© TEXTO Y FOTOGRAFÍAS: JAVIER PRIETO GALLEGO
Lo bueno de que viajar a pie hacia Santiago se haya puesto tan de moda es que no sólo se ha soplado el polvo de muchos caminos carreteros que llevaban siglos esperando tiempos mejores, también el de añejos libros, historias y narraciones de caminantes que, pasito a paso, acometieron tal aventura en tiempos en los que sólo se peregrinaba por la imperiosa necesidad de cumplir una promesa o poner a salvo el alma pecadora. Otra de las vías de peregrinación que ha visto brotar sobre las cunetas además de amapolas la flecha amarilla es el bautizado como Camino de la Lana, que debe su nombre, principalmente,a que su trazado actual es, más o menos, el mismo que recorrían los mercaderes y rebaños conquenses que en los siglos XV, XVI y XVII viajaban para llevar su lana, atravesando La Alcarria, hasta Burgos, sede del Consulado del Mar, para proseguir luego su viaje hacia los puertos del norte y más tarde hacia Inglaterra.

Lo fascinante de los caminos viejos no es sólo que lleven a alguna parte, sino que al recorrerlos uno siente que también lo llevan a uno. El Camino de la Lana es uno de esos trayectos que, rescatado del polvo de los siglos y de la memoria dormida de los mapas, vuelve a latir bajo las suelas de quienes aún creen en los viajes lentos. No nació para peregrinos, sino para pastores, tratantes y comerciantes de vellones finos que cruzaban la península siguiendo una lógica de ferias, puertos y promesas de riqueza. Pero acabó transformado, como tantos caminos, en una ruta de fe y expiación. Hoy, quien se aventura por sus sendas, más que encontrarse con multitudes, se encuentra consigo mismo, con los pueblos que aún resisten en la ladera del silencio, y con el temblor de una historia que camina al lado. Desde las tierras conquenses hasta el abrazo del Camino Francés en Burgos, es un viaje de ida hacia fuera y de vuelta hacia dentro.
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Ese trazado, convertido en Camino Real, es el mismo que en 1624 siguen tres peregrinos dispuestos a cumplir la promesa de la ofrenda al Apóstol: Francisco Patiño, su esposa María Franchis y un primo del primero, Sebastián de la Huerta. En el origen de todo están muchos años de cautiverio en las galeras del turco y un incendio proverbial que se llevó por delante a los hijos del matrimonio. También la necesidad ineludible de cumplir lo prometido a Santiago a cambio de una vida mejor. Después de atravesar media Europa cumplen el empeño de llegar hasta el pueblo natal de Francisco, Monteagudo de las Salinas, para enfilar ya desde allí el camino hacia Compostela por la vía más corta y transitada, la misma que seguían los vellones en su camino hacia el norte.
En el relato de ese viaje y en la constatación histórica de aquellos trajines laneros se sustenta la actual vía de peregrinación denominada el Camino de la Lana, atravesando las provincias de Cuenca, Guadalajara, Soria y Burgos. Desde la capital de esta última el peregrino corre a integrarse en la abultada corriente del Camino Francés. La eclosión santiaguista de las últimas décadas y el deseo de viajar caminando hacia Compostela hace que también se considere Alicante el inicio de este viaje, coincidiendo hasta Villena con el trazado del Camino de Santiago de Levante.

A su paso por Castilla y León también comparte trazado y señalización en muchos tramos con otro camino de armas tomar, El Camino del Cid, itinerario de inspiración literaria que recrea los pasos del Campeador en su viaje hacia el Destierro. Así, según se vaya o se venga, quienes transitan por esos caminos llevan en la mente dos símbolos tan parecidos como opuestos: la cruz de Santiago, los que viajan del sureste hacia el norte camino de Compostela, o la espada del Cid, quienes desde Burgos viajan hacia el sureste siguiendo la estela del Destierro del Campeador. En cualquiera de los dos casos lo que estos horizontes ofrecen es una profunda experiencia de soledades y una buena dosis de aventura. Lo mismo que el Francés cuando a principios de los ochenta comenzaron a retomarse las peregrinaciones a pie. Sólo que por el de la Lana la densidad de peregrinos que circulan es sumamente escasa. Por fortuna para quienes asumen el reto, prácticamente todo el recorrido está señalizado y existen guías publicadas por la Asociación del Camino de Santiago de Cuenca en las que se describe el trazado de las distintas etapas y las posibilidades de alojamiento que ofrecen los ayuntamientos a los peregrinos.

El Camino de la Lana en Castilla y León
A Castilla y León el Camino de la Lana, que recorre en ella 157 kilómetros, entra en la provincia de Soria por la localidad de Retortillo, con espectaculares restos de su cincho amurallado y un recio sabor medieval. Sin obviar la cercanía de las ruinas celtíberas de Tiermes, que conserva restos de una auténtica ciudad tallada sobre la roca arenisca, el camino serpentea por el desfiladero que une las localidades de Tarancueña y Caracena. En esta apartada y recoleta localidad sorprende el pórtico románico del su iglesia de San Pedro o los destartalados restos del castillo asomándose al paisaje. Fresno de Caracena, Inés y Olmillos preceden la llegada a San Esteban de Gormaz, citada en el Cantar del Mio Cid. Los restos de su castillo y las joyas de sus templos de Nuestra Señora del Rivero y San Miguel despuntan sobre la población.

Dejando el Duero atrás los horizontes alomados y de tierras rojizas se suceden mientras el peregrino hilvana pequeñas localidades como Matanza de Soria, Villálvaro, Zayas de Báscones o Alcubilla de Avellaneda, desde donde un corto desvío acerca hasta las ruinas de la ciudad romana de Clunia. Hinojar del Rey y Quintanarraya marcan paisajes de transición mientras el aroma de la resina se hace cada vez más contundente. Huerta del Rey es famosa por los inusuales nombres con que bautizan a sus vecinos, pero también por la importancia de sus pinares. Los mismos que se atraviesan en tanto el camino se dirige hacia Santo Domingo de Silos, uno de los principales hitos monumentales de la ruta.

La Historia de Castilla asoma en cada piedra algunos kilómetros más adelante, al alcanzar Covarrubias, orillada junto a un Arlanza que un poco más abajo roza las ruinas del monasterio de San Pedro de Arlanza, considerado la cuna de Castilla. Por Mecerreyes , Hontoria de la Cantera, Revillarruz y Saldaña de Burgos los peregrinos compostelanos arriban a la capital burgalesa para sumarse al río que, de este a oeste fluye sin descanso hacia el Atlántico desde que se diera por bueno el descubrimiento de los restos del apóstol Santiago en un monte sobre el que las estrellas no paraban de bailar.

EN MARCHA
El Camino de la Lana es uno de los caminos tradicionales de peregrinación que pueden recorrerse por Castilla y León. Atraviesa la provincia de Soria de norte a sur y la de Burgos hasta la capital. El trazado recala en singulares monumentos históricos, como el monasterio de Santo Domingo de Silos, localidades cargadas de historia, como San Esteban de Gormaz o Covarrubias, y atraviesa singulares paisajes, muchos de ellos ligados también a la figura del Cid.

SEÑALIZACIÓN. Como el resto de caminos jacobeos, la flecha amarilla aparece siempre para echar una mano en casi todos los cruces y desvíos. Además, en muchos tramos comparte señalización el Camino del Destierro y las balizas correspondientes al GR.160.
INFORMACIÓN. La Asociación del Camino de Santiago de Cuenca ha impulsado en los últimos años el desarrollo del Camino de la Lana. Ofrecen una completa información de los trazados, albergues, dificultades, etc., en su web, www.decuencaasantiago.org. Tel. 679 783 651.