Un paseo hasta el hayedo de Alba, en el alto Oca (Burgos)

Los requiebros del alto Oca entre desfiladeros y pueblos abandonados

Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO

El río Oca nace y muere entre cañones, como los soldados de antes. Sus veneros los tiene en la sierra del mismo nombre, un conjunto montañoso de transición en el que se suavizan las estribaciones septentrionales de la sierra de la Demanda, que cae más al sur. Los Montes de Oca sirven también de divisoria orográfica entre las vertientes del Duero, cuyas aguas corren hacia el sur, y las del Ebro que, como las del propio río Oca, se enriscan por las pendientes del norte. Unas pendientes que encarrilan sin ninguna dificultad los primeros regatos de este río burgalés cuando comienza a correr en medio de un paisaje de prados y rebollares en la proximidades de Rábanos. De ahí a encajonarse por entre soberbios pliegues de caliza apenas le queda un respiro. Ya se lo toma nada más pasar su primeras estrechuras, cuando de repente sus aguas se remansan en el embalse de Alba, tan sólo un pequeño descanso antes de acometer las bellas revueltas del pasillo de La Hoz, por las que se mete como si fuera un embudo desde el mismo muro del embalse camino ya de Villafranca Montes de Oca. Por delante, y antes de entregar su corriente al Ebro, le quedan 70 kilómetros de viaje, la mayor parte por tierras de La Bureba, hasta que al llegar a Oña se las ve de nuevo con otro pasillo soberbio. Son los últimos coletazos de un río luchador con nombre misterioso que, cansado pero con la cabeza alta, desemboca a continuación en el Ebro.

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Explorar sus primeros kilómetros constituye una experiencia apetecible en cualquier momento del año. Los Montes de Oca, y los pliegues que va labrando el río en sus primeras revueltas conforman un entorno natural tan lleno de belleza como de valor medioambiental. Entre esos pliegues apartados y silenciosos se descubren intrincadas masas boscosas de roble rebollo y hayedos, que como el de Alba, constituyen un fantástico refugio para la fauna, rica también en especies. En el pasado los Montes de Oca se ganaron a pulso fama de territorio maldito entre los peregrinos que transitaban por el Camino de Santiago y que temían tanto a los lobos como a los bandidos, alimañas todas que ponían a prueba su valor y su fe.

EL PASEO

El inicio de este recorrido hay que buscarlo en la localidad de Villamudria, por la primera calle de la derecha nada más terminar la carretera. Al llegar frente a las antiguas escuelas hay que tomar de nuevo la calle de la derecha y emprender el decidido descenso hacia el fondo del valle. Allí aguardan las ruinas de una vieja ermita, a la vera misma del que por ahora es poco más que un arroyo, en el punto en el que el camino gira hacia la izquierda para correr paralelo a la corriente. Es el mismo camino que, sin pérdida, enlaza Villamudria con el despoblado de Haedillo. Después de dejar a un costado un viejo abrevadero, el camino cambia de orilla, dejando el río al lado izquierdo. Sin despegarse del río, el camino pasa junto a las ruinas de un viejo molino, atraviesa una portilla, un prado con profundas roderas y alcanza las ruinas de un segundo molino. Ahí toca cambiar de orilla otra vez y emprender el corto ascenso que, en 800 metros, conduce hasta las ruinas descarnadas de Haedillo.

Bordeando la parte trasera de unas naves abandonadas se alcanza Las Hazas, una ancha meseta herbosa que habrá que atravesar tendiendo hacia el noroeste. Por ese borde se localiza la senda que baja hacia el lecho del arroyo Costalroyo y que se ve subir en oblicuo por la vertiente de enfrente hasta internarse en un pinar de repoblación. De nuevo en paralelo al Oca, que corre ahora encajonado más abajo, el sendero conduce, en otros 800 metros más, hasta el hayedo de Alba, un bosquete relicto no muy extenso pero lleno de encanto que prospera a las orillas del Oca escondido en este apartado rincón.

En marcha. A Villamudria puede llegarse desde Burgos por la N-120 hacia Logroño si se toma en Ibeas de Juarros la BU-820 hacia Pradoluengo. Poco antes de Valmala arranca el desvío que se dirige hacia las localidades de Rábanos y Villamudria, donde termina la carretera y se inicia el paseo.

El paseo. Entre Villamudria y el hayedo de Alba median 5,5 km. No está señalizado pero es fácil orientarse dado que se camina casi siempre con el río Oca en paralelo. No tiene dificultad, aunque sí un par de repechos que hay que andar con calma. Quien quiera prolongar la exploración unos kilómetros más puede continuar la senda desde el hayedo hacia el embalse de Alba, que se encuentra tan sólo un kilómetro río abajo, siguiendo las señales del PR. BU55 que conduce hasta Villafranca. Uno de los rincones más espectaculares del río se descubre en el desfiladero de La Hoz, al pie de la presa. Se puede acceder desde Villafranca tomando la carretera que conduce hasta la ermita de Oca.

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