La costa de los lagartos terribles
Sigue el rastro de los dinosaurios entre Gijón y Ribadesella
Texto, fotografías y vídeo: Javier Prieto Gallego
En 1841 al paleontólogo inglés Richard Owen no se le ocurría cómo nombrar aquellos fantásticos restos de animales prehistóricos que habían sido descubiertos en el sur de Gran Bretaña en la década de 1820, así que tiró del griego y unió las dos palabras que mejor cuadraban al descubrimiento: “deinos” (terrible) y “sauros” (lagartos). Voilà:habían nacido los dinosaurios.
Y, como todo el mundo sabe después de Spielberg, aquellos “terribles saurios” fueron un grupo particular de reptiles terrestres que dominaron la Tierra durante un periodo de, aproximadamente, 165 millones de años (desde hace 230 millones de año, cuando aparecen en el Triásico Medio, hasta hace 65 millones, en que, misteriosamente aún, se extinguen). Entre tanto, evolucionaron, se hicieron más grandes, aprendieron a vivir en muy diferentes hábitats y camparon a sus anchas haciendo sentirse como hormiguitas al resto de las especies que tuvieron “la suerte” de convivir con ellos (el ser humano aún tardaría 65 millones de años más en poner su huella en la Tierra).
Claro que, hablando de huellas, hay que especificar que el peso de estos animales variaba desde los que eran como pajaritos hasta los gigantes que llegaban a pesar 80 toneladas –más o menos, 14 elefantes puestos en torre-. Es decir, un pisotón de estos últimos, podía dejar perfectamente, un agujero en el suelo y a otro lagarto como una hoja de papel. Y más si el suelo era blando o fangoso, cosa que a menudo sucedía en algunos terrenos interlitorales por los que se movían y en los que, por otra parte, podían encontrar la abundante ración de calorías que necesitaban diariamente para menear semejante esqueleto. Aquellas huellas, que hubieran sido imposibles de borrar por las buenas, quedaron impresas para siempre en los terrenos más blandos. Después, con el paso de algunos millones de años más, movimientos tectónicos, terremotos, cataclismos, plegamientos, hundimientos y elevamientos varios, aquellos barrizales acabaron por solidificarse y convertirse en duras rocas sobre las que los paleontólogos pueden leer de todo menos el color de los ojos acerca de la vida de aquellos seres: cuánto pesaban, en qué dirección iban, cuántas patas tenían, lo que comían, cómo eran de altos… A partir del rastro es posible deducir la velocidad, la altura de la cadera o la longitud del tronco de los cuadrúpedos. Técnicamente, esas huellas impresas en el suelo se llaman “icnitas”.
Pues resulta que una de las zonas de la Península en la que se da una mayor abundancia y calidad de icnitas es el litoral asturiano entre el cabo Torres, al oeste de Gijón, y unos kilómetros al este de Ribadesella. En conjunto, se trata de los yacimientos jurásicos de icnitas de dinosaurios más importantes de España y los que mayor número de pisadas de dinosaurio conservan. Tal vez por eso se ha dado en llamar “La costa de los dinosaurios”.
En un extremo de ese tramo costero, en la rasa de San Telmo situada entre Colunga y Lastres, tiene su espacio el sorprendente Museo del Jurásico de Asturias -MUJA-, una brillante instalación cuyo diseño, visto desde arriba, semeja una perfecta huella tridáctila de dinosaurio. Todo el complejo ocupa casi 5.000 m2. El recorrido por su interior es una perfecta lección de paleontología salpimentada por brillantes reconstrucciones de esqueletos de dinosaurio a tamaño real, en el que se desgranan curiosos secretos de aquel tiempo lejano. Como la formación de la Tierra, hace unos 4.500 millones de años, o la aparición de los primeros microorganismos y de vida en ella. En la Sala del Triásico se asiste a la aparición de los primeros dinosaurios. Como representantes de ese periodo se han escogido los dinosaurios más antiguos, de mayor tamaño y mejor conocidos de Europa: los Plateosaurus. La del Jurásico aparece presidida por el esqueleto gigante de un Camarasaurus, dinosaurio saurópodo frecuente en los yacimientos del centro y oeste de Estados Unidos. Otra de sus salas, la dedicada al Cretácico, muestra en su círculo central el espectacular apareamiento de una pareja de Tyrannosaurus Rex, uno de los mayores depredadores terrestres en la historia de la Tierra, mediante la reconstrucción fiel de sus esqueletos.
La visita al museo es, sin duda, el prólogo imprescindible para acometer después el recorrido por el litoral asturiano en busca de los rastros que fueron dejando sobre el terreno. Hay varias posibilidades. En algunas localizaciones resulta mucho más fácil que en otras descubrirlas sobre las rocas. Y en todas resulta imprescindible contar con que la subida o bajada de las mareas puede hacer inaccesible el camino hasta ellas.
01- PLAYA DEL MERÓN. Puede llegarse a pie desde Careñes o en coche por un desvío que se toma antes de Argüero. Una vez en la playa hay que caminar hacia el oeste hasta localizar los estratos de arenisca sobre los que dejó 12 huellas consecutivas de manos y pies un saurópodo. Junto a ellas también hay rastros de dinosaurios bípedos.
02- PUERTO DE TAZONES. Este fue el primer lugar de la Península que pisó Carlos I en su vida. Cuando lo hizo no sabía que algunos millones de años antes en los acantilados del lado oriental de la playa, unos dinosaurios terópodos habían dejado también sus huellas orientadas en diferentes direcciones. Varias de ellas se siguen como un rastro.
03- FARO DE TAZONES. En la carretera que conduce al faro se localiza el cartel explicativo y el arranque del sendero que conduce, en un kilómetro y medio, hasta la base de los acantilados. Siguiendo por ellos hacia el este hay un revoltijo de icnitas tridáctilas cruzándose en varias direcciones.
04- PLAYA DE LA GRIEGA. Es una de las mejores opciones para ver huellas de dinosaurio fácilmente. Además, pilla al lado del MUJA y resulta un complemento ideal. El itinerario, que está señalizado y acondicionado, se puede hacer con niños. El arranque del camino, que permite llegar incluso con marea alta, hay que buscarlo del lado oriental de la ría y junto al aparcamiento. En unos 250 metros se alcanza un pequeño balcón que permite identificar desde arriba un grupo de icnitas de grandes dinosaurios saurópodos que se desplazaban sobre una laguna costera. Por sus dimensiones se encuentran entre las mayores del mundo.
05- PLAYA DE VEGA. A 7 kilómetros de Ribadesella un ramal de la N-632 lleva hasta la misma playa. Muy cerca del aparcamiento y el restaurante que está más pegado a la playa se localizan los acantilados formados por peculiares capas plegadas y superpuestas que contienen numerosos fósiles marinos y algunas huellas de dinosaurios bípedos.
06- PLAYA DE RIBADESELLA. Justo donde acaba la playa de Santa Marina por el oeste comienza el paseo entre acantilados. A lo largo del mismo se suceden diversas formaciones geológicas, con abundancia de restos fósiles pertenecientes a las aguas que inundaron toda la zona en el Carbonífero. Al final del paseo, en la bajada al acantilado, pueden verse las huellas de varios dinosaurios cuadrúpedos y terópodos.
MUSEO DEL JURÁSICO DE ASTURIAS. Tel. 902 30 66 00.Web: www.museojurasicoasturias.com. Entrada general: 7 €. Miércoles, gratis.