ECOS DEL CÍSTER
© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
Cada cual es muy dueño de buscar las excusas que le peten para salir de su casa y echarse a los caminos. Y hay tantas como cada cual sea capaz de encontrar. A algunos nos da lo mismo perseguir escenarios de películas, caminos de contrabandistas, trincheras de la Guerra Civil o palacios reales.
Hoy me he decantado por un viaje que despierta enseguida ecos de leyendas. Es un viaje que transita por territorios en los que la imaginación juega un papel importante: tiene que rellenar por su cuenta lo que el tiempo se ha llevado por delante. Lo que no puede verse. Seguir las pistas que han dejado -en forma de piedras, tallas, firmas de cantero…- hombres y mujeres que vivieron por aquí hace más de mil años. En un tiempo y en un espacio en el que por esos lares no vivía nadie más. Estaban ellos solos -o casi- rodeados por la nada y el miedo. El miedo de lo que podía llegar del Más Allá y el miedo a que alguien pudiera venir a llevarse lo tuyo. Un tiempo en el que no podía llamarse al 112 ni a la policía si había problemas. Como mucho, pedir ayuda al rey que te protegía o al señor que te amparaba en su territorio. Pero eso llevaba tiempo y no resucitaba a los muertos. Es el tiempo, allá por los siglos X y XI en el que monjes de distinta procedencia llegaban de fuera con sus bártulos, ocupaban un territorio al que nadie que ir -porque estaba rodeado de nada y de miedo- y comenzaban una nueva vida. Se convertían en colonos que abrían el camino a la llegada de nuevos colonos para que la nada y el miedo fueran poco a poco desapareciendo.
Y hoy vamos a hacer un viaje por algunos de esos lugares en los que aquellos monjes dejaron su rastro. Viajamos tras ellos por el noroeste de la provincia de Zamora.
01 SANTA MARÍA DE MORERUELA. Arrancamos el viaje a lo grande: visitamos el que, según los eruditos, fue el primer monasterio cisterciense fundado en España. Es decir, el pionero entre los pioneros y, andando el tiempo, una institución económica, política, religiosa y cultural de principalísima influencia en la España reconquistada de los siglos XII y XIII.
Para disfrutar de su fantástico esqueleto, que es lo que queda, hay que llegar primero a la localidad de Granja de Moreruela, en la N-630 a 32 kilómetros de Benavente, y tomar la carreterilla que lleva en un santiamén hasta la vega fresca y amena en la que reposan sus restos. Antes, y para aprovechar mejor la visita, es recomendable hacer un alto en el Centro de Interpretación del Císter. Es, desde luego, un buen prólogo para ir entendiendo el funcionamiento de estos monasterios y, de este en concreto, darse de cuenta de la envergadura que fue adquiriendo con el paso de los siglos y del éxito de sus negocios.
Los antecedentes más remotos de este impresionante monasterio hay que buscarlos en otro anterior mozárabe y levantado en otro lugar por los monjes Atilano y Froilán a finales del siglo IX, junto a la orilla derecha del Esla. Cuenta una leyenda que un arcángel se les apareció para que abandonaran su convento antes de que fuera destruido por Almanzor y levantaran otro en el lugar donde se toparan con un león al lado de un árbol grande y una piedra con sitio para esconder la imagen de la Virgen que llevaban.
Y andaban los hombres cumpliendo la manda cuando localizaron al león, el árbol y el agujero en la orilla izquierda del Esla en el lugar llamado Moreruela de Frades. Ahí se pusieron de nuevo manos a la obra. Y fueron las ruinas del convento levantado en este lugar por ellos el que aprovecharon unos 100 años después los monjes benedictinos para la fundación del convento de Santiago de Moreirola, cuya advocación cambiaron al poco por la de Santa María cuando se adscribieron al Císter. Ahí se quedaron durante más de 800 años hasta que el hachazo de las desamortizaciones del siglo XIX desbarató un pujante complejo monacal con extensas propiedades y una fructífera explotación agrícola.
Lo que queda hoy a la vista son unas maravillosas ruinas entre las que destacan los restos del templo. Especialmente su cabecera, la parte más enteriza y, a la vez, la más bella, tanto por dentro como por fuera.
INFORMACIÓN. Horario del monasterio: miércoles-domingo, 11-14 y 16-20,30 horas. Tel.679 792 890. Horario del Centro de Interpretación: lunes, miércoles y jueves, 12-14 horas. Tel. 660 518 418
02 TÁBARA. Seguimos los pasos de los monjes constructores Atilano y Froilán para ver la estupenda iglesia de mañas románicas perteneciente al monasterio que levantaron en Tábara en el siglo IX. Un monasterio dúplice, con sitio para 600 monjes y monjas. La fama del cenobio, de proporciones considerables y un entorno envidiable, bien situado en las líneas de comunicación que enlazaban el centro y el noroeste peninsular, vino a acrecentarse en el siglo X por la maestría de su scriptorium –concretamente, por las manos de Magius, Emeterio y la monja Ende- capaz de legar al mundo las alucinantes miniaturas con las que se lustró e ilustró el Beato de Liébana que se conserva en la Biblioteca Nacional.
INFORMACIÓN. Horario: martes-viernes, 11-14 y 17-20 horas. Sábado, 10-14 horas.
03 SANTA MARTA DE TERA. El siguiente alto lo vamos a hacer en esta localidad para acercarnos hasta la que algunos consideran la iglesia románica más veterana de Zamora y una de las más antiguas de la Península, la de Santa Marta. Lo que hoy se ve es una encantador templo de cruz latina con un ábside rectangular que la conecta con otros raros ejemplos de la tradición prerrománica hispana. Su portada meridional, que mira entre las tumbas del cementerio hacia el río, es uno de sus rincones más buscados. Sobre todo porque de uno de sus costados, el izquierdo según se mira, pende la representación escultórica más antigua del apóstol Santiago en pose de peregrino. Los días 21 de marzo y 23 de septiembre, durante los equinoccios, tiene lugar en la iglesia un fenómeno de iluminación natural semejante al de San Juan de Ortega.
INFORMACIÓN. Horario: miércoles-domingo, 9,30-13 y 17-20,25 horas. Martes, 17-20,15 horas.
04 SAN MARTÍN DE CASTAÑEDA. Este es el otro de los dos grandes monasterios cistercienses que atesora la provincia de Zamora. Ubicado en un lugar de ensueño, junto a las aguas del Lago de Sanabria, también hunde sus orígenes en leyendas o suposiciones que hablan, entre otras cosas, de un posible grupo monjes cordobeses que, en el siglo X, llegaron procedentes del monasterio vallisoletano mozárabe de San Cebrián de Mazote para fundar aquí un monasterio, puede que sobre los restos de otro monasterio anterior de época visigoda destruido durante la invasión musulmana. Como ves, es un monasterio construido con suposiciones sobre suposiciones.
Parece más contrastado que en el año 1150, el rey Alfonso VII dona el lugar al monasterio leonés de Carracedo para que instale aquí una filial. También lo está que hacerlo en este lugar maravilloso no es casual: una de las fuentes de ingreso fundamentales durante su larga existencia fue la explotación de todo cuanto daba el lago, en especial sus codiciadas truchas (y, también, el tributo que los sanabreses pagaban religiosamente al monasterio por el uso de los innumerables bienes que atesoraba en la zona).
En su iglesia de Santa María tiene lugar en cada equinoccio el fenómeno de la luz equinoccial. Un rayo de luz de cuela por una ventana de la cabecera del templo e ilumina durante casi una hora los cuatro capiteles del lado izquierdo de la nave central hasta culminar en el crucero. Sucede en torno a las 7,30 de la mañana.
INFORMACIÓN. Horario: martes-domingo, 11-14 y 16,30-19,30 horas.
Y DE COMER…
Los monjes de Sanabria sabían de sobra acerca de la exquisitez de las truchas de la zona. El viajero de hoy puede encontrarlas en apetitosos platos, frita con jamón o en escabeche. Si vamos tras los pescados podemos encontrar en el menú el bacalao en salazón, a la tranca o al ajo arriero, el congrio seco o el excelente pulpo a feira con aceite, pimentón y ajo. Y, si somos de carne, nada mejor que los elaborados a partir de la Ternera Sanabria, por ejemplo las presas a la brasa.
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