Un viaje a las plazas fuertes de Ciudad Rodrigo y Almeida

Río Águeda puente Mayor y castillo de Enrique II. Ciudad Rodrigo. Salamanca. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Río Águeda puente Mayor y castillo de Enrique II. Ciudad Rodrigo. Ruta de las Fortalezas de Frontera. Salamanca. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Desde el aire, las localidades de Ciudad Rodrigo y Almeida semejan dos estrellas perfectas. Es la forma en que construyeron sus defensas en un pasado repleto de encontronazos bélicos. Hoy esas mismas estrellas repletas de garitas y almacenes son una llamada para embarcarse en un viaje transfronterizo repleto de sorpresas.

DOS ESTRELLAS EN LA FRONTERA

Texto y fotografías: Javier Prieto Gallego

Vistas desde el aire, Almeida y Ciudad Rodrigo son dos estrellas perfectas. Como las que coronan los árboles de Navidad o rematan las espuelas de un vaquero de película. Como si alguien hubiera sacudido el manto celeste y hubieran perdido su lugar en el cielo para encontrarlo en la Tierra. O en el Infierno.

Trazado de las murallas de la fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Trazado de las murallas de la fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

Porque así, como se ven hoy, es como los ingenieros militares del siglo XVII aprendieron a trazar unas fortalezas que pretendían invulnerables, las defensas tras las que cobijarse en un tiempo de guerras sin cuartel y asedios sin tregua. Almeida y Ciudad Rodrigo, una casi enfrente de la otra, a ambos lados de la frontera entre Portugal y España, son dos de aquellas estrellas de piedra y revellines, trincheras y baluartes, garitas y casamatas que nacieron de un tiempo convulso, de un tiempo en el que las fronteras quedaban marcadas sobre un mapa con la tinta de la sangre y el estruendo de los cañones.

Castillo de Enrique II de Trastamara construido en 1372. Ciudad Rodrigo. Salamanca. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Castillo de Enrique II de Trastamara construido en 1372. Ciudad Rodrigo. Salamanca. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego

Y así, plantadas donde las dejaron aquellos ingenieros militares, se las encuentra uno, dominando desde sus alturas respectivas el paisaje circundante, esperando la llegada del viajero incauto que quiera dejarse atrapar en el enredo de sus laberintos de piedra, de sus caminos de ronda, de sus tesoros ocultos.

CIUDAD RODRIGO

Ciudad Rodrigo lo hace desde un promontorio rocoso en la margen derecha del río Águeda. Tranquila y dorada a la caída del sol, a un paso de la frontera con Portugal. Tan cerca que casi se huele desde lo alto de sus murallas. Tan al lado que, si no fuera por su condición de ciudad fronteriza, ni siquiera existiría. Para lo bueno y para lo malo la frontera siempre estuvo ahí. Fue la cicatriz que une o el abismo que separa. La mano que castiga o la bendición de un vecino generoso con el que mezclarse y congeniar. Y aunque la contundencia de sus murallas son la prueba evidente de que no todo en el pasado fueron tiempos felices, un paseo más detenido por su laberíntico callejero descubre que aquí se vivieron también tiempos de singular esplendor, de una riqueza y prosperidad que, en el fondo, siempre tuvieron algo que ver con la cercana frontera.

Ayuntamiento y plaza Mayor. Ciudad Rodrigo. Salamanca. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Ayuntamiento y plaza Mayor. Ciudad Rodrigo. Salamanca. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego

Y ahí está, por ejemplo, la catedral. Tan apabullante en sus dimensiones como dura de pelar. Su torre fue la diana contra la que dispararon sin piedad los cañones enemigos desde un promontorio cercano durante el implacable asedio al que fue sometida en la Guerra de la Independencia, empeñados en hacer volar por los aires lo que los asediados habían convertido en un polvorín. Las huellas de aquella lluvia de bombas son todavía evidentes sobre la fachada exterior de la torre. Pero la catedral sigue en pie.

Pórtico del Perdón. Catedral de Ciudad Rodrigo. Salamanca. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Pórtico del Perdón. Catedral de Ciudad Rodrigo. Salamanca. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego

En el paseo por su interior no hay que pasar por alto la espectacularidad de la puerta del Perdón, ubicada en el cuerpo bajo de la torre y protegida de la intemperie por otro pórtico posterior. La riqueza de sus imágenes es comparable a los pórticos de la colegiata de Toro o, incluso, a la de la catedral compostelana. El asombro que producen sus dos capillas más notables, la de la Soledad y la del Santísimo, hay que conjugarlo con un alto ante el llamado altar de Alabastro o de la Quinta Angustia, uno de los rincones supremos de la catedral, o la sillería del coro. Pero es en el claustro de esta catedral donde los imagineros trabajaron a sus anchas, a juzgar por el repertorio de personajes, fantásticos, religiosos y profanos que pueblan los capiteles y, muy especialmente, las basas de muchas de sus columnas. Precisamente es ahí, a la altura de los ojos y en pequeñito, donde la piedra aparece tan viva y maleable como la plastilina. Cuidado: algunos incluso se atreven a sacar la lengua a quien se acerca a mirarlos.

Miniaturas en la base de las columnas del claustro. Ciudad Rodrigo. Salamanca. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Miniaturas en la base de las columnas del claustro. Ciudad Rodrigo. Salamanca. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego

La plaza de Herrasti, donde se localiza el acceso más frecuente a la catedral, encamina hacia la muralla para comenzar el paseo que, en el sentido opuesto al del reloj, conduce, en primer lugar, hasta el castillo y el mirador sobre el Águeda. Más allá, el hospital de la Pasión antecede la llegada a la puerta de Santiago, una de las siete que permiten el paso al cogollo urbano. No muy lejos quedan el palacio de los Águila, de visita imprescindible por lo que permite de cata al interior de uno de los abundantes palacios señoriales de la ciudad; la iglesia de San Pedro y San Isidoro o la casa de los Vázquez, que acoge en su interior las dependencias de Correos.

Coro realizado por Rodrigo Alemán. Catedral de Ciudad Rodrigo. Salamanca. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Coro realizado por Rodrigo Alemán. Catedral de Ciudad Rodrigo. Salamanca. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
La catedral desde la muralla. Ciudad Rodrigo. Salamanca. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
La catedral desde la muralla. Ciudad Rodrigo. Salamanca. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego

Mientras se desenreda el laberinto de su apretado callejero se habrá pasado varias veces por el ágora de su plaza Mayor, con el palacete arrinconado del Ayuntamiento en una de sus esquinas, recalado en la capilla de Cerralbo o la plaza del Conde, con notables edificios señoriales haciendo corro. Desde esta toma un paso franquear la muralla por la puerta del Conde y rematar en el Centro de Interpretación de la Ruta de las Fortalezas de Frontera, especialmente recomendable para ver con niños y de visita indispensable para comprender el funcionamiento del sistema defensivo de esta ciudad y de otras fortalezas de la zona. Y, si hay tiempo, también merece visita el Museo del Orinal, una de las propuestas museísticas más originales de Castilla y León.

Centro de Interpretación de la Ruta de las Fortalezas de Frontera. Ciudad Rodrigo. Salamanca. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego
Centro de Interpretación de la Ruta de las Fortalezas de Frontera. Ciudad Rodrigo. Salamanca. Castilla y León. España. © Javier Prieto Gallego

Y, de estrella a estrella, 46 km separan Ciudad Rodrigo de Almeida. Tan cerca y tan lejos que, en más de una ocasión compartieron, incluso, enemigos: un ejército napoleónico empeñado en conquistar toda Europa a cañonazos.

ALMEIDA

Una calle de Almeida con el campanario del cementario al fondo. Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Una calle de Almeida con el campanario del cementario al fondo. Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

Pero las murallas de Almeida son muy anteriores. Su estrella, dos kilómetros y medio de murallas trazadas con seis puntas y seis baluartes de forma triangular intercalados entre ellas, comenzó a construirse por el ingeniero Lassart en 1641 según el diseño del arquitecto militar francés Vauban, después de que Felipe IV de España, en un asalto tras la Restauración, destruyera las anteriores defensas que protegían la ciudad. Cuando finalizaron, más de un siglo después, Almeida se había convertido en un importante punto estratégico de la frontera portuguesa.

Garitas en las murallas de la fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Garitas en las murallas de la fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

No hizo falta esperar mucho para poner a prueba aquel sistema defensivo. En el contexto de la Guerra de la Independencia –que en Portugal se conoce como la Guerra Peninsular-, Almeida se situó en el punto de mira del ejército napoleónico. La caída de Ciudad Rodrigo en manos francesas en 1810 obligó al ejército inglés de Wellington, aliado de Portugal, a retirarse tras el curso del río Coa, accidente natural que marca la frontera en esa zona. La idea de los ingleses era retrasar lo más posible el avance francés hacia Lisboa. Y en esos planes entraba que Almeida entretuviera a los franceses el tiempo suficiente como para que la llegada de las lluvias otoñales hiciera impracticable los caminos hacia Lisboa.

Fachada del hospital de La Misericordia, uno de los asilos más antiguos de Portugal. Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Fachada del hospital de La Misericordia, uno de los asilos más antiguos de Portugal. Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Cementerio militar ubicado sobre las murallas de la fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Cementerio militar ubicado sobre las murallas de la fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

Pero todo se fue al traste la noche del 26 de agosto de 1810. Exactamente cuando un proyectil francés aterrizó sobre un barril de pólvora en el polvorín y provocó una explosión en cadena que hizo brincar por los aires el castillo medieval, que hacía las veces de almacén de pólvora, llevándose por delante a cerca de 500 soldados portugueses que defendían el baluarte de Almeida y a varios de los franceses atacantes, aplastados por el aluvión de piedras que se les vino encima. Cuando el humo se disipó, la localidad de Almeida había desaparecido. Pero no su estrella. De hecho, pasma el estado de conservación –casi perfecto- de todo su sistema defensivo. Como la impresionante puerta doble de San Francisco, formada por dos túneles abovedados construidos en curva y separados por el foso de 12 metros de profundidad que rodea por completo la fortificación. Ahí se ubica la Oficina de Turismo, con información sobre horarios y puntos de interés, y se puede comenzar también el paseo por el contorno de la muralla  en el sentido contrario al de las agujas del reloj.

Interior del Museo Histórico-Militar de Almeida ubicado en las casamatas de la fortificación. Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Interior del Museo Histórico-Militar de Almeida ubicado en las casamatas de la fortificación. Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

Imprescindible para conocer lo que no se ve a simple vista del sistema defensivo es la visita al espacio principal del Museo Histórico-Militar de Almeida, ubicado en el interior de las casamatas del baluarte de São João de Deus, y que permite el recorrido por las estancias semisubterráneas construidas con grandes bloques de granito sin ventanas ni huecos al exterior, en las que se refugiaba la población cuando llovían bombas del cielo.

Exposición de coches antiguos en el patio del Picadero del Rey. Fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Exposición de coches antiguos en el patio del Picadero del Rey. Fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

El recorrido por el contorno defensivo recala, unos metros más allá, en la plaza Alta, situada sobre el baluarte de Santa Bárbara y, después, en el Picadero del Rey, conjunto de edificios que en su momento funcionaron como Tren de Artillería y que ahora sirve de picadero en el que se dan clases de equitación o se ofrecen paseos a caballo o en carroza a quien lo pida. Del otro lado del paseo de ronda quedan los cimientos del antiguo castillo de Almeida. Lo que falta es lo que voló por los aires. También junto al castillo se localiza la puerta de San Antonio, por la que se sale para alcanzar el Centro de Estudios de Arquitectura Militar, ubicado en el interior del revellín de San Antonio, donde lo más interesante para el turista es el pase de un vídeo corto en el que se da idea –en portugués- del armonioso conjunto que forman población y murallas.

Garitas en las murallas de la fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego
Garitas en las murallas de la fortificación de Almeida. Región de Beira. Portugal. © Javier Prieto Gallego

Y, ya puestos, quien quiera profundizar en la historia y los paisajes de este territorio fronterizo debería dejar hueco en este viaje para acercarse, por el lado español, hasta la estación arqueológica de arte rupestre de Siega Verde –Patrimonio de la Humanidad-, a 18 km de Ciudad Rodrigo, y el Real Fuerte de la Concepción, en Aldea del Obispo, a 41.

INFORMACIÓN.

CIUDAD RODRIGO. Oficina de Turismo: 923 498 400 / 923 460 561. Centro de Recepción de Visitantes: 923 163 373. Web: www.aytociudadrodrigo.es.

ALMEIDA. www.cm-almeida.pt.


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