Monasterio de Santa María de Rioseco (Las Merindades, Burgos)

Hace ocho años las ruinas del monasterio de Santa María de Rioseco, en las Merindades burgalesas, eran pasto de la maleza y el pillaje. Por suerte, un grupo de gente con ilusión y mucho empeño ha conseguido salvar del desastre este tesoro, un patrimonio común que parecía no importar a nadie.

Prueba de que no siempre las cosas evolucionan a peor es lo que está sucediendo con el monasterio cisterciense de Santa María de Rioseco, en el corazón de las Merindades burgalesas. Hace ocho años era una pura ruina devorada por la maleza y los expoliadores del bien común: tumbas reventadas, capiteles perdidos, piedras robadas… un impresionante complejo monacal cisterciense a punto a punto de perderse para siempre. Por suerte, las almas sensibles, la gente a la que le importa de verdad el legado de nuestra historia supo organizarse a tiempo. Cansados de esperar a que las instituciones, en quienes delegamos con nuestros votos y nuestro dinero, hicieran su trabajo y cumplieran con su responsabilidad, decidieron pasar a la acción, plantarle cara a las hiedras y a los ladrones y ponerse a trabajar por detener lo que parecía una sentencia de muerte.

De aquel empeño nació el colectivo Salvemos Rioseco, un heterogéneo grupo de personas unidas bajo un empeño común: rescatar del desastre este monumento del valle de Manzanedo.

Poco después de realizar la visita que dio pie al reportaje que publiqué el 30 de mayo de 2008 en el periódico EL NORTE DE CASTILLA comenzaron a verse sobre el terreno las primeras acciones para parar la catástrofe. Desde entonces hasta hoy la situación ha cambiado por completo y, como prueba de que las cosas pueden cambiar si se desea intensamente, aquel cúmulo de ruinas muertas es hoy un espacio de actividad y cultura. Un espacio vivo que crece de año en año. Tan vivo que en el último verano ha recibido más de 5.000 visitas. La mejor prueba de que Santa María de Rioseco vuelve a ocupar en el mapa de nuestra memoria el hueco que, sin duda merece.

Esto es lo que vi en aquella visita y las sensaciones que me provocó.


Reportaje publicado en EL NORTE DE CASTILLA el 30 de mayo de 2008

Devastación y expolio

La maleza y el pillaje devoran desde hace siglos las ruinas de un monasterio burgalés

© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO

Algo anda rematadamente mal en un país que ignora sus tesoros hasta que llega otro más listo y se los queda. O los expolia, o los devasta. El fondo de nuestros mares está lleno de ejemplos. De galeras esperando la llegada de un cazatesoros yanqui para empezar la disputa. A nuestros pueblos les sobran ejemplos de iglesias arruinadas, palacios maltrechos, retablos carcomidos, ermitas reventadas por la codicia de los mercaderes o convertidas en establos a falta de usos mejores. Pruebas a patadas de desinterés, olvido, falta de sensibilidad y aprecio que en otros países a los que siempre hemos querido parecernos serían síntomas de decadencia o primitivismo supino.

Nave princial de la iglesia. Santa María de Rioseco. Siglo XIII. Burgos.Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Nave princial de la iglesia. Santa María de Rioseco. Siglo XIII. Burgos.Castilla y León. España 2008 © Javier Prieto Gallego

Una de las más sangrantes, por sus dimensiones, valor histórico, artístico y entidad es la que acontece con el monasterio cisterciense de Santa María de Rioseco, cenobio burgalés del siglo XIII, en el valle de Manzanedo, que lleva casi doscientos años muriendo de inacción e inanición, deshaciéndose sus sillares como una montaña de monumentales azucarillos a los que la humedad y el agua acabarán llevándose por delante sin que quede rastro de ellos. Vergüenza torera es lo que quienes se encargan de salvaguardar nuestro patrimonio deberían sentir ante tan descomunal despropósito. Mientras, la maleza, árboles enteros que ocupan ya el interior de añejas estancias, zarzales proverbiales, hiedras trepadoras capaces de desmontar el más fuerte de los muros o los esforzados carroñeros capaces de convertir en cantera un complejo monacal de estas características trabajan lenta pero incansablemente para borrar su presencia de la faz de la tierra.

Cabecera de la nave principal de la iglesia. Monasterio cisterciense de Santa María de Rioseco. Siglo XIII. Localidad de Rioseco. Valle de Manzanedo. Las Merindades. Cañones del Ebro. Burgos.Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Cabecera de la nave principal de la iglesia. Monasterio cisterciense de Santa María de Rioseco. Siglo XIII. Localidad de Rioseco. Valle de Manzanedo. Las Merindades. Cañones del Ebro. Burgos.Castilla y León. España 2008 © Javier Prieto Gallego

Por eso, a pesar del peligro evidente que supone curiosear este cúmulo de ruinas cada vez en más precario equilibrio, merece la pena –literalmente- asomarse a las alucinantes arcadas de su claustro renacentista, forradas ahora de una vegetación inmisericorde, o a la inmensidad de una iglesia gótica de dimensiones apabullantes y suelos destripados por los saqueadores de lo ajeno.

Claustro renacentista. Monasterio de Santa María de Rioseco. Siglo XIII. Burgos.Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Claustro renacentista. Monasterio de Santa María de Rioseco. Siglo XIII. Burgos.Castilla y León. España 2008 © Javier Prieto Gallego

El acceso al recinto monacal se realiza por un disimulado sendero que nace de la carretera que recorre el valle de Manzanedo, sin indicación que medie, a unos pocos metros por la izquierda del desvío que conduce hacia San Martín del Rojo. Apenas en un par de revueltas el sendero rodea los muros exteriores del que fuera uno de los monasterios más poderosos e influyentes del norte burgalés. El mar de zarzales apenas deja paso ya a un conjunto de ruinas desordenadas en las que cada vez resulta más difícil ubicar el verdadero sentido de lo mucho que aún queda en pie. Arcos monumentales paredes y recovecos pertenecientes a una gran hospedería dejan ver habitaciones destripadas por la carcoma y la humedad. Es la triste antesala que lleva hasta la explanada en la que todavía aguanta el esqueleto del claustro monacal, dos pisos con arquerías renacentistas que compiten en equilibrios con la espadaña despojada de las campanas, el rastro más reconocible del convento en la distancia. Desde él, una puerta desvencijada da paso a su monumental iglesia, un impresionante templo que, tanto por las dimensiones como por los pocos detalles ornamentales que han perdurado a la ignominia, debió lucir como una catedral en sus mejores tiempos. Una catedral perdida hoy entre la vegetación que aprovechan a su antojo practicantes de paintball, estampando bolazos de pintura por doquier, saqueadores de tumbas reventando el suelo con palancas, grabadores de psicofonías en busca de presencias incorpóreas o practicantes de ritos mágicos desplumando gallinas contra los altares destrozados. Si Indiana Jones fuera de Manzanedo ya se habría llevado su calavera.

Suelo del brazo izquierdo de la iglesia. María de Rioseco. Burgos.Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Suelo de la nave lateral izquierda. María de Rioseco. Burgos.Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego

EN MARCHA. El acceso se realiza desde la carretera que une Manzanedo e Incinillas, a unos pocos metros del desvío de San Martín del Rojo.

EL MONASTERIO. Comenzó a construirse a mediados del siglo XIII por una comunidad cisterciense. Pasó por diferentes momentos de penuria y crisis hasta alcanzar años de gran pujanza en torno al siglo XVII. Tras el embargo de grano realizado por las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia, su momento final llegó con la desamortización de 1836. Desde entonces, el abandono y la rapiña.

LA VISITA. Existe una asociación en el valle de Manzanedo empeñada en que este conjunto no siga deteriorándose. Durante el verano organizan visitas guiadas y diversas actividades. Lo mejor es ponerse en contacto con ellos a través de su web: monasterioderioseco.com. Tel. 681 682 680.


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1 Comments

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  1. says: Jaime

    Hay varios monasterios por Castilla que da vergüenza ver cómo están. El de Santa Cruz de la Zarza, en Ribas de Campos (Palencia), con las vacas pastando por allí y nadie mueve un dedo por él. Y el de San Pedro de Arlanza, con lo que fue en su época… El de San Pelayo de Cerrato ha sido reconstruido (aunque es privado). Menos mal que alguien se ha encargado del de Rioseco, que parece que en este país lo único que importa es el fútbol.
    Un saludo