DIVINA LIÉBANA
Peregrinar a las montañas
© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
No todos los Caminos de Santiago llevan a Santiago. Algunos se paran antes. Como el Camino Lebaniego, una vía de peregrinación jacobea
mediante la que es posible ganar las mismas indulgencias que se si llegara a Compostela. Solo que esta puede terminar, si se quiere, en medio del idílico paisaje montañoso de Liébana.
Cada vez que el 16 de abril, día de Santo Toribio, cae en domingo es Año Santo en el valle de Liébana. Y este cae. Una más, por si faltaran excusas para acercarse hasta la maravillosa encrucijada de valles que conforman la comarca cántabra de Liébana. Así, quien no se sienta tentado por la cata lujuriosa de los manjares exquisitos que se sirven en bandeja en cualquier rincón de estas montañas tiene también en su mano la excusa de un viaje purificador hasta el corazón de la Liébana para ganarse el jubileo indulgente que se concede a los peregrinos piadosos. Otros muchos, ajenos a las tentaciones del estómago o las necesidades del alma, trajinan de un lado para el otro de estos valles hechizados por la belleza inconmensurable de unas montañas con capacidad de enganchar más que la más novedosa droga. Tal vez por todo ello, Liébana volverá a vivir de nuevo el frenesí que cada Año Santo inunda sus valles con la fuerza de una auténtica riada.
La primera de estas inundaciones humanas aconteció en tiempos de la conquista musulmana, cuando estos valles –Cereceda, Valdebaró, Cillórigo y Valdeprado– se convirtieron en el fortín natural donde refugiarse del alfanje sarracena que, en torno al siglo IX, hacía escabechinas en el resto de la Península. Antes, entre los siglos VI y VIII, grupos de monjes huidizos ya habían descubierto las bondades que este territorio brindaba para quien quisiera buscar a Dios escondiéndose de los hombres. Así llegó Toribio de Palencia, a la postre santo, para fundar su propio cenobio en una pequeña cueva, germen del actual monasterio de Santo Toribio de Liébana, cuya construcción data de 1256.
Sin embargo, es en tiempos de la invasión musulmana cuando suceden dos hechos muy relevantes para la vida del monasterio y el valle. Por una parte, vienen a parar aquí, con el propósito de intentar ponerlos a salvo de la rapiña califal, los huesos del obispo santo de Astorga, que también se llamaba Toribio, junto a la reliquia de un brazo de la cruz en la que murió Jesús y que él mismo había traído de Tierra de Santa. De ésta última, expuesta en el monasterio, se afirma que es hoy el mayor trozo conocido de aquella cruz. Otro hito fundamental del cenobio fue el momento en el que recaló, procedente del sur peninsular, un monje llamado Beato. De su cabeza y su mano brotaron aquí las miniaturas medievales más bellas de España, los comentarios gráficos con los que ilustró el Apocalipsis de San Juan, algunas de cuyas de reproducciones fotográficas pueden verse en el claustro del monasterio.
PODCAST: Preparar el Año Santo Lebaniego. Espisodio del espacio PISTAS.
La larga lista de milagros que a partir de aquel momento comenzaron a atribuirse tanto a los restos del santo como a la reliquia, despertaron de inmediato el interés de los peregrinos que discurrían hacia Santiago tanto por el Camino Francés como por el de la Costa y que no dudaban en afrontar los riesgos que escondía el desvío de unas pocas jornadas en su marcha. A pesar de los peligros que suponía en los albores de la peregrinación jacobea desviarse de los caminos principales, la tentación de tocar el madero en el que estuvo clavado Cristo era para ellos mucho más grande que las que les enviaba el mismísimo Lucifer. Tan difícil de resistir que no dudaban en internarse por entre aquellos murallones llenos de barrancos y cuestas imposibles.
Es así como con el paso de los siglos, el peregrinaje hacia Liébana acabó alcanzando tal consistencia que Julio II no dudó en otorgar, en 1512, la bula por la que se estableció el jubileo de una semana a quienes llegaran al santuario los años en que la fiesta de Santo Toribio cayera en domingo. Aquel privilegio fue ratificado por su sucesor, León X, al año siguiente convirtiendo el monasterio en uno de los cuatro grandes centros de peregrinación cristiana en el mundo en aquel momento, junto a Roma, Jerusalén y Santiago. Sin embargo, fue el papa Pablo VI, en una bula del año de 1967, quien amplió el viejo privilegio del jubileo semanal a todos los días del año comprendidos desde el 16 de abril que coincida en domingo hasta el mismo día del año siguiente. Algo que sucederá en 2017. Por eso, a partir de abril, peregrinar hasta Liébana tiene el mismo premio que hacerlo hasta Santiago en un Año Santo Jacobeo: la indulgencia plenaria para la remisión de la pena por los pecados.
El Camino Lebaniego paso a paso
Y es así como el Camino Lebaniego va cobrando su propia consistencia como un brazo que le nace al Camino de la Costa a la altura de San Vicente de la Barquera para acercar a los peregrinos, en 72 km y tres jornadas de viaje, hasta el monasterio de Santo Toribio. Una vez alcanzada la meta, no pocos peregrinos elegían continuar su viaje hacia Santiago siguiendo desde Liébana hasta la localidad de Mansilla de las Mulas, en la que enlazaban con el Camino Francés, recorriendo para ello el conocido como Camino Vadiniense. Una opción que aún hoy, no solo sigue siendo plenamente posible -está señalizada-, sino del todo recomendable. Especialmente para aquellos que ya han tenido la experiencia del Camino Francés y han quedado enganchados a las sensaciones que proporciona el viaje lento, a pie y cargado con todas tus pertenencias.
Desde la costa, San Vicente de la Barquera es el punto de partida de este viaje hacia el corazón de Liébana, incluido como el resto de los Caminos de Santiago del Norte Peninsular en la lista de bienes Patrimonio de la Humanidad y bien señalizado con flechas rojas en todo su trazado hasta el monasterio. La visita a San Vicente (Oficina de turismo, tel. 942 71 07 97) hay que comenzarla por la puebla vieja, en la parte alta de la localidad. Un paseo enlaza el castillo -con espectaculares vistas de los Picos de Europa, meta de la peregrinación-, restos de murallas, alguna casona y la iglesia, en el otro extremo. Los puentes son también signos de identidad de esta villa: el de la Maza, con 28 ojos, fue construido por mandato de los Reyes Católicos en el siglo XVI, mientras que el del Parral data del siglo XVIII.
Desde ahí, la localidad de Muñorrodero es la puerta de entrada al valle del río Nansa por cuyas orillas discurren los primeros kilómetros del recorrido. Este sendero fluvial, señalizado como Sendero Fluvial del Nansa y acondicionado con pasarelas e incluso áreas de descanso, lleva entre idílicos rincones hasta la ferrería de Cades, final de la primera etapa a pie, y parada imprescindible para quienes gustan de ver en funcionamiento ingenios de otros tiempos. Esta, en concreto, fue construida a mediados del siglo XVIII y es una de las ferrerías mejor conservadas de Cantabria. El molino harinero y la ferrería se visitan de manera conjunta y puede hacerse con o sin demostración de funcionamiento y visita guiada. Los horarios y frecuencia de funcionamiento varían en función de la época del año. Lo mejor es contactar previamente con ella: tels. 942 709 360 / 608 104 785.
Con los martillazos del mazo retumbando aún en la memoria, la peregrinación continúa por la CA-856 hacia las hoces de Lamasón hasta alcanzar Sobrelapeña y Lafuente. En esta última, la ermita de Santa Juliana está considerada una valiosa edificación del románico cántabro.
Pasado Lafuente el peregrino de a pie prosigue el itinerario por el mismo trazado que lo hacían los peregrinos antes de que en 1863 se abriera la primera vía transitable a través del desfiladero de La Hermida: hasta Lebeña y su bellísima joya mozárabe de Santa María por la canal de Francos para luego subir hasta Cabañes y continuar por Pendes, Tama y Potes, última parada para reponer fuerzas antes de afrontar los escasos tres kilómetros que dejan a las puertas del monasterio.
Quienes peregrinen en coche desde Lafuente tienen por delante el serpenteante descenso hasta las profundidades de La Hermida -tan profundas que dice Galdós que debería llamarse «esófago de la Hermida» en lugar de «garganta»- y la emoción de recorrer todavía hasta Potes un buen trecho del que está considerado uno de los desfiladeros más largos de España, con paredes verticales que superan en muchos puntos los 600 metros.
Sea cual sea la opción escogida, conviene hacer tiempo para visitar, en Tama, el Centro de Interpretación del Parque Nacional de los Picos de Europa, un moderno edificio de más de 4.000 metros cuadrados dedicado a mostrar la biodiversidad del Parque (tel. 942 738 109). Y, en Potes, el entramado urbano de una localidad que conserva aún buena parte del sabor hidalgo y montañés que fue acumulando a lo largo de los siglos. Merece la pena recorrer con tiempo sus barrios más antiguos, como el de la Solana, acercarse hasta su edificio más representativo, la torre del Infantado, o la iglesia de San Vicente, sede de la Oficina de Turismo y el Centro de Estudios Lebaniegos (teléfono: 942 730 787. liebana.net). El paseo por la parte histórica de la localidad puede seguirse por el puente de San Cayetano mientras se descubren casonas hidalgas como la de La Canal y construcciones pintorescas como la torre de San Cayetano.
Finalmente, el monasterio de Santo Toribio se localiza a tres kilómetros de Potes. Además de la iglesia gótica, del claustro y de la capilla barroca, se pueden visitar en sus alrededores varias ermitas cuyos orígenes se remontan a los mismos del monasterio; la de San Miguel ofrece una amplísima panorámica del valle. Todos los días hay visitas guiadas (tel. 942 730 550).
EL CAMINO LEBANIEGO. Permite unir el Camino del Norte (o de la Costa) con el Camino Francés utilizando desde Santo Toribio hasta Mansilla de las Mulas el Camino Vadiniense. El Camino Lebaniego tiene 71,9 km y está señalizado desde San Vicente de la Barquera con una flecha roja junto a la cruz del Lignum Crucis. Puede realizarse en tres etapas. La primera lleva en 28,5 km desde San Vicente hasta Cades (albergue abierto todo el año, tels. 942 72 75 77 – 649 35 76 48). La segunda en 31,3 km hasta Cabañes (albergue abierto todo el año, tel. 657 680 923). Y la tercera, de 21,1 km, finaliza en Santo Toribio (albergue abierto todo el año para grupos, tel. 942 730 550). Web: caminolebaniego.com. Puedes descargarte AQUÍ el mapa del camino en PDF.
Camino Lebaniego Etapa 1. SAN VICENTE-CADES
Camino Lebaniego Etapa 2. CADES-CABAÑES
Camino Lebaniego Etapa 3. CABAÑES-SANTO TORIBIO
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