Un viaje de horizontes despejados a través de Los Montes Torozos (Valladolid)

El castillo de Montealegre de Campos fotografiado a la luz de la Luna. Montes Torozos. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
El castillo de Montealegre de Campos fotografiado a la luz de la Luna. Montes Torozos. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
Los castillos de Torrelobatón y Montealegre de Campos son dos de los más representativos de la provincia de Valladolid. Ambos tienen centros de interpretación y espectaculares vistas desde sus almenas.

Miradores y castillos

© Texto, fotografías y vídeo: JAVIER PRIETO GALLEGO

 

Asomarse al borde de los Montes Torozos es siempre una experiencia que sobrecoge. Si se hace desde lo alto de un castillo la observación puede devenir entonces en experiencia mística. Tan intensas y extensas son las sensaciones como la vista que se alcanza desde, pongamos por caso, el castillo de Montealegre de Campos, uno de los más contundentes y macizos de toda la provincia de Valladolid.

 
 
El castillo de Montealegre de Campos a la luz de la luna. Montes Torozos. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
El castillo de Montealegre de Campos a la luz de la luna. Montes Torozos. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
 
 
 
Y también uno de los de más largas vistas: sé que exagero, pero da la sensación de que desde sus almenas lo que se ve es media Castilla, la que mira hacia el murallón montañoso de Palencia y de León. La otra media es la que debería de verse desde lo más alto de la torre del homenaje original. La actual es, exactamente, la mitad de la que tuvo el castillo antes de que se viniera abajo. Mide 20 metros desde las almenas al suelo. La original medía 40 y es posible que desde su terraza y en un día claro se intuyeran sin problemas los Picos de Europa, 120 km más al norte en línea recta.

Miradores y castillos: vídeo del reportaje. © Javier Prieto Gallego

 
 
Este bastión fabuloso da miedo con sólo mirarlo. Caja fuerte indestructible, es un mazacote tan plantado a conciencia que a la larga y tras mucha batalla inútil lleva colgado en la pechera una medalla que muy pocos castillos pueden lucir con propiedad, la de invicto: nunca fue vencido por la fuerza a pesar de los pesares. Y mira que se puso empeño.
 
Castillo de Montealegre. Valladolid.Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Castillo de Montealegre. Valladolid.Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
 
 
 
La verdad es que fue diseñado para que quien se metiera dentro se sintiera tan a salvo de las contingencias del mundo como quien se construye ahora un refugio nuclear. De hecho, en el momento de su construcción, entre los siglos XIII y XIV, este era un territorio de frontera en el que se dirimía a sangre y fuego cuáles eran los límites de Castilla y cuáles los de León. Cuestión en la que no siempre se tenía coincidencia.
 
 
Palomar derruido y castillo de Montealegre. Montes Torozos. Valladolid. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Palomar derruido y castillo de Montealegre. Montes Torozos. Valladolid. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
 
 
 
Por eso este castillo no tiene ventanas, a excepción de un balcón de época posterior que mira hacia el pueblo; cualquier cosa que adelgazara los cuatro metros de espesor de sus muros ciclópeos podía convertirse en su talón de Aquiles. Y así, solo con piedra y argamasa es como fue tomando forma esta caja fuerte ideada para que los de fuera se cansaran de esperar la salida de los de dentro. Piedra a piedra. Una detrás de otra. Como quien levanta un mazacote de azúcar con terrones en el mantel de la sobremesa. Tanta piedra y tan bien puesta que duelen los oídos al imaginar el batallón de canteros que debieron de hacer falta, martilleando en la explanada, dando la forma precisa para que cada bloque encajara donde debía, el lugar del que no tenía que moverse así cayeran chuzos de punta, teas ardiendo o bombazos de catapulta.
 
 
El castillo de Montealegre desde el camino de la ermita de la Virgen de las Serosas. Valladolid.Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
El castillo de Montealegre desde el camino de la ermita de la Virgen de las Serosas. Valladolid.Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
 
 
Por eso ahora, aunque sea con permiso y en el horario marcado –que no es nada amplio, por cierto-, sigue dando respeto traspasar su puerta, la única forma de penetrar en sus entrañas que no sea como un grajo. También es el mejor lugar para calibrar el grosor de unos muros que de puro gordos no dejan pasar ni el más bruto de los ruidos.
 
 
Torre del homenaje del castillo del Montealegre. Centro de Interpretación. Valladolid.Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Torre del homenaje del castillo del Montealegre. Centro de Interpretación. Valladolid.Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
 
 
 
La visita al interior, que da para un rato más bien largo, va desgranando por qué los castillos de aquel tiempo se asomaban todo lo que podían al borde la Tierra de Campos, dibujando en esta linde orográfica una línea de fortalezas de la que la de Montealegre formaba parte junto a las de Belmonte, Ampudia,  Villalba de los Alcores, Torremormojón o Trigueros, varios de ellos visibles, a ojo, desde las almenas. También que su historia fue una sucesión de acosos memorables, como al que lo sometió el rey Pedro I el Cruel, sin conseguir vencerlo gracias a las mañas defensivas de Isabel de Meneses, que organizó la resistencia al asedio hasta que logró que el rey se aburriera de intentarlo. Siglos más tarde fueron las fuerzas realistas quienes intentaron batirlo por la fuerza –sin conseguirlo de nuevo- para rendir a las huestes Comuneras que se habían hecho fuertes dentro. Al alcanzar el siglo XVII el I marqués de Montealegre reformó el interior del castillo levantando en el patio de armas un palacio que llegó hecho añicos a la primera mitad del siglo XX. Aunque es a principios de ese siglo, en 1908, cuando estuvo a punto de caer rendido para siempre, al ser adquirido para convertirse en cantera.
 
 
La iglesia de Santa María desde lo alto de la torre del homenaje del castilo de Torrelobatón. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
La iglesia de Santa María desde lo alto de la torre del homenaje del castilo de Torrelobatón. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
 
 
 
Este viaje de castillos y miradores a través de los Torozos toma la carretera, pasa La Mudarra y recala en Peñaflor de Hornija. Desde lejos presenta el perfil de una población encastillada, aupada sobre un cerro al que rodearon de murallas para convertir el asalto por sorpresa en una misión casi imposible. El tiempo se llevó por delante las murallas pero no su condición de oteadero privilegiado. Por eso el paseo de ronda sigue siendo el lugar preferido para las tertulias de la tarde, el lugar desde el que se sigue en la distancia el ajetreo de los tractores, el ir y venir de los coches, el asombro de los forasteros. Un mirador a modo de espolón sobre el valle del Hornija, en un costado del pueblo cerca de la plaza Mayor, permite gozar de inolvidables atardeceres.
 
 
Torrelobatón. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
Torrelobatón. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
 
 
 
Por ese mismo valle discurre la carretera que conduce hasta Torrelobatón. Y por ese mismo valle discurrieron los trajines de batalla que acabaron poniendo en la picota las cabezas de Padilla, Bravo y Maldonado. La rebelión Comunera, que en el siglo XVI trató de poner algo de cordura en las relaciones de un rey prepotente y un reino que lo veía como extranjero y usurpador, tuvo en este castillo episodios tan decisivos como el fracasado intento de Juan de Padilla, jefe de los ejércitos comuneros, de abandonarlo a tiempo para refugiarse tras las murallas de Toro y librarse así del acoso al que estaba siendo sometido por las fuerzas realistas. La indecisión de Padilla, que pudo haber coronado con éxito la retirada si la emprende un poco antes, y la fatalidad de unas lluvias pertinaces que dejaron clavada su artillería en las campas malditas de Villalar, dieron al traste con las exigencias comuneras y el anhelo de justicia que las inspiró.
 
 
Centro de interpretación del Movimiento Comunero instalado en el interior de la torre del homenaje. Castillo de Torrelobatón y molinos de viento. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
Centro de interpretación del Movimiento Comunero instalado en el interior de la torre del homenaje. Castillo de Torrelobatón y molinos de viento. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
 
 
 
 
De todo esto y mucho más se habla con detenimiento en la visita a la fortaleza de Torrelobatón. El recorrido por la torre del homenaje desgrana mediante vídeos y paneles el largo proceso que llevó a que las cosas acabaran como acabaron, lo mismo que unas mirillas ayudan a situar, desde lo alto de las almenas, lo que se esconde tras el horizonte, hacia dónde quedan las villas y castillos que formaron parte de aquel escenario de batallas.
 
 
Torre del homenaje del castillo. Torrelobatón. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
Torre del homenaje del castillo. Torrelobatón. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
 
 
 
Desde esas mismas almenas o desde las del adarve, que también se recorre, se atisba la chopera –a la derecha de las piscinas- en las que tuvo lugar el rodaje de la película El Cid, en 1961. Unos 300 vecinos participaron en el rodaje de esta superproducción de Hollywood que usó el castillo como telón de fondo y, de paso, se convirtió en el mejor reclamo para muchos visitantes que llegan de fuera con la idea de visitar un castillo de película. Y, aunque Charlton Heston ya solo está en los carteles que recuerdan aquellos días de rodaje, ciertamente, lo es.
 
 
El valle del Hornija desde el castillo de Torrelobatón. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
El valle del Hornija desde el castillo de Torrelobatón. Valladolid. Castilla y León. España © Javier Prieto Gallego
 

LOS CASTILLOS. El castillo de Montealegre se visita en un pase guiado los viernes por la tarde a las 17,00 horas y los sábados y domingos a las 11,30 y a las 17 horas. Tel. de información: 680 857 148. El castillo de Torrelobatón se visita por libre martes a viernes, de 17 a 19,30 horas; sábados, domingos y festivos de 11 a 14 y de 17 a 19,30 horas. Tel. de información: 665 834 753.
QUÉ MÁS. Montealegre de Campos es una localidad con buenos ejemplos de arquitectura tradicional. Además de castillo hay que visitar la ermita del Humilladero, en la que se ubica el Museo del Pastor. A las afueras queda la ermita de la Virgen de las Serosas. De sus tejados despuntan las iglesias de San Pedro y Santa María. Peñaflor de Hornija: la iglesia de Santa María su edificio más interesante. Torrelobatón: la iglesia de Santa María destaca por su originalidad arquitectónica y su retablo mayor.
 
 

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