Caminar entre nubes: las levadas de Madeira (Portugal)

Junto a las levadas de Madeira corren comodos senderos que permiten recorrer el interior de sus bosques. Camino de la Levada do Risco que recorre un bosque de Laurisilva. El bosque de Laurisilva de la isla de Madeira fue clasificado como Patrimonio Mundial Natural por la UNESCO en 1999. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Junto a las levadas de Madeira corren comodos senderos que permiten recorrer el interior de sus bosques. Camino de la Levada do Risco que recorre un bosque de Laurisilva. El bosque de Laurisilva de la isla de Madeira fue clasificado como Patrimonio Mundial Natural por la UNESCO en 1999. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Madeira atesora una larga red de canales, conocidos en la isla como “levadas”, que en la actualidad cuenta con más de 2.000 kilómetros de trazado. Ideados para trasladar agua de una punta de la isla a la otra son también una oportunidad única para recorrer a pie el interior de la isla abrigados por los bosques de laurisilva más grandes del mundo. Te lo cuento todo en este reportaje.

La isla de Madeira atesora 2.000 kilómetros de canales entre bosques de laurisilva

© Texto y fotografías: JAVIER PRIhttps://www.javierprietogallego.comETO GALLEGO

Si para los futboleros Madeira es la isla de Cristiano Ronaldo, para los camineros es el paraíso de los senderos sin desniveles. O tan imperceptibles que, a ojo, a penas se notan. De hecho, el senderismo es, después del fútbol, por su puesto, el deporte rey en Madeira: cascadas, montañas abruptas, flores exóticas, avifauna singular, bosques húmedos perdidos entre las nubes y una red de senderos señalizados sin igual entre los que destacan aquellos que discurren junto a las canalizaciones –levadas, en portugués- que reparten el agua por todos los rincones de la isla.

Interior de la isla de Madeira. Vista desde el puerto de Encumeada (1.007 m) famoso por sus espectaculares panorámicas. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Interior de la isla de Madeira. Vista desde el puerto de Encumeada (1.007 m) famoso por sus espectaculares panorámicas. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

Para empezar por el principio habría que decir que tanto el archipiélago como su isla principal, Madeira, son un conglomerado rocoso que emergió de entre las aguas cuando, hace mucho mucho tiempo, del suelo del océano brotó un ejército de volcanes escupiendo lava a troche y moche. Y tanta y tan alta que al final quedó a la vista el archipiélago actual, con resultados tan dispares como la rugosa y escarpada Madeira o la planita vecina de Porto Santo.

Interior de la isla de Madeira. Vista desde el puerto de Encumeada (1.007 m) famoso por sus espectaculares panorámicas. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Interior de la isla de Madeira. Vista desde el puerto de Encumeada (1.007 m) famoso por sus espectaculares panorámicas. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

El caso es que en Madeira los desniveles montañosos marean sólo de imaginarlos. Las explanadas escasean tanto que uno se pregunta si el arte de Ronaldo se debe, tal vez,  al hecho de haber aprendido a jugar en unas calles inclinadas como toboganes en las que perder el balón en un pase es como mandarlo directamente al infierno. El castigo: una larga carrera cuesta abajo y luego otra de regreso al campo sin fuerzas para seguir jugando.

Cascada en la que finaliza la Levada do Risco que recorre un bosque de Laurisilva. Es uno de los recorridos más populares de la isla. El bosque de Laurisilva de la isla de Madeira fue clasificado como Patrimonio Mundial Natural por la UNESCO en 1999. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Cascada en la que finaliza la Levada do Risco que recorre un bosque de Laurisilva. Es uno de los recorridos más populares de la isla. El bosque de Laurisilva de la isla de Madeira fue clasificado como Patrimonio Mundial Natural por la UNESCO en 1999. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

Si el centro de la isla aparece dominado por un cogollo montañoso del que apenas sobresalen los picos Ruivro (1.862 m.), das Torres (1.851 m.) y el pico do Arieiro (1.818 m.), en menos de 15 kilómetros hacia el norte o el sur se toca la orilla del mar. Claro que, sobre todo por el sur, el corte es tan abrupto que en ella se localizan algunos de los acantilados más altos de Europa después de los de Noruega. Cabo Girão, con una pared de 589 metros que cae a plomo sobre el mar  presume de ser el segundo acantilado más alto del mundo.

Camino de la Levada do Risco que recorre un bosque de Laurisilva. Es uno de los recorridos más populares de la isla. El bosque de Laurisilva de la isla de Madeira fue clasificado como Patrimonio Mundial Natural por la UNESCO en 1999. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Camino de la Levada do Risco que recorre un bosque de Laurisilva. Es uno de los recorridos más populares de la isla. El bosque de Laurisilva de la isla de Madeira fue clasificado como Patrimonio Mundial Natural por la UNESCO en 1999. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

Esa orografía caprichosa que dejó a Madeira sin playas y a Porto Santo con un largo arenal de 9 kilómetros es también la responsable de un clima totalmente diferente entre la cara norte y sur de la isla. La norte, casi despoblada, es el farallón infranqueable contra el que van a estrellarse las tormentas y las nubes que circulan por el Atlántico dejando para el lado sur cielos despejados, limpios y con una ausencia notable de lluvias.

Cascada en la que finaliza la Levada do Risco que recorre un bosque de Laurisilva. Es uno de los recorridos más populares de la isla. El bosque de Laurisilva de la isla de Madeira fue clasificado como Patrimonio Mundial Natural por la UNESCO en 1999. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Galleg
Cascada en la que finaliza la Levada do Risco que recorre un bosque de Laurisilva. Es uno de los recorridos más populares de la isla. El bosque de Laurisilva de la isla de Madeira fue clasificado como Patrimonio Mundial Natural por la UNESCO en 1999. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

Y esa es la causa directa de que Madeira atesore una larga red de canales, conocidos en la isla como “levadas”, que en la actualidad cuenta con más de 2.000 kilómetros de trazado. Casi desde que los primeros colonos comenzaron a hacerse cargo de vivir en este territorio montañoso, a mediados del siglo XV, se vio la necesidad de llevar lo que sobraba en la cara norte, muy difícil de habitar por lo abrupto del terreno, al sur, con muchas más posibilidades para el asentamiento y los cultivos: el agua. “Agua que no has de beber, déjala correr”, debieron pensar. Y así surgió la idea de tender estrechos canales de riego que, siguiendo las curvas de nivel de las montañas, recogían el agua de las escorrentías y las nieblas, abundantes en el norte, para llevarla hacia las laderas meridionales donde prosperaba el cultivo de cañas de azúcar y vides.

Señal en el camino de la Levada do Risco que recorre un bosque de Laurisilva. El bosque de Laurisilva de la isla de Madeira fue clasificado como Patrimonio Mundial Natural por la UNESCO en 1999. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Señal en el camino de la Levada do Risco que recorre un bosque de Laurisilva. El bosque de Laurisilva de la isla de Madeira fue clasificado como Patrimonio Mundial Natural por la UNESCO en 1999. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

Las primeras canalizaciones fueron acometidas por particulares que trataban así de abastecer sus plantaciones en el sur y en ellas intervinieron también esclavos provenientes del tráfico de mano de obra humana establecido a través del Atlántico entre África, Europa y, después, América. Las canalizaciones se reforzaban con cajas de madera allá donde se requería, mientras que en otros muchos tramos se tallaba directamente sobre la roca. Utilizando el mismo sistema que los romanos practicaron en El Bierzo para llevar el agua a Las Médulas, las levadas de Madeira transportan el agua salvando precipicios e incluso a través de túneles en los lugares donde resulta la manera más fácil de continuar el recorrido sin perder un excesivo desnivel. Basta con mantener el desnivel suficiente para que la velocidad del agua permita después la distribución mediante acequias hasta las plantaciones que la necesitan.

Bosque de laurisilva en el camino de la Levada do Risco que recorre un bosque de Laurisilva. El bosque de Laurisilva de la isla de Madeira fue clasificado como Patrimonio Mundial Natural por la UNESCO en 1999. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Bosque de laurisilva en el camino de la Levada do Risco que recorre un bosque de Laurisilva. El bosque de Laurisilva de la isla de Madeira fue clasificado como Patrimonio Mundial Natural por la UNESCO en 1999. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

Es a partir del siglo XIX cuando el Estado asume su construcción y mantenimiento. Al tiempo que evolucionó la forma de construirlas lo hizo también el alcance de las mismas, hasta lograr que en la actualidad el agua llegue a los lugares más inaccesibles. También desde el principio, una de las características más peculiares de las levadas fue la construcción de senderos pensados para facilitar su mantenimiento todo a lo largo del trazado. De esta forma, y de manera indirecta, en la actualidad estos senderos, que corren junto a las acequias traspasando valles y montañas, se han convertido en uno de los reclamos turísticos más deseados para los amantes del senderismo y el turismo de naturaleza.

Señalizacón del camino de la Levada do Risco que recorre un bosque de Laurisilva. Es uno de los recorridos más populares de la isla. El bosque de Laurisilva de la isla de Madeira fue clasificado como Patrimonio Mundial Natural por la UNESCO en 1999. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Señalizacón del camino de la Levada do Risco que recorre un bosque de Laurisilva. Es uno de los recorridos más populares de la isla. El bosque de Laurisilva de la isla de Madeira fue clasificado como Patrimonio Mundial Natural por la UNESCO en 1999. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

De hecho, gran parte de ellos discurren por el interior de los bosques autóctonos de laurisilva que colonizan la zona alta de las montañas. Estos bosques, húmedos y espesos, son vestigios relictos de la época Terciaria y en la actualidad, a pesar de estar en peligro de extinción en otras partes de Europa, aquí forman densas manchas forestales integradas por longevos ejemplares de tilos, laurel y viñátigos como especies principales. Se les considera bosques húmedos porque permanecen casi siempre envueltos por las nubes, empapados por las nieblas del atlántico que dejan en ellos gran parte de su carga. Los bosques de laurisilva de Madeira, los más grandes del mundo en su género, fueron reconocidos por la UNESCO en 1999 como Patrimonio Mundial. Y no sólo por su extensión, sino también porque en ellos habitan multitud de especies animales y vegetales endémicas o en peligro de extinción en otras partes del mundo. La calidad de la naturaleza en Madeira es tal, que se considera uno de los lugares del mundo con mayor variedad de especies vegetales por kilómetro cuadrado.

Camino de la Levada do Risco que recorre un bosque de Laurisilva. El bosque de Laurisilva de la isla de Madeira fue clasificado como Patrimonio Mundial Natural por la UNESCO en 1999. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Camino de la Levada do Risco que recorre un bosque de Laurisilva. El bosque de Laurisilva de la isla de Madeira fue clasificado como Patrimonio Mundial Natural por la UNESCO en 1999. Madeira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

Entre los muchos senderos señalizados que recorren el interior de la isla, destacan por su espectacularidad y sencillez los que acompañan las Levada de las 25 Fontes y la Levada del Risco. Esta última lleva, en unos tres kilómetros desde la carretera ER 110, entre Paul de Serra y Porto Moniz, hasta un fantástico salto de agua que se despeña desde el interior del bosque de laurisilva. Ambas levadas aparecen señalizadas como PR.6 y PR. 6-1, respectivamente, y comparten un primer tramo del trazado.

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EN MARCHA. La compañía aérea TAP tiene vuelos a Madeira desde Madrid.

INFORMACIÓN.  Turismo de Madeira.


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