DUELO DE GIGANTES
Dos paseos fáciles para realizar con niños en la montaña palentina
© Texto, vídeo y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGOSí. Andar no solo es un ejercicio cardiosaludable recomendado por todos cuantos se dedican a recomendar buenas prácticas para mantenerse «sano» el mayor tiempo posible. Caminar por las montañas es, también, un excelente ejercicio para poner en marcha… la imaginación. Y no solo porque hasta el paseo más simple es el mejor estímulo para despertar sensaciones y recuerdos que, a su vez, enlazan con pensamientos o reflexiones capaces de desencadenar ideas inesperadas o perdidas en el desván de las ideas. También porque en ocasiones como esta caminar por las montañas es, directamente, un viaje al país de la fantasía. Quien busque propuestas para introducir a los niños en la sana costumbre de recorrer los espacios naturales a pie y con la mochila a cuestas -en las que además se lo pasen bien y tiren monte arriba con más energía que los mayores-, tiene en la Montaña Palentina dos propuestas de lujo. ¿O no?
01- LA SENDA DEL GIGANTE DEL VALLE ESTRECHO. Vayamos por partes. El valle Estrecho es uno de los pliegues orográficos que caracolean por el sector meridional de la Montaña Palentina, al tiempo que da cauce al río Rivera en su camino hacia el embalse de Ruesga, muy cerca ya de Cervera de Pisuerga. Algo más allá el Rivera, que nace en la Fuente Deshondonada, misteriosa surgencia envuelta también por el halo de la fantasía, acabará sumando sus aguas al Pisuerga.
En el valle -que no es tan estrecho como viene a sugerir su nombre- se localiza un puñado de pequeñas localidades montañesas hasta las que merece la pena acercarse una vez cumplido el paseo: Rebanal de la Llantas, San Martín de los Herreros, Santibáñez de Resoba y Ventanilla, algunas de ellas fáciles de identificar a vista de buitre desde los dos miradores que conforman la espina dorsal del recorrido.
Todas ellas han vivido siempre con la silueta montañosa de la Sierra de la Peña en su horizonte más meridional, un perfil de cumbres que es, en realidad, la última barrera a salvar antes de la mareante inmensidad que son los horizontes rectilíneos de la meseta que se extiende por detrás. Este perfil de cumbres son, a su vez, los bordes meridionales del valle y por esa razón puramente geográfica tienden a verse a contraluz. Es decir, con su cara norte en sombra mientras el sol domina en lo alto a lo largo del día.
Así que así ha sido, más o menos, cómo esa línea de cumbres ha venido alimentando desde tiempos remotos la idea de una silueta fantástica, de un ser mitológico tumbado boca arriba como consecuencia de una historia sucedida cuando todavía los seres fantásticos habitaban la Tierra. De un personaje dormido, al mismo estilo que se da en otras cadenas montañosa más conocidas, como la de la Mujer Muerta en las sierras segovianas. Y ese ser fantástico, cuyo perfil ayudan a identificar un par de paneles instalados a pie de sendero, no es otro que el Gigante del Valle Estrecho.
La leyenda del Gigante del Valle Estrecho
Dice el cuento que hace ya ni se sabe, un gigante vivía muy cerca de San Martín de los Herreros. Y que con él vivía una hija que sentía en su interior la inmensa desdicha de que ningún joven del entorno se atreviera a ser su amigo por miedo, claro está, al genio (malo) que se le da por supuesto a todos los gigantes de cuento. El caso es que harta de esperar un novio que no llegaba por ninguna parte, decidió partir hacia las tierras llanas que se veían del otro lado de las montañas a probar, lejos de su padre, mejor suerte. En la treta utilizó un bebedizo hecho con hierbas de la zona que sumió en un profundo sueño a su padre, y huyó.
Cuando el gigante despertó del sueño y vio que su hija lo había abandonado montó primero en cólera y luego se puso a rebuscar de arriba abajo hasta que un caminante le informó de que su hija vivía ahora muy lejos, en compañía de un rico hacendado. Entonces, a la rabia siguió una profunda tristeza. Decidió abandonar su casa y subir hasta lo alto de Peña Redonda (1.996 m) para contemplar desde allí aquella inmensidad de Tierra de Campos hacia la que había huido su hija. Y allí estuvo durante días y noches enteras hasta que, por fin se quedo dormido, recostado sobre las rocas de lo más alto de la sierra.
Después de varios días de nieblas y tormentas, cuando el sol volvió a salir, se descubrió que el gigante había crecido tanto que se había transformado en una «gigantesca» estatua de piedra recostada sobre el perfil de la sierra. La misma que ahora se ve al contemplar esa misma sierra desde los dos miradores que recorre el sendero, con la inconfundible silueta redonda y ancha de la Peña Redonda haciéndole de panza y la cabeza recostada, mirando al cielo, un poco más hacia la derecha -si bien es verdad que aún hoy todavía hay quien discute en qué parte de la sierra están los pies, la cabeza y la panza-.
El paseo
El punto de arranque de este paseo con cuento, que tiene cuatro kilómetros entre la ida y la vuelta y un escaso desnivel, se localiza en el kilómetro 15,5 de la carretera que une Cervera de Pisuerga y Velilla, a 2 kilómetros de Santibáñez de Resoba. En el lugar donde se deja el coche encontramos el primer panel informativo. Ahí arranca también la rampa que, en un kilómetro, lleva hasta el mirador de la Peña del Águila, un balcón acotado entre los canchales para disfrutar de las vistas de ídem que se tienen sobre el pueblo de Rebanal de las Llantas, en el fondo del valle. Es la mitad del recorrido. El kilómetro que resta hasta el siguiente mirador va llaneando entre praderas hasta alcanzar las peñas que marcan el final del paseo. Es el lugar desde el que mejor se aprecia la figura del gigante dormido. Aunque no es lo único, ni mucho menos, por lo que merece la pena llegar hasta aquí: a la vista quedan algunos de los lugares más emblemáticos de la Montaña Palentina. Tantos que puede que el gigante, más que dormido, lo que esté haciendo en realidad es la digestión de un empacho: tanta belleza puede ser mucho incluso para un gigante.
02- EL ROBLÓN DE ESTALAYA. El segundo gigante que puede visitarse en la Montaña Palentina es mucho más conocido y, sobre todo, mucho más visitado: cada año recibe en su casa centenares de admiradores que llegan hasta él con la intriga de conocer un ser vivo al que se le echan, al menos, 800 años. Es decir que era poco más que una bellota cuando, allá por el siglo XIII, san Francisco de Asís comenzaba a hablar con las criaturas del bosque o se quitaban los matojos de la explanada en la que se había decidido levantar la catedral de León. Una bellotilla caída y enterrada en el corazón feraz del bosque palentino que cubre las laderas del monte de San Cristóbal, que comenzaba a asomar sus brotes tiernos con la esperanza de que no se fijaran en ellos ningún jabalí voraz. En el fondo, desde el principio, su principal anhelo fue siempre pasar lo más desapercibido posible: para los leñadores, los hongos, los parásitos, los rayos, los fuegos… Y así ocho siglos.
Por eso, cuando uno se planta ante uno de estos árboles venerables piensa, sobre todo, en milagros. Más cuando se sabe que en este mismo bosque el ruido del hacha -más tarde la motosierra- fue, especialmente a mediados del siglo XX, un sonido tan habitual como el de los coches en la Gran Vía. De este mismo lugar salieron miles de traviesas para el trazado de la línea de vía de estrecha de la Robla, una tras otra; la madera de los encofrados con los que se levantó el muro del embalse de Aguilar de Campoo; el entibado de las decenas de minas que prosperaron en estas montañas a lo largo del siglo XX; o la leña de roble con la que se alimentaba el horno de los panaderos de Palencia. «El abuelo», como se conoce al árbol más longevo del Parque Natural de Fuentes Carrionas y Fuente Cobre, las ha visto de todos los colores: incluso llegó a estar marcado para la tala en alguna ocasión y rodeado de fuego en alguna otra.
La forma de plantarse ante este gigante de los bosques -17 metros de alto, 9 de perímetro en el tronco y 11 de perímetro en la base son sus medidas- es bien sencilla: un sendero señalizado de 5 kilómetros de longitud y trazado circular lleva hasta él. Todo el paseo puede recorrerse en unas dos horas -dependiendo del tiempo que uno quiera dedicarle al «Abuelo»-, si bien es preciso avisar de que el primer tramo -1,5 km entre el aparcamiento y el árbol- es una rampa en la que habrá que parar más de una vez a recuperar resuello. El regreso al aparcamiento, todo él en descenso, se asoma por encima del pueblo de Vañes para bordear después la orilla izquierda del embalse de Requejada hasta los coches.
INFORMACIÓN. Casa del Parque Natural de Fuentes Carrionas y Fuente Cobre – Montaña Palentina, tel. 979 870 688. Web: www.miespacionatural.es/espaciospanel/2431.
SENDA DEL GIGANTE DEL VALLE ESTRECHO. Puedes descargarte aquí el track para tu GPS.
SENDA DEL ROBLÓN DE ESTALAYA. Puedes descargarte aquí el folleto explicativo de esta ruta.
PARADOR DE CERVERA DE PISUERGA. Carretera de Resoba Km. 2,5, Cervera de Pisuerga, Palencia. Se ubica en la cima de una colina arbolada, con vistas al embalse de Ruesga. Buen punto de partida para descubrir los parajes de la Montaña Palentina y sus excelentes ejemplos del arte románico. Resérvalo aquí: http://www.booking.com/hotel/es/parador-de-cervera-de-pisuerga.html?aid=884255.
HOTEL RURAL PIEDRA ABIERTA. Real s/n, 34839 San Martín de Perapertú, Palencia. Antigua fragua, pajar y panera, convertidos ahora en un acogedor alojamiento. Tras su rehabilitación con la piedra, madera y ladrillos originales, encontramos un salón con chimenea, una sala-biblioteca, un aula, un comedor y un total de 10 habitaciones. Resérvalo aquí: http://www.booking.com/hotel/es/rural-piedra-abierta.html?aid=884255.