Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
Le pasó al Canal de Castilla: siglos para pelear por una forma rápida de sacar las mercancías desde el interior de la Meseta hasta el mar; siglos de pensar por dónde sí y por dónde no; siglos de pensar cómo y con qué dinero; años de trabajos forzados para poner sobre el terreno lo que parecía el sueño de un Goliat y cuando por fin empieza a funcionar llega alguien e inventa un medio de transporte más rápido, barato y funcional. O sea, más rentable: el tren. Y así empieza una lenta agonía de nunca acabar que deja toda la infraestructura cayéndose a pedazos como la costra de una herida mal curada.
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Pues lo mismo, o bastante parecido, le pasó al trazado de la línea del ferrocarril Santander-Mediterráneo, un vasto proyecto ideado en los despachos que pretendió, a finales del siglo XIX –o sea, muy poco después de dejar fuera de juego al Canal de Castilla- unir las costas del Mediterráneo y del Cantábrico entre los puertos de Sagunto y Santander, en lo que estaba llamado a ser un importantísimo corredor de mercancías que revitalizaría las dos costas y todos los puntos intermedios por los que tendría que pasar.
Como con el Canal, el proyecto arrancó y paró tantas veces que al final quedó todo medio en pie, medio en el suelo. Bien es verdad que al final se tendieron prácticamente la totalidad de los kilómetros planteados y que durante muchos años estuvo en funcionamiento el tramo entre Cidad Dosante, en Las Merindades burgalesas, y Calatayud, en Zaragoza. Tras el parón de la Guerra Civil el proyecto volvió a reanudarse con las renovadas fuerzas que, en este caso, aportaron los miles de prisioneros que trabajaron en condiciones inhumanas con el objetivo de salvar la mayor dificultad orográfica de la línea: la Cordillera Cantábrica interpuesta entre la Merindad de Sotoscueva y el valle del Pas. Para ello fue necesario realizar el túnel de La Engaña, una proeza que con sus casi 7 km tenía el récord del túnel más largo construido en España hasta que en el año 2008 se lo quitó el que atraviesa la sierra de Guadarrama para que pasase el AVE. Muchos muertos y 17 años después de iniciarse el túnel, que nunca llegó a tener raíles, ya estaba listo. Pero la sentencia de muerte de la propia vía, también. En 1985, a falta sólo de unos 40 kilómetros para alcanzar la costa santanderina, el gobierno la cerró definitivamente por falta de rentabilidad.
Hay proyectos a los que después de marear mucho la perdiz se les va tanto la fuerza que acaban quedando en agua de borrajas. Y no es cosa de la alta cocina. Tiene que ver más con el sentido común. O con la fortuna.
De tanto y tanto esfuerzo es mucho lo que ya no sirve para nada y algo lo que todavía puede incluso disfrutarse, como los tramos que se han ido convirtiendo en vía verde durante los últimos años, en concreto los 51 kilómetros que pueden recorrerse entre la capital burgalesa y la localidad de Cascajares de la Sierra.
Si no quieres acometer de un tirón tanto kilometraje, una buena forma de empezar a disfrutarla puede consistir en recorrer el tramo que media entre Burgos y Modúbar de la Emparedada. Son 13 km que resultan sumamente agradables de recorrer, especialmente en bicicleta y muy significativos de lo que supuso esta obra. Cuenta, además, con el aliciente de atravesar, un poco antes de llegar a Modúbar de la Emparedada, por el que fue el túnel más largo de la línea del tramo que estuvo en funcionamiento. Al estar realizado en línea recta, sus 600 metros de largo no tiene más dificultad –en todo momento se ve la boca del salida- que no darse contra las paredes, si bien resulta aconsejable llevar algún tipo de iluminación y no ser muy aprensivo.
En Burgos, el paseo arranca de la calle Alfareros para salir hacia la estación de Cardeñadijo y seguir, sin pérdida ni despiste posible, por el mismo carril por el que pitaron en su día los trenes del Santander-Mediterráneo.
EL PASEO. Tramo de 13 km entre Burgos y Cojóbar por la vía verde Santander-Mediterráneo. Se atraviesa un túnel de 600 metros para el que es recomendable contar con alguna iluminación. En Cojóbar existe un jardín con mesas, bancos, un estanque, dos patos y una gran variedad de árboles que cuenta con la consideración de Jardín Europeo. En Burgos el inicio se realiza por la calle Alfareros.
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