Un estrecho pasillo natural conduce hasta Huidobro, un apartado rincón de Las Merindades
Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
En alto sobre un leve resalte del terreno, coronando una especie de tarta natural invisible, el templo románico de San Clemente preside, con algo de bochorno por la vencidad de las horribles naves ganaderas, el espectacular anfiteatro natural en el que se encuentra situado este pequeño enclave burgalés. La conocida como Hoya de Huidobro es un fenómeno geológico espectacular. Abierta en el límite entre el territorio de Los Altos y Sedano, la erosión y los movimientos tectónicos han dibujado sobre el terreno una enorme depresión circular, hundida con respecto al territorio circundante, que en el fondo parece como provocada por el impacto de un enorme meteorito.
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En la puerta de la iglesia de San Clemente se rodaron algunas escenas de la película El disputado voto del señor Cayo, de Antonio Jiménez-Rico.
Sólo que mientras ese entorno presenta la aridez y perfil estepario propio de la paramera que se prolonga hacia Las Loras, la Hoya de Huidobro aparece en el paisaje como un milagro de verdores imprevistos, un cuenco privilegiado al que los dioses hubieran dotado de un clima y una vegetación imposible tan sólo unos kilómetros más allá. El contraste es tan brutal que la estampa parece sacada de contexto. De un contexto, el de Las Loras, dominado por las superficies planas, duramente castigadas por un clima seco y frío que sólo permite una escuálida vegetación esteparia y una vida animal acostumbrada al frío y calores extremos.
Mientras, esta hoya amplia y herbosa, es el reino de las hayas y el robledal que aquí conforman espesuras considerables y unos pastos frescos que todavía degusta una cabaña vacuna superviviente de las políticas ganaderas de las últimas décadas. Este denso tapiz natural ha ido disimulando los arañazos considerables provocados en el pasado por explotaciones petroleras y minas de cobre que a punto estuvieron de desfigurarla para siempre.
EL PASEO
Pero si espectacular es el enclave, no lo es menos el camino de acceso para quien quiera explorar a pie el desconocido y apartado cañón natural que comunica el puerto de La Eme con la localidad de Huidobro.
El comienzo del paseo, y del camino que comunica estos dos puntos, se localiza en la primera gran curva de este puerto que enlaza por carretera las localidades de Pesquera de Ebro y Cubillo del Butrón, inmediatamente después de dejar a mano derecha la pista de tierra que conduce hasta Cortiguera. Es también el inicio del barranco de Turriente, que ira ganando espectacularidad en la misma medida que su angostura, tanto que acabará por convertirse en un estrecho pasillo con sitio sólo para el paso del arroyo de la Tejera, el camino y añosos ejemplares de hayas centenarias.
A un kilómetro del inicio se alcanza una cancela para el ganado con aviso de coto de setas. Mientras el camino aparece flanqueado de aulagas en flor y un ejército considerable de enebros y sabinas de larga vida por debajo va dibujándose cada vez con mayor rotundidad el tajo rocoso que aguas arriba será desfiladero. Eso sucede a dos kilómetros del inicio, tras una marcada revuelta en la que camino y arroyo coinciden para correr juntos. Es el inicio del tramo más espectacular, con vertiginosos cortados a ambos lados y enormes peñascos amenazando desde lo más alto con venirse abajo en cualquier momento. Después de cruzar por segunda vez el arroyo, el camino inicia un ligero ascenso al tiempo que el desfiladero va abriendo su horizonte hasta abocar a la delicia de praderas que anteceden la inmediata llegada a Huidobro.
EN MARCHA. El inicio del camino se localiza en la primera gran curva del puerto de La Eme, entre las localidades burgalesas de Pesquera de Ebro y Porquera del Butrón, en el área natural de los Cañones del Ebro.
EL PASEO. Sin señalizar, pero sin pérdida posible: basta seguir el camino bien marcado entre ambos puntos. La distancia de ida es de 4,5 km que pueden hacerse en una hora.
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QUE VER. El mejor punto de observación de la hoya natural de Huidobro es el pequeño cerro en cuya cima se encuentra la iglesia románica de San Clemente, rescatada en 2018 de una ruina que parecía irreversible. Presenta una bella y trabajada portada románica, además de un rico muestrario iconográfico en sus numerosos canecillos. También son de interés las bocaminas que se descubren en las laderas de la Peña Otero, sobre cuya cumbre despuntan aerogeneradores. Este pequeño conjunto de galerías y agujeros son los restos dejados por unas explotaciones de cobre que estuvieron en activo desde 1767 hasta los años 60 del siglo pasado. Si te acercas a curiosearlas, no olvides llevar una linterna.
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