Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
La reserva Natural del Valle de Iruelas se encuentra enclavada en el Sistema Central formando parte de las estribaciones orientales de la sierra de Gredos. El paisaje de esta zona montañosa se caracteriza por la existencia de numerosos barrancos y estrechas gargantas que, a su vez, facilitan la creación de una serie de microclimas sólo posibles en determinadas condiciones de orografía y altitud. Estas peculiaridades climáticas devienen en otra consecuencia de alto valor ecológico: la existencia de ciertos endemismos botánicos capaces de prosperar en estas circunstancias precisas y no en otras. Así, el paseo por el valle de Iruelas puede deparar el encuentro con especies como la manzanilla de Gredos, Santolina oblongifolia, especie amenazada sólo presente en esta sierra. Pero Iruelas es conocido, sobre todo, por albergar una de las colonias más numerosas de buitre negro, especie también en peligro de extinción que ha encontrado aquí refugio junto a otras especies amenazadas como el águila imperial e incluso el lince ibérico.
Si te animas a visitar esta zona para disfrutar de pueblos y naturaleza, reserva ya aquí.
Refugio del buitre negro
El valle de Iruelas, en el sureste abulense, es un reducto natural de un altísimo valor ecológico: 8.828 hectáreas de su territorio están integradas dentro de la Red de Espacios Naturales de Castilla y León con la categoría de Reserva Natural.
El uso resinero que tuvo hasta un pasado bien reciente ha condicionado en buena medida la cubierta forestal que presenta en la actualidad. De hecho, la carretera que desde la orilla derecha del pantano de Burguillo da acceso al valle lleva, en primer término, a pasar por lo que fuera el poblado de Las Cruceras, construido a mediados del siglo XX para dar alojamiento a las treinta familias que vivían entonces de la explotación resinera. Tras la caída en picado de los procesos de transformación de la resina en favor de otros componentes sintéticos derivados del petróleo, el poblado fue abandonado en 1975. Hoy se ha convertido en un apetecible complejo de turismo rural formado por casas independientes desde las que se miran sin estorbos las aguas del embalse.
El cierre de la resinera, junto al abandono también de otras prácticas madereras y ganaderas, deparó una consecuencia inesperada: el aumento espectacular del número de parejas de buitre negro que criaban en el entorno. El sosiego que fue adueñándose de caminos y trochas hizo el milagro de convertir este rincón de la sierra de Gredos en uno de refugios más importantes que estas aves tienen en toda la Península. Inigualable privilegio si se tiene en cuenta que la especie se encuentra extinguida en el resto de Europa, y que la colonia actual ronda las 80 parejas. La otra gran joya alada, también amenazada de extinción, es el águila imperial ibérica.
Vida animal en el Valle de Iruelas
El interior de este espacio natural, que presume de una enorme riqueza faunística, alberga 235 especies de vertebrados catalogados, de las cuales 146 son aves. La protección sobre la vida animal en el interior del valle de Iruelas se extiende al 90% de la fauna, con 210 especies protegidas, de las cuales 147 están estrictamente protegidas y 1 en peligro de extinción. Las especies más notables son el lagarto verdinegro, la lagartija serrana, desmán de los Pirineos, ratilla nival, la presencia esporádica del lince ibérico, el gato montés, águila imperial ibérica, buitre leonado, bisbita ribereño alpino, picogordo, colirrojo real, pechiazul, gorrión moruno, paloma torcaz, y especialmente el buitre negro. En Europa no llegan a 1.000 las parejas reproductoras de buitre negro. De ellas un centenar se asientan en Grecia y Turquía y 774 parejas crían en España, con poblaciones destacadas en Extremadura, Castilla-La Mancha y Castilla y León, donde sobresale la colonia del valle de Iruelas, la quinta colonia en número de parejas reproductoras de España con casi 80 parejas y una de las más septentrionales de su área de distribución.
Un paseo en dos etapas: la Senda Botánica y el Lanchar de las Víboras
1- Existen en esta reserva natural, también catalogada como ZEPA -Zona de Especial Protección para las Aves- dos itinerarios pedestres bien interesantes. El más sencillo consiste en una senda botánica salpicada de pequeños paneles gracias a los cuales es posible ir identificando algunas de las principales especies vegetales presentes en el área. La senda arranca junto al aparcamiento del cámping. No tiene pérdida posible y puede realizarse en una media hora. Todo depende del interés que uno ponga en ir leyendo las cartelas situadas junto a las especies a las que hacen referencia. El recorrido ronda los 2 km y es, más que otra cosa, una buena etapa previa para acometer la ascensión hasta el observatorio de aves que vendrá después, si apetece. También resulta una estupenda lección botánica que pone al día sobre las particularidades de las especies como el tejo, pino negral, fresno, pino laricio, aliso, encina y un largo puñado de arbustos y florecillas.
2- Finalizada la “etapa prólogo” se presenta la opción de ascender hasta el observatorio ornitológico de El Lanchar de las Víboras, que así se llama. Éste, aunque tampoco tiene pérdida, requiere algo más de esfuerzo, dado el repecho que hay que ascender, una mínima curiosidad por contemplar este mismo paisaje desde unos metros más arriba y tener la ilusión de acercarse algo más al majestuoso planeo que buitres y águilas se traen en las alturas. El recorrido, señalizado como PRC-AV 53, discurre por la senda que faldea el Lanchar de las Víboras. El punto de partida está en el aparcamiento del área recreativa ‘Siempreverde’ que hay junto al camping Valle de Iruelas, desde donde se inicia el retorcido ascenso por la ladera de la montaña. La trepada por el sendero conduce en unos veinte minutos de subida hasta el observatorio ornitológico de El Lanchar de las Víboras, una pequeña caseta de madera sustentada sobre un gran peñasco y abierta hacia un pequeño valle secundario con una amplia visibilidad de todo el entorno. Las fuertes corrientes de aire que aquí se producen pueden deparar buenos momentos -si se es lo suficientemente discreto, paciente y silencioso- en la observación de un buen número de aves. Entre ellas el amenazado buitre o el majestuoso águila imperial. Para que compense el esfuerzo es imprescindible haber subido prismáticos o algún instrumento de observación.
Una vez hayamos disfrutado de un buen rato de observación –es un pecado olvidarse de los prismáticos– podemos regresar por donde hemos venido o -mejor- continuar el rodeo del cerro durante unos tres kilómetros más hasta regresar al punto de partida. Tras alcanzar la fuente Maguilla el camino desciende por el valle contiguo para finalizar en la carretera que rodea el embalse.
Por último, nos quedaría disfrutar del breve paseo que brinda la Senda del Enebral, un recorrido accesible de unos 600 metros, habilitado con pasarelas y que puede hacerse con sillas de ruedas, que parte de la Casa del Parque para acercarse hacia las orillas del embalse del Burguillo
Entorno natural
ENTORNO NATURAL. El sur de la Sierra de Gredos se caracteriza por la proliferación casi infinita de pinares poblando toda su extensa y abrupta orografía. Distintas especies de pino se amoldan a las circunstancias de altitud y pluviometría, principalmente. Así, el pino silvestre será el elegante poblador de las alturas y riscos, mientras que el resinero prolifera en cotas más bajas, donde el agua escasea en las estaciones más cálidas, y después de repoblaciones donde robó terreno a robles y encinas. La característica granítica del suelo, y la ausencia de un sustrato calizo, hace que esté presente un componente ácido muy apropiado para especies como el castaño, cuya máxima expresión de crecimiento se da en el castañar de El Tiemblo, con ejemplares gigantescos. El hombre, por su parte, tiene que luchar para poder aprovechar las capas fértiles del suelo, y cultiva en bancales bien orientados hacia el mediodía, buscando horizontalidad donde no la hay para sacar adelante vides, olivos y huertas familiares. Sin embargo, es al llegar hacia el valle abierto por el río Tiétar, que se escurre hacia el oeste, cuando el paisaje se muestra más fuertemente humanizado. Y en medio de todo, aún se localizan auténticos santuarios naturales en los que algunas míticas especies animales amenazadas de muerte luchan a brazo partido por su supervivencia.
ALREDEDORES
El Tiemblo
Destacan en su casco antiguo la iglesia parroquial y la ermita de San Antonio de Padua, de gran devoción para gentes de éste y otros pueblos que pasaban por aquí para comprar o vender sus productos. El Ayuntamiento corresponde al siglo XVIII, en tiempos de Carlos III. A comienzos del XIX surgieron en la localidad varios hornos de cocer tinajas de barro destinados a abastecer de éstas a las poblaciones adyacentes, como consecuencia de la proliferación de viñedos en la comarca. Aunque son difíciles de localizar entre las calles de la parte alta del pueblo, merece la pena buscar los dos únicos hornos que quedan. Para ello, desde la plaza Mayor se toma la calle del Curato, que sale frente al Ayuntamiento, y después la de La Cruz hacia arriba. Así se alcanza, en unos 800 metros, una fuente con verjitas metálicas. Hacia su costado derecho –según se llega- una callejuela deja ver en un recodo estos dos hornos, cuya estructura es tal cual la de dos típicos palomares de Tierra de Campos.
El castañar de El Tiemblo
Muy cerca de la localidad abulense de El Tiemblo prospera este famoso castañar de árboles varias veces centenarios que viste en otoño sus mejores vestidos. El camino hacia el castañar, que concita en esa estación tanta admiración como el valle del Jerte en primavera, hay que buscarlo a la salida de la localidad de El Tiemblo en dirección a San Martín de Valdeiglesias. Antes de la gasolinera, por el lado derecho y a la altura de un concesionario de coches, arranca una calle sin señalización alguna. Tras caracolear en un par de revueltas por una urbanización acaba por perder el asfalto para convertirse en la agujereada pista forestal llena de boquetes y baches que en nueve kilómetros conduce hasta el área recreativa de El Regajo.
El interior del castañar sólo puede recorrerse a pie. Justo antes de llegar al área con barbacoas y acotada nace la pista forestal que se dirige al bosque.
Cómo llegar. El valle de Iruelas está en el sureste de la provincia de Ávila, en la orilla derecha del embalse de Burguillo. El acceso desde Ávila se realiza por la N-403. Cuatro kilómetros antes del El Tiemblo aparece el desvío que lleva hasta Las Cruceras y el interior del espacio natural.
LOS PASEOS. Se trata, en realidad, de dos paseos complementarios que pueden realizarse de manera consecutiva o de forma independiente: en primer lugar, la Senda Botánica -2 km- y, después, el ascenso hasta el observatorio de aves. La señalización de esta senda -PRC-AV 53- continúa desde el observatorio hasta completar un amplio círculo que, tras alcanzar la fuente Maguilla desciende por el valle contiguo para finalizar en la carretera que rodea el embalse, a un kilómetro del cámping. Antes de iniciar el recorrido conviene preguntar en la Casa del Parque si el observatorio se encuentra abierto. El sendero del Lanchar de las Víboras es circular, tiene 4 km de recorrido y puede hacerse en una hora y media. Arranca en el aparcamiento del cámping. Época del año recomendada: primavera, verano y otoño.
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