Tras las huellas de Roma en torno a Mérida (Badajoz)

Teatro Romano. Localidad de Mérida. Badajoz. Extremadura. España. © Javier Prieto Gallego
Restos y construcciones romanas en torno a la localidad pacense de Mérida.

 

Mérida y más allá

Huellas de Roma en la provincia de Badajoz

 

© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO

 

Circos, embalses, calzadas, teatros, balnearios… que los romanos que pasaron por la Península eran unos auténticos maestros del andamiaje, a estas alturas es más que sabido. Y no tanto por el repertorio de construcciones que levantaban allá donde las necesitaban. Si no porque 2.000 años después ¡todavía están en pie! O casi, al menos. Y, en cualquiera de los casos, baste pensar que de muchas de las grandes obras construidas después no han quedado ni los cimientos. Así que trazamos este viaje por la campiña y las vegas pacenses en busca de los restos, más que notables muchos de ellos, que aún se pueden localizar en el entorno de la otrora pujante ciudad romana de Mérida. Incluso, alguno, en pleno funcionamiento. Tal cual fueron plantados por aquellos ingenieros verdaderamente portentosos. Más grandes en nuestra imaginación, si cabe, al tratar de imaginar el aspecto aproximado que pueda tener alguna de las obras de nuestro tiempo -carretera, edificio, teatro, balneario, embalse…- en el año… 4013, por ejemplo.

 
Encinas junto al muro del embalse romano de Cornalvo. Parque Natural de Cornalvo. Comarca de Vegas Bajas. Badajoz. Extremadura. España.
Encinas junto al muro del embalse romano de Cornalvo. Parque Natural de Cornalvo. Comarca de Vegas Bajas. Badajoz. Extremadura. España.
 Y comenzamos por una de aquellas obras que 2.000 años después de ser realizadas aún sigue en pie y dando servicio: la presa que retiene y forma el embalse de Cornalvo, a unos 25 kilómetros de Mérida. La capital de la extensa provincia de Lusitania, Emerita Augusta (Mérida), necesitó abastecerse de agua por varios frentes y poner en pie hasta tres embalses: Cornalvo, Proserpina y Alcantarilla. El de Cornalvo, probablemente, y a decir de algunos expertos, puede ser el embalsamiento romano en funcionamiento más antiguo de Europa. La retención de aguas, que a su vez llegan hasta el embalse por canalizaciones romanas desde otro represamiento, acabó formando sobre el terreno un encharcamiento con forma de cuerno que, con determinados resoles, debía de recordarles a los de un rinoceronte. De ahí su Cornus Albus, cuerno blanco que acabo en «Cornalvo». La presa que tuvieron que construir y que todavía sigue en pie tiene 220 metros de larga por 18 de alta, y una curiosa forma de graderío por su cara interior. Junto a la presa sobresale la torre de desagüe del embalse. De su base arranca la galería que atraviesa el muro del embalse y, en su momento, daba comienzo al acueducto que llevaba el agua hasta Mérida y del que se conservan algunos tramos. Hoy ese cuerno acuático es el corazón del espacio natural que lleva su nombre. Un entorno natural que se caracteriza por la presencia de llanuras graníticas adehesadas y, especialmente, por una frondosa cubierta de alcornoques, encinas y fresnos.
 
La mejor forma de conocer el embalse y su entorno es pasar antes por el Centro de Interpretación ubicado en la localidad de Trujillanos, junto a la ermita de San Isidro y la carreterilla que lleva desde la localidad al embalse. Un recorrido por sus salas ilustra sobre cómo funcionaba el sistema hidráulico diseñado por los romanos. También sobre la riqueza faunística que atesora el parque y que está fuertemente influida por el embalsamiento, con abundancia de aves acuáticas. Tanto para su observación como para disfrutar del entorno boscoso y de ribera merece la pena realizar el sendero circular que recorre el perímetro del embalse. Son 7 kilómetros deliciosos que pueden realizarse en una hora y media.
 
Dos jóvenes charlan sentados sobre el muro del Embalse romano de Proserpina. Mérida. Comarca de Vegas Bajas. Badajoz. Extremadura. España. © Javier Prieto Gallego
Dos jóvenes charlan sentados sobre el muro del Embalse romano de Proserpina. Mérida. Comarca de Vegas Bajas. Badajoz. Extremadura. España. © Javier Prieto Gallego
 El segundo represamiento ideado por los romanos para dar de beber a la población emeritense fue el de Proserpina, si bien en este caso hay algún estudioso que defiende que lo que ha llegado hasta nosotros es más una obra altomedieval realizada a partir de la romana y que dejó de utilizarse para abastecer de agua potable. En cualquier caso, merece la pena acercarse hasta este rincón ubicado a 4 kilómetros de Mérida para conocer la que se considera, en términos generales, una de las presas romanas más grandes y mejor conservadas del mundo mediterráneo. De hecho, el muro del embalse, que permite pasear por él, tiene una longitud de 425 metros y una estructura básicamente igual que cuando fue construido, a finales del siglo I y principios del II. Para hacer llegar el agua a la ciudad fue necesario construir un canal de cerca de 10 kilómetros de longitud enlazando túneles y acueductos hasta salvar el río Albarregas por el acueducto de los milagros. El embalse recibió a lo largo de los siglos diferentes nombres hasta que se descubrió, en el siglo XVIII, una lápida en la que se invocaba a la diosa hispanorromana Ataecina-Proserpina, lo que hizo pensar que, tal vez, esta obra estuvo dedicada a ella. 
 
 
Visitantes en el teatro Romano de Mérida. Badajoz. Extremadura. España. © Javier Prieto Gallego
Visitantes en el teatro Romano de Mérida. Badajoz. Extremadura. España. © Javier Prieto Gallego
Por supuesto, Mérida no puede faltar en este viaje en busca de piedras romanas. Y menos estando ya tan cerca. Lo malo es que si nos descuidamos su apabullante legado monumental -casi todo romano de pura cepa- nos puede comer el tiempo disponible. Paradójicamente, tiempo es lo que les sobraba a los habitantes de esta pujante ciudad cuyo origen se remonta al año 25 a.C., cuando el emperador Octavio Augusto decidió fundarla como una especie de «ciudad de vacaciones». El clima y el paisaje debió de parecerle de lo más apetecible para ofrecérselo, a modo de recompensa, a los soldados veteranos –emeriti– que habían participado en las campañas de Cantabria y el noroeste peninsular. Mérida debía de producirles a aquellos soldados el mismo grado de excitación en su ánimo que Marbella a un noruego. Es así como surge esta Augusta Emeriti, convertida también en un centro administrativo que, andando el tiempo, acabó por convertirse en la novena población en importancia del vasto Imperio y un centro neurálgico de vital importancia. Aquí se situó el arranque de su calzada conocida como Vía de la Plata, trascendental para la comunicación del oeste peninsular en un momento en el que la pacificación ibérica comenzaba a convertirse en realidad.
 
El legado construido por Roma aquí durante sus 400 años de colonización es inmenso. Y su conservación tan excepcional que el conjunto fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1993. El listado de puntos a visitar es largo, aunque lo habitual es comenzar por el teatro romano, símbolo de la ciudad y escenario anual de su afamado festival de teatro clásico. A escasos metros se localiza el anfiteatro romano. Cerca queda un conjunto de mansiones romanas conocidas como la casa del Anfiteatro y la Torre del Agua. En ese mismo entorno monumental se enclava el Museo Nacional de Arte Romano, realizado por Rafael Moneo en 1986 y la mansión señorial conocida como Casa del Mitreo. También hay que visitar el mejor circo romano que hay en España.
 
Una de las termas romanas del balneario de Alange. Comarca de Tierra de Barros. Badajoz. Extremadura. España.
Una de las termas romanas del balneario de Alange. Comarca de Tierra de Barros. Badajoz. Extremadura. España.
 No parece difícil imaginar las conversaciones de aquellos soldados romanos retirados mientras contemplaban las interminables obras de su ciudad y se recomendaban unos a otros las aguas del balneario de Alange, a unos 18 kilómetros de la ciudad, mano de santo para aliviar los dolores de sus envejecidos cuerpos, baqueteados tanto por las mil y una peleas contra los testarudos cántabros como por el infernal clima del norte, siempre lluvioso y húmedo. Lo cierto es que las propiedades mineromedicinales y curativas del manantial del balneario, que brota a 28ºC y con un caudal de 316 litros por minuto, siguen hoy tan intactas como entonces. Son unas de las pocas aguas en Europa indicadas para el tratamiento del sistema nervioso. El balneario romano quedó integrado en el que se construyó en el siglo XIX. En el XX todo el conjunto fue declarado Monumento Nacional.
 
Entrada al balneario de Alange, en funcionamiento desde el siglo III a.C. Comarca de Tierra de Barros. Badajoz. Extremadura. España.
Entrada al balneario de Alange, en funcionamiento desde el siglo III a.C. Comarca de Tierra de Barros. Badajoz. Extremadura. España.
 Una última parada en busca de vestigios romanos nos lleva hasta un pequeño pueblecito de la campiña pacense conocido como Casas de Reina. A kilómetro y medio de esta localidad, en dirección a Fuente del Arco, se localizan los restos del teatro romano de Regina, tercero en importancia en Extremadura tras los de Mérida y Medellín. Se calcula que tuvo capacidad para unas 1.000 personas. Pero lo que le hace de verdad especial es su ubicación, en medio de una campiña que, a primera vista, puede parecer desolada, como si sus gradas y los restos de los muros surgieran de la nada. Algo que no sucedía en el pasado. En su momento, el teatro, como es lógico, se encontraba dentro del casco urbano de la ciudad romana de Regina Turdulorum, de la que también se han encontrado restos en el entorno del teatro. Poco a poco las excavaciones han ido sacando a la luz restos del foro, con estructuras de tres templos idénticos, que se interpretan como dedicados a la tríada capitolina; de una gran basílica pública y otros edificios de menor entidad pertenecientes al ámbito doméstico. Se sabe que la ciudad, resultado de una unificación de varios centros de población cercanos, comenzó a cobrar importancia a partir del siglo I, especialmente entre el año 70 y el 96, debido, sobre todo, a la fertilidad de los terrenos, la actividad minera y al tránsito que acarreaba la cercana Vía de la Plata.
 
Un buen lugar para rematar este periplo es la fortaleza árabe de Reina, en lo más alto de esta cercana población. Su imponente perfil, a 935 metros de altitud, se atisba desde muchos kilómetros a la redonda. Los mismos que permitían a sus defensores evitar cualquier ataque por sorpresa. Lo alto de ese cerro encastillado llegó a albergar una pequeña ciudad a la que, por no faltar, no le faltó ni su propia iglesia gótica.
 
 
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Y así lo publicó EL NORTE DE CASTILLA
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