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© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
Esta calle fue la admiración de muchos de los viajeros que llegaron a Valladolid durante el siglo XVII y XVIII. Su nombre deriva de la importancia que cobró el asentamiento de los talleres artesanos dedicados al trabajo de la plata, cuyos establecimientos se situaban en la planta de la calle utilizándose para vivienda de los artesanos el piso superior. Uno de esos talleres, ubicado en la esquina con la calle Cantarranas, estuvo en el origen del pavoroso incendio que se desató el 21 de septiembre de 1561. Tras extenderse rápidamente acabó devorando diversas calles del centro de la población hasta llegar a la plaza Mayor, donde calcinó las Casas Consistoriales y parte del monasterio de San Francisco, entre otros muchos edificios. El fuego se mantuvo activo durante casi dos días y marcó de tal manera la vida de la ciudad que sus llamas pasaron a incorporarse en el escudo de la ciudad.
Aquel incendio tuvo como consecuencia inmediata que el propio Felipe II impulsara de nuevo el trazado de toda la zona afectada dando lugar al nacimiento de una ciudad mucho más moderna y ordenada. Aquella remodelación, que cambió todo el aspecto del centro de la ciudad, dio origen a esta calle y, también, a una plaza Mayor que se convertiría en modelo a seguir para el trazado de otras muchas en España y América.
En el número 1 de esta calle una placa recuerda el nacimiento, en 1390, de san Pedro Regalo, futuro patrón de la ciudad. Tras ingresar con 14 años en el convento de San Francisco de Valladolid y marchar en 1404 a vivir al eremitorio franciscano de La Aguilera, desarrolló una intensa vida monástica preconizando siempre la sencillez y austeridad de la vida monacal. En Valladolid fundó el importante monasterio de El Abrojo, donde le acaeció el milagro que acabó convirtiéndole también en patrón de los toreros. Su festividad se celebra el 13 mayo.
El milagro del toro
Junto a las tapias del convento franciscano de El Abrojo se encontraba una vez san Pero Regalado, acompañado de otro compañero, cuando llegó hasta ellos un toro enfurecido que se había escapado de la plaza de toros de Valladolid, donde se lidiaba un festejo, perseguido por una multitud que trataba de darlo caza –y muerte-. Lejos de amilanarse ante la inminente embestida del toro acosado y asaeteado, y sin hacer caso del griterío de la multitud que le apremiaba para que no fuera cogido en sorpresa, Pedro levantó los ojos al cielo y con fe –torera- bastó su mirada para hacer que el animal parase su carrera ante el santo y se hincara de rodillas, manso como un cordero. A cambio, el santo, en vez de entrar a matar, que es lo que hacen los toreros de hoy, le libró de las puyas que llevaba y le dejó marchar mientras la multitud, sobrecogida por lo que había contemplado, indultó al morlaco.
Me ha encantado este articulo sobre la calle platerias y San Pedro Regalado, llevo años viviendo en Valladolid y jamas nadie me habia contado este tipo de cosas sobre las calles de mi ciudad , da gusto aprender con tus articulos, sigue trabajando así somos muchos los que admiramos lo que haces
Mucha gracias, Cuca, por el comentario. Me alegra mucho que disfrutes con lo que pongo en el blog. Seguiré buscando cosas que sean entretenidas y, sobre todo, útiles. Un abrazo.