Un paraíso en la tierra
Caminos que no hay que perderse en el parque nacional de Monfragüe
© Texto, vídeo y fotografías: Javier Prieto Gallego
Los romanos, que eran unos linces poniendo nombre a los sitios, lo llamaron Mons fragorum que, tirando de traducción literal, viene a significar Monte fragoso. Osea monte de vegetación abundante y terreno abrupto. El milagro es que tras tantos siglos de saqueo natural perpetrado a diestro y siniestro aquel Monfragüe, al norte de la provincia de Cáceres, siga haciendo cierto honor a su nombre. Y tanto, que está considerado como una de las joyas medioambientales de toda Europa. Los expertos aseguran que es una de las cinco zonas mejor conservadas de la cuenca mediterránea y que en su interior, las 18.118 hectáreas que abarca este parque nacional, podemos localizar el 70% de las especies que se encuentran protegidas en Europa: un auténtico santuario natural en el que, por suerte, aún encuentran refugio algunas -la gran mayoría- de las especies que en otras partes están a punto de desaparecer para siempre.
Y aunque habitado desde tiempos prehistóricos, como prueban las pinturas rupestres que el hombre primitivo dejó en algunas cárcavas que usó como refugio, siempre fue considerado un territorio por el que mejor no pasar, si se podía. Esa exuberancia que tan bien viene para la pervivencia de algunas especies fue aprovechada en el siglo XVIII para amparar las correrías de los bandoleros que salían al asalto de los viajeros desprevenidos. Sin ir más lejos, el origen de Villarreal de San Carlos, la diminuta población -apenas una calle y 20 casas- que ejerce como centro neurálgico del parque, está en el empeño de Carlos III por hacer cumplir la ley en la zona, ordenando la constitución de un puesto militar que controlara el bandolerismo que asolaba estas sierras.
Se trataba entonces de uno de los territorios más peligrosos de la Península, especialmente para quienes se veían obligados a transitar por él en busca del único puente por el que se podía salvar el Tajo en muchos kilómetros a la redonda, el puente del Cardenal, construido en el siglo XV y hoy bajo las aguas tras la construcción de los embalses de Torrejón y Alcántara. Su ubicación estratégica le hacía necesario para multitud de viajeros, ganados trashumantes, comerciantes y arrieros que recorrían el camino real entre Trujillo y Plasencia, y que acababan convertidos a su vez en víctimas fáciles para las diferentes bandas que pululaban al abrigo del denso robledal. Al finalizar la Guerra Civil española grupos de maquis, que se resistían a aceptar el resultado de la contienda, pulularon por esos mismos parajes amparados por la dificultad para controlar el territorio.
Un territorio, este parque nacional, por el que circulan cada año cerca de 250 mil visitantes atraídos por los encantos del paisaje y, muy especialmente, de sus bondades ornitológicas. Hace ya muchos años que los amantes de la observación de aves, extranjeros mayoritariamente, descubrieron que los cielos de Monfragüe son de una riqueza ornitológica extraordinaria. El catálogo de aves que encontramos en él atesora la mayor variedad y abundancia de especies que pueden localizarse en un solo lugar, de toda Europa. Se trata, en realidad, de un cruce de caminos aéreos en el que vienen a confluir, según las épocas del año, aves del norte de Europa con otras procedentes del África subsahariana al amparo de su bien conservada cubierta vegetal y, sobre todo, del estupendo refugio que brindan a algunas especies emblemáticas los abundantes riscos y acantilados, inaccesibles a otros depredadores, en los que encuentran las condiciones perfectas de cría. Ese conjunto de vallejos, farallones rocosos, dehesas, charcas y arroyos acoge la colonia de buitres negros más importante del mundo y una de las mayores densidades de aves rapaces que pueden encontrarse en Europa: águilas imperiales, águilas reales, perdiceras, culebreras, calzadas, más de 500 parejas de buitre leonado, además de búho real, halcones o cernícalos.
Mención aparte merece la cigüeña negra, especie estrella del parque tanto por su abundancia como por la facilidad con la que puede observarse. Dos circunstancias totalmente excepcionales -se caracteriza por su escasez y talante huidizo- que justifica la peregrinación constante de ornitólogos de todo el mundo para disfrutar de su observación. Unos 20.000 visitantes extranjeros, aficionados a la observación ornitológica la gran mayoría, escudriñan cada año los cielos y cantiles fluviales de Monfragüe.
Quien se apunte a un fin de semana de caminos y avistamientos sorprendentes debería pasar, sí o sí, por el Centro de Visitantes del parque ubicado en el enclave de Villarreal de San Carlos junto al que se localiza, además de un centro de interpretación de la naturaleza y otro sobre el agua, un pequeño conjunto de chozas tradicionales pastoriles reconstruidas como alojamientos. No hay duda de que es el lugar idóneo para recabar toda la información necesaria si se quiere sacar el máximo partido a la visita, además de para conocer de primera mano los sitios por dónde está restringido el acceso o se requieren permisos especiales.
Para los más andarines el parque está recorrido por tres senderosseñalizados balizados cada uno de ellos con un color: al castillo de Monnfragüe (rojo), al mirador de Tajadilla (amarillo) y al arroyo de Malvecino y cerro Gimio (verde). Todas ellos arrancan de Villarreal de San Carlos y están, a su vez, divididos en distintos tramos, con lo que se facilita la posibilidad de realizar las etapas más cortas o las que presenten un mayor interés.
Uno de los tramos más interesantes y recorridos es el que aúpa desde la fuente del Francés hasta el castillo de Monfragüe. Está señalizado con pintura roja y puede realizarse en toda su extensión, si se prefiere, desde Villarreal. El comienzo de la versión corta, que en esta forma lleva algo más de una hora, se realiza desde la fuente del Francés. Se localiza en el desvío de la izquierda nada más pasar el moderno viaducto sobre el Tajo, si se llega desde Villarreal. En ese punto da comienzo la senda que discurre por el interior de la floresta, de orientación septentrional, húmeda y sombría, en la que abundan los madroños, labiérnagos, brezos, durillos, alcornoques, quejigos y arces, principalmente.
Arriba encontramos la ermita dedicada a la Virgen de Monfragüe y los restos del castillo construido por los musulmanes para defender la valiosa línea estratégica dibujada por el Tajo. El paisaje que se avista desde lo alto del torreón compite, sin duda, con el que divisan los abundantes buitres de la zona. Desde la fortaleza, por la otra vertiente, unas escaleras conducen a un cercano aparcamiento. En la bajada hacia la carretera principal se localiza el refugio neolítico en el que se han hallado pinturas rupestres realizadas por los primeros habitantes de la zona. El camino de regreso al punto de partida discurre por la carretera, con una inevitable parada en el mirador del Salto del Gitano,uno de los lugares más emblemáticos del Parque. Su ubicación, en el estrechamiento rocoso de una garganta, hace posible la observación de las numerosas especies que tienen sus nidos en la pared opuesta de los cantiles.
EN MARCHA. El acceso hasta Monfragüe puede hacerse desde Salamanca por la N-630 hacia Béjar y Plasencia. En esta última localidad se localiza la EX-208 que debe tomarse hacia Trujillo hasta alcanzar Villarreal de San Carlos, donde se encuentra el centro de interpretación del parque.
INFORMACIÓN. Centro de Recepción, Villarreal de San Carlos (Cáceres). Tel.
927 19 91 3.
INTERNET. PARQUE NACIONAL DE MONGRAGÜE
Monfragüe es uno de los parajes naturales más valiosos de España. Esperemos que dure. Un saludo, Fco. Javier.
Hola Javier, creo que coincidimos en varias cosas, nombre, localidad y aficiones como puedes comprobar en mi blog, bastante más modesto que el tuyo.
Soy un asiduo de Monfrague, todos años bajo varias veces y decirte que has hecho una descripción perfecta del Parque.
Un saludo.