, en buena medida, la personalidad arquitectónica de sus construcciones, con materiales -la piedra y la pizarra, sobre todo- tan de la tierra como el aire que corre por sus calles.
En en el recorrido por esta localidad, cuyo mayor atractivo es pasearla con calma, respirándola y sintiéndo sus silencios, encontramos varios puntos de interés, además del castillo, en su parte más alta. Lo mejor es dejar el coche en el parque que encontramos junto a la carretera, que, además, es aparcamiento pensado para autocaravanas, con fuente y mesas. Desde ahí el paseo se cuela hacia el interior de Yanguas por la Puerta del Río. De ella arranca la empinada calle Mayor. La misma por la que, en el día del Corpus, a la vuelta ya del invierno extremeño, se hacían desfilar los rebaños, agrupados de mil en mil cabezas, conducidos cada cual por sus respectivas cuadrillas de pastores, rabadanes, zagales y mastines, mientras los propietarios bendecían el acontecimiento desde los balcones de sus casonas nobiliarias.
En la parte más alta de la calle se sitúa la plaza Mayor, con la Casa de la Villa, porticada, y la iglesia de San Lorenzo. Un poco antes de llegar a la plaza es posible visitar el Museo de Arte Sacro, con interesantes piezas procedentes tanto de los templos con los que contó la localidad como de las iglesias de los numerosos despoblados de la zona, que han ido aumentando con los años. Por detrás de la plaza se alcanzan los restos del castillo árabe. El deambular por las callejas de Yanguas debe conducir ahora hacia la Puerta de la Villa, en cuyas inmediaciones se encuentra la calle Estudios y lo que desde el siglo XIV hasta no hace tanto fuera la Escuela de Gramática Latina.
Separada del casco urbano, en dirección a Enciso por la SO-615, se alcanza, en un corto paseo, la iglesia de Santa María, en el desaparecido barrio de Villavieja. En el edificio, que acusa numerosas reformas y añadidos, predominan las maneras góticas. Su capilla Mayor es de 1497. En el costado izquierdo se encuentra la capilla del Santo Cristo, del XVIII, con una talla muy venerada en la toda zona. A un costado del templo, aunque en la distancia, se yergue la solitaria torre románica de San Miguel. Del otro lado de la carretera, un hermoso puente medieval salva el Cidacos y permite llegar hasta un importante y viejo molino. Desde luego, la mejor forma de regresar el inicio del paseo, es por el sendero fluvial que corre desde él por las orillas del Cidacos hasta alcanzar el parque donde comenzamos.
TIERRA DE DINOSAURIOS
Estos lares de la provincia de Soria y la colindante sierra de Enciso riojana son profusos en yacimientos de icnitas, huellas fosilizadas de dinosaurio. Las que abundan en la provincia de Soria, de entre 20 y 30 centímetros, son, en general, pertenecientes a grandes animales que dejarían su impronta cuando lo que hoy es roca fuera, hace 140 millones de años, un barrizal al borde de enormes mares o lagos gigantescos. Para situar estas huellas y los animales que las produjeron en un contexto acertado, por completo opuesto al actual, es preciso imaginar un clima tropical con abundancia de vegetación y grandes bosques de coníferas, cipreses, pinos o helechos arborescentes.
Una buena manera de completar la visita a Yanguas es acercarse hasta alguno de los yacimientos que conforman la Ruta Oeste, de las señalizadas por esta zona de la provincia. La Ruta Oeste, que ejerce como tronco principal del que se desgajan los otros itinerarios, incluye algunos de los yacimientos más conocidos, como los de La Matecasa, El Frontal, Fuente Lacorte, Los Tormos, Santa Cruz de Yanguas y Salgar de Sillas, con huellas de terópodos carnívoros como el allosaurus, triceratops, stegosaurus y reptiles voladores. REPORTAJE COMPLETO: LA RUTA DE LOS DINOSAURIOS EN AUTOCARAVANA.
Otros destinos cercanos a tener en cuenta pueden ser la cascada del Barranco de Sancabras o el hayedo de Diustes. Al primero se llega por la carretera que sale hacia Enciso. A 3,5 km de Yanguas se localiza un pequeña aparcamiento desde el que se accede a pie, en unos 70 metros, hasta esta escondida cascada (que pudiera no llevar agua, en función de la época del año).
Otro rincón sorprendente e inesperado es el bosque de hayas que encontramos junto a la localidad de Diustes, a unos 8 kilómetros de Yanguas por la carretera SO-660. Un ejemplo de libro de lo que es un bosque relicto, un superviviente de cuando estas latitudes ofrecían un clima completamente diferentes al actual, con mayor humedad y temperaturas más templadas, y si hoy pervive es gracias a su especial orientación y a la frescura que le brinda el arroyo Ostaza. Está señalizado y se accede desde un área recreativa que hay un poco antes del pueblo, bien siguiendo las indicaciones del GR-86 o bien desde el pueblo siguiendo el curso del arroyo. Ni que decir tiene que su momento mágico es el otoño.
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