Restos arqueológicos y canalizaciones romanas en la comarca leonesa de La Cabrera
Textos y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
Llegados los albores de nuestra era, los romanos peleaban ansiosamente por lograr, de una vez por todas, el control total de una península a la que dieron en llamar Hispania. A pesar de su empeño, se les resistían de una manera especial las tribus indígenas asentadas en la esquina noroeste de ese territorio. Pero no por mucho por tiempo. En el año 25 a. C. fue tomada la ciudad de Lancia y emprendida la última etapa de su conquista.
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Así las cosas, y tras el empeño puesto en la conquista del territorio –o tal vez al mismo tiempo-, a los romanos les acometió otra fiebre mayor: el delirio del oro.
Su empecinamiento por conquistar el mundo, conllevaba la necesidad infinita de dinero, riqueza con la que pagar soldados, mano de obra y un sistema administrativo cada vez más voluminoso y menos productivo. De cuantos metales preciosos servían a su propósito el oro era el más buscado. Y encontraron su mejor filón en Las Médulas, el yacimiento de este metal más importante del mundo en esa época.
Como es sabido, su explotación se realizó demoliendo las montañas con imponentes chorros de agua a presión lanzados desde la zona superior de esas montañas. Ingeniosa forma de convertir la tierra en barro y buscar oro como quien desmiga un roscón de Reyes.
La red hidráulica de Las Médulas llegó a sumar más de 600 km de longitud repartidos en 9 canales principales, si bien no todos estuvieron activos al mismo tiempo. De hecho fueron construidos y utilizados de forma sucesiva a medida que la evolución de la explotación minera demandaba aportes de agua a mayor altitud. CANALES ROMANOS
Este sistema de agua a presión conllevó la construcción de cientos de kilómetros de canales en las sierras colindantes del Teleno y los Montes Aquilanos, mediante los que conducir el agua a lo largo de esas montañas hasta su destino final. Al mismo tiempo estas obras, tan espectáculares en su mecánica como en su atrevimiento, hicieron necesaria la creación de nuevos poblados en los que alojar a la población trabajadora y al propio ejército romano encargado de vigilar toda esta infraestructura, vital para que la explotación de Las Médulas pudiera continuar siendo rentable.
Entre los siglos I y III la comarca leonesa de La Cabrera vivió una profunda transformación urbanística, tan espectacular para la época como la de la Costa del Sol en los 60: canales, caminos, presas de contención y nuevos poblados transformaron para siempre aquel rincón salvaje de la Hispania profunda.
CANALES ROMANOS EN LA CABRERA
Veintiún siglos después, La Cabrera sigue siendo un territorio marcado por los zarpazos que Roma dibujó en esas montañas. De los 9 canales que llegaron a constituir el sistema hidráulico completo de Las Médulas, con más de 600 km de recorrido, 6 canales principales y 2 auxiliares son los que discurrían por la vertiene articulada en torno al río Cabrera, sumando por esta vertiente un total de 460 km de trazados. Como el resto, fueron construidos a lo largo de las laderas de estas montañas mediante el sencillo y trabajoso método de tallar la caja por la que debía circular el agua en las paredes de roca. Allí donde no existía el soporte de la roca se construían muros de mampostería a uno o a ambos lados y se dejaba el canal en el medio. Las cajas tienen unas dimensiones más o menos regulares de unos 40 cm de alto y unos 120 cm de alto con una pendiente media mantenida de en torno a 0,5%. Los canales corrían paralelos entre sí siguiendo cada uno su propia cota de la montaña captando de esta manera a diferentes alturas el agua de los arroyos que descienden hacia el fondo. Uno de esos canales, numerado como C3, tiene 143 kilómetros de longitud y no solo es el más largo de todo el sistema hidráulico de Las Médulas, también es «la segunda conducción de agua más larga de la antigüedad, sólo superado por el canal de abastecimiento a la ciudad romana de Constantinopla (actual Estambul)» .
El rastro de aquellos canales trazados a distintos niveles sobre las laderas meridionales de las sierras del Teleno y los Aquilanos son perfectamente visibles para quien mire con ojo atento y haga caso de alguno de los paneles que jalonan la carretera que une las localidades de Truchas y Puente de Domingo Flórez por el puerto de Peña Aguda.
De los varios rincones en los que es posible recorrer las huellas de Roma a lo largo de esa carretera destaca, por su particular encanto y su excepcional estado de conservación el canal romano C1 que recorre el valle del Airoso o Lleiroso y que permite contemplar notables vestigios arqueológicos y una buena muestra de las obras originales que requirió su construcción.
Así pues, una de las mejores maneras de conocer de primera mano uno aquellos canales que llevaron el agua a Las Médulas y el oro al bolsillo de los romanos pudientes es precisamente el paseo que discurre por el trazado de este canal romano C1 que arraca en Llamas de Cabrera. El paseo está señalizado e ilustrado con un reguero de paneles que informan sobre la técnica necesaria para su construcción y otras curiosidades. Además de brindar panorámicas espectaculares sobre el valle y el monte de La Aquiana, el más alto de los Aquilanos, ofrece al final la posibilidad de transitar por dos cortos túneles tallados con el canal: uno de ellos sirve para pasar de un valle al siguiente ahorrando muchos metros de obra; el otro, atraviesa la montaña por debajo del canal y fue tallado para aliviar las riadas que, en tiempo de tormentas, podrían poner en peligro los represamientos con los que alimentaban esta bien pensada red de canales.
EN MARCHA. Hasta Llamas de Cabrera es posible llegar, bien desde Puente de Domingo Flórez, en el límite de León con Ourense; bien desde La Bañeza por la carretera que se dirige hacia Truchas y Corporales.
EL PASEO. Recorrido circular señalizado como parte del GR. 292.3, Canales Romanos de Las Médulas. El paseo tiene unos 6 km totales y discurre por el trazado de los canales romanos C1, a la ida, y C3, a la vuelta. La forma más sencilla y corta es ir y volver por el canal C1 al alcanzar el pequeño túnel que da paso al valle del arroyo de Valdecorrales. Hasta ahí hay unos 3 km que pueden hacerse en unos 45 minutos. El panel informativo general del recorrido se localiza junto a la carretera, en la primera calle que aparece según se llega por la LE 191/19 desde Sacella, junto a una fuente. Tras pasar por encima de la iglesia, y al alcanzar el final del pueblo, se asciende hasta localizar, junto a unos grandes castaños, el primero de los paneles del recorrido. Es también el punto en el que confluyen el canal C1 que, en sentido descendente sirve ahora para iniciar el paseo, y el canal C3, a su derecha, que es por el que regresaremos. A 1,7 km del inicio aparece señalizado el desvío hacia el paraje de La Campana donde se localizan los restos de obras realizadas agujereando un espelón rocoso para la construcción de unos canales utilizados para el lavado de sedimentos. Este paraje, aunque interesante, conlleva afrontar el fuerte desnivel existente entre ambos puntos y añadir cerca de una hora al recorrido total.
Al alcanzar los túneles que se abren al final del recorrido, el circuito se completa enlazando con el canal C3 que corre paralelo al C1 por la misma ladera pero a mayor altura. Para esto, tras pasar el túnel, hay que remontar el arroyo de la Petadura por la orilla izquierda durante unos 10 minutos. En la pared de una caseta junto al arroyo, una flecha indica que hay que separarse algunos metros de la orilla para encontrar el sendero que continúa ascendiendo por el vallejo hasta que, otros diez minutos después se acaba por conectar con el camino del Palomar, que llega desde la otra orilla. A partir de ese momento, sin cruzar el arroyo en ningún caso, se inicia una prolongada ascensión a través del robledal hasta dar vistas de nuevo al valle del Airoso. Muy poco después, el camino carretero acaba por conectar con el llamado “carril número tres”, paralelo al recorrido anteriormente. A pesar de que el tiempo y el uso acabó por convertirlo en un camino carretero, son apreciables, además del desgaste que los carros dibujaron sobre la roca desnuda en muchos tramos, las obras realizadas por Roma durante la construcción del canal. El camino, con vistas espléndidas sobre el valle, termina el recorrido en un vertiginoso descenso hacia uno de los paneles del inicio del sendero, junto a la localidad de Llamas. La vuelta por aquí lleva algo más de una hora desde los túneles.
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