La berrea y otras cosas que hacer en la Montaña Palentina
La berrea cobra una especial importancia cada año en la franja montañosa conocida como Montaña Palentina, que atesora, además, una gran cantidad de hermosos rincones y bellos pueblos, y cuenta también con emblemáticas montañas como los picos de el Espigüete y Curavacas.
Es tiempo de amor y ajetreos en los horizontes montañosos del norte palentino. Especialmente entre las manchas boscosas que tapizan muchas de sus faldas. Allí, entre los claros y las espesuras hace tiempo que comenzó a jugarse la partida del berreo, el desesperado bramido de amor con el que los ciervos machos buscan deslumbrar a sus hembras. Cuantas más mejor. Por eso quien se pierde en estos días por aquellas enrevesadas carreteras montañesas a veces cae en el ensueño de los hechizos imposibles. Oye extraños cánticos de sirena que suenan más a buque perdido entre las nieblas que a Romeos en cortejo. A caracola atávica llamando al combate del amor. Gritos de guerra que el eco de las montañas magnifica hasta poner los pelos de punta. Son los sobrecogedores conciertos que, entre “la Virgen de agosto y la de octubre”, retumban al caer la noche y levantarse el día. Es tiempo de harenes, lucha de cornamentas y duelos al amanecer. La llamada de la sangre. La fuerza del amor.
De pronto, en algún indeterminado rincón del bosque, rompe el fuego un bramido profundo, ronco de tanto vocear su hombría. Es la provocación que otros machos, también abrigados entre la espesura, están esperando para demostrar la catadura de su valor y de su fuerza. En minutos, por todo el valle, comienzan a trompetear los venados. Se retan y se contestan señalando sus territorios en un concierto que deja anonadado a quien lo escucha por primera vez.
En este ritual reproductor el macho es el protagonista absoluto. De él depende conseguir o no a las mejores hembras, a las más dotadas para la cría. Así, durante el tiempo que dura el celo, los machos lucharán con todos sus medios para ir arrancando a las hembras de los dominios de otros machos y arrastrarlas tras de sí con el fin de aglutinar un auténtico harén de reproductoras -tal vez 12, 13 o hasta 20- que irá cubriendo en la medida de sus fuerzas. Un trabajo agotador para los venados que no paran de subir y bajar por las laderas conduciendo su rebaño conquistado y evitando que ninguna de las hembras se quede rezagada o sea arrebata por otro macho que ose acercarse hasta sus dominios.
Y todo ello acompasado por los continuos gritos de afirmación y desafío que arrecian con el caer de la noche y el despuntar del día. Cada uno de sus bramidos es, por sí mismo, toda una demostración de fuerza en la que los ejemplares más potentes se vacían por dentro hasta agotar todo el aire de sus pulmones.
Y la Montaña Palentina es un lugar de privilegio en Castilla y León para apuntarse a este espectáculo natural. Cada año miles de personas acuden a una cita que, para evitar daños irreparables en el entorno natural, requiere de permisos y autorizaciones. De hecho, el camino correcto exige ponerse en contacto con las empresas que ofrecen esta actividad en el interior del Parque Natural deFuentes Carrionas y Fuente Cobre. Su experiencia, localizando los mejores lugares y horas para el avistamiento en cada caso, es la mejor garantía de aprovechar la visita. También es la única forma de penetrar en el parque por las pistas forestales que están cerradas al tráfico no autorizado.
En cualquier caso, con bramidos o sin ellos, una visita a este bello entorno natural da para mucho más.
EN COCHE
La carretera de los pantanos es un clásico de las rutas de montaña por el norte palentino. Y una de las más veteranas de la promoción institucional. No es de extrañar, tiene tantas curvas como rincones en los que apetece parar. Y hay unas cuantas. De hecho recibe su nombre por encadenar, en 63 kilómetros, tres embalses y un rosario de pueblos con encanto varados en las laderas meridionales de una cadena montañosa que muestra por aquí perfiles tan inconfundibles como los del Curavacas (2.520 m.) o el Espigüete (2.450 m.).
El arranque puede hacerse en Velilla del Río Carrión. Su fuente de La Reana, de origen romano, se lee como un tarot: su caudal intermitente, que hace que las aguas broten o se sequen por periodos impredecibles, ha sido desde antiguo interpretado como presagio de buenas o malas venturas, corriendo a través de los siglos la creencia de malos augurios para “quien visitándolas por vez primera, se las encontrara sin agua”. Junto al Carrión se localiza el Centro deInterpretación de la Trucha. Carretera arriba, a 4 km de Velilla, merece la pena tomar el desvío hacia Valcobero, un pueblo que quedó deshabitado en los años 70 del pasado siglo y ha vuelto a la vida como salido de un coma.
Pero la ruta, en sí, prosigue por la P-210 en dirección a Cervera de Pisuerga. Corona primero la presa del embalse de Compuerto y sigue después pespunteando el discurrir del Carrión con paradas en pueblecitos de montaña como Otero de Guardo o Camporredondo de Alba, acogotado por el muro de la presa del embalse que lleva su nombre y que inauguró el mismísimo rey Alfonso XIII en el año 1930. Tras pasar el túnel de la presa aparece la ladera sur del Espigüete, que se alza como el telón de un teatro que buscara reflejarse en la quietud de las aguas –cuando el caudal da para ello, claro-. A sus pies queda Cardaño de Abajo, punto de partida montañero para quienes buscan subirse a ese mismo balcón privilegiado desde el que se divisa media Castilla. Un kilómetro más allá, en un lugar emblemático de estas montañas, Puente Gudín, arranca el desvío hacia Cardaño de Arriba, otro de los rincones imprescindibles de estas montañas. Como la parada que pide el cuerpo después de tanta curva al llegar al mirador de Alba de los Cardaños, antes de dirigirse hacia Triollo, Vidrieros, La Lastra, Santibáñez de Resoba o Ventanilla, ya a la cola del último de los embalses a curiosear: el que se alza junto a la población de Ruesga, de quien toma el nombre. Éste, el más antiguo de los vistos, fue rematado en 1923 con el único objetivo de servir como reserva agua para el Canal de Castilla.
Quien desee estirar el periplo añadiendo más agua y embalses al viaje tiene bien a mano el embalse de Requejada, entre Cervera y San Salvador de Cantamuda, o el de Aguilar de Campoo, terminado en 1963.
A PIE
Hasta 13 senderos señalizados pueden rastrearse en el interior del Parque Natural Fuentes Carrionas y Fuente Cobre-Montaña Palentina. O lo que es lo mismo, un amplio muestrario de posibilidades en el que escoger destino dependiendo de la experiencia y los gustos. Por ejemplo: la Senda del escultorUrsi, que plantea un bello recorrido circular por el entorno de Valle de Santullán combinando los atractivos del medio natural con el privilegio de contemplar las obras de este escultor palentino instaladas a lo largo del sendero. Sin palabras deja la contemplación del Roblón de Estalaya, un ejemplar de roble albar al que se le calculan más de 500 años de edad y hasta el que se llega por una senda señalizada de fácil realización. Algo más de esfuerzo físico requiere ascender hasta la Cueva del Cobre para conocer cómo son los primeros regateos de un río Pisuerga recién nacido, siguiendo la señalización del PRC-P. Otra opción bastante recomendable en época de deshielo o lluvias continuadas es la de acercarse hasta la cola de caballo del arroyo Mazobre, hasta donde guía en 3 kilómetros el PR-PA 4.