Un estrecho corredor natural lleva hasta la aislada localidad leonesa de Salientes
© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
El aislamiento, impuesto por el escarpado relieve orográfico que envuelve el acercamiento al valle, ha sido desde siempre una marca de identidad. Llegar hasta Salientes hoy es atreverse a conocer uno de los valles más remotos de la Montaña Occidental leonesa. Hasta tal punto que, por diversas causas, está considerado como un destacado santuario natural tanto del oso pardo como del urogallo, dos especies emblemáticas de la fauna ibérica en evidente peligro de extinción.
En el sur de la comarca de Laciana, frontera natural con el Alto Bierzo, el valle de Salientes conforma uno de los corredores medioambientales más importantes de la Cordillera Cantábrica. Sus angosturas son vía de penetración hacia las alturas de la sierra de Gistredo, cuyo cogollo montañoso aparece dominado por cumbres tan emblemáticas como las del Catoute, Nevadín, Valdeiglesias o Tambarón, todas por encima de los 2.000 metros. En el pasado fue ávidamente codiciado por los prospectores romanos que descubrieron en Salientes notables yacimientos de oro. Evidencias de aquella fiebre del oro y de otras que se prolongaron hasta mediados del siglo XX menudean en las laderas de esta sierra en forma de galerías abiertas hacia el corazón de la tierra, como las de la mina del Alubión o las que se descubren en las proximidades del collado de Trasmundo. Hay quien dice que hasta mediados del siglo XX los habitantes del valle obtenían polvo de oro en el paraje de La Forcada sumergiendo pieles de cordero recubiertas de sebo en los arroyos.
Salientes mantiene en lo esencial las formas constructivas tradicionales. El paseo por sus calles descubre sorpresas como la de la Fábrica de Luz, ubicada junto al puente de los Molinos, en la confluencia de dos espectaculares saltos de agua. Un sencillo edificio levantado a la manera tradicional albergó la iniciativa de un indiano retornado de Argentina mediante la que se consiguió dar luz a las primeras bombillas de Salientes. Otro rincón singular lo constituye su cementerio civil, ubicado junto al cristiano. Tan inusual como sorprendente en una localidad de este tamaño, el recinto, cuya portada corona una empinada escalera, fue edificado en 1918 por la colonia salentana de Buenos Aires, destino frecuente para muchos de los emigrantes que se vieron forzados a abandonar el valle durante las hambrunas de los siglos XIX y XX.
EN MARCHA. El recorrido por el valle Salientes puede empezarse en Palacios del Sil. Matalavilla es la primera población del recorrido, junto al embalse del mismo nombre. Después se alcanza Valseco. Desde ahí hasta el final la carretera, en la que no cabe la posibilidad de cruzarse con otro vehículo sin detenerse, no da tregua a las curvas mientras serpentea junto al cauce del Valseco. OTROS RINCONES. En el callejeo por Salientes merecen una visita la escuela, inusualmente grande y sólida para un pueblo de estas dimensiones. Fue construida por impulso de los emigrantes salentanos en Argentina. En el pueblo perviven dos lavaderos tradicionales y, en los alrededores, pueden visitarse los restos de las ermitas de San Roque y San Pelayo.