Las delicias de viajar sobre una hoja de papel
Texto: Javier Prieto Gallego
Hay alfombras mágicas y hay hojas de papel. Las primeras son difíciles de encontrar. Tal vez quede alguna en algún bazar de El Cairo o en la trastienda olvidada de un almacén en Tombuctú. También es posible que alguna vez hayas tenido alguna delante de tus narices y no te hayas dado cuenta. En apariencia son iguales a las demás. Lo que las hace diferentes es su capacidad para sintonizar con tu imaginación. O con tus deseos. Ya sabes, por los cuentos, que si eso sucede, te llevarán donde tú quieras.
Por suerte, de lo segundo, hojas de papel, aún quedan muchas. Sin embargo, que sean capaces de transportarte tan lejos como tú quieras, no tantas.
En la editorial Tintablanca han conseguido un buen puñado de ellas. Son hojas exquisitas, amorosas al tacto y que suenan a papel cuando las pasas, fabricadas específicamente para sus libros: unas guías de viaje que no son guías, son espoletas para que no podamos resistirnos a la imperiosa necesidad de volver a perdernos por las calles de Nueva York, País o Úbeda. O, si nunca hemos estado, para sobrevolarlas sintiendo el mismo vértigo delicioso que ofrecen los viajes en alfombra mágica.
A estas alturas, es posible que ya hayas oído hablar de esta nueva editorial y de sus guías de viaje. En muy poco tiempo han conseguido enamorar a quienes siguen creyendo que la lectura es un placer que se vive con todos los sentidos del cuerpo. Por eso cuidan al máximo la encuadernación, hecha a la vieja usanza, con suaves tapas enteladas con algodón orgánico, o la calidad de los papeles: sujetarlos o pasar hojas es un deleite que arropa el placer de una lectura tanto como una salsa puede hacer sublime un plato.
En Tintablanca han pensado que era una buena idea recuperar el espíritu de los viejos libros de viaje y de aquellos cuadernos viajeros en los que los intrépidos exploradores del siglo XIX dejaron plasmados sus periplos de asombro. Y es así como poco a poco fueron concibiendo la idea de crear libros que pidieran a gritos ser cogidos, disfrutados sobre el regazo, leídos junto a un fuego o en la mesa de un café. Libros de viaje escritos por viajeros y para viajeros. Porque, pasada ya la moda de las guías llenas de datos prácticos, tan necesarios como perecederos, en Tintablanca han creado una colección de libros intemporales para viajar con ellos ahora y siempre que apetezca. Sus páginas, repletas de curiosidades, de anécdotas, de causas y consecuencias, afinan la mirada para llegar sin dificultad a la esencia, al alma de las ciudades que retratan. Un alma que, como tal, puede ser cambiante pero es, también, imperecedera.
Y han cuidado tanto la experiencia de la lectura que a textos deliciosos les acompañan sugerentes ilustraciones realizadas por artistas. Dibujos y acuarelas que plasman, mejor que cualquier fotografía, el espíritu de esos lugares. Escenas que con el aire apresurado de esos apuntes tomados sobre la marcha evocan mejor que nada la atmósfera de cualquier rincón. Apuntes que, por si hiciera falta, puede completar cada cual a su gusto en las páginas que, de un blanco radiante, hipnótico, trae cada libro al efecto.
Por el momento, en las librerías -o en este enlace- puedes encontrarte las guías y los cuadernos de viaje de París, Nueva York, Madrid y Úbeda firmados por los escritores Use Lahoz, Mariano López, Carlos Aganzo y Manuel Mateo e ilustrados por Blanca Lacasa, Miguel Ángel Berges, Ximena Maier y Paco Montañés, respectivamente.
Es muy curioso tu reportaje sobre la nueva edición de guías de viaje a la antigua usanza, me gustan mucho este tipo de libros.
Leo y veo tus videos con atención, porque son útiles, curiosos, bonitos y muy entretenidos.
Gracias mil
Muchas gracias, Manoli. En este caso concreto, se trata de una colección de libros muy cuidada. Saludos.