LA DÁRSENA DE LOS SUEÑOS
Un paseo ribereño une las localidades de Alar del Rey y Villela
© Texto y fotografías: JAVIER PRIETO GALLEGO
Sigue este paseo justo los derroteros que no alcanzaron a conquistar los soñadores ilustrados que, a cambio, dejaron sobre la meseta una de las obras hidráulicas más fascinantes que pueden encontrarse en toda la Península: el Canal de Castilla.
Alar del Rey fue el punto final que los ingenieros de la obra pusieron en su anhelo de hacer llegar barcos cargados de harina hasta la costa cantábrica. Tras siglos de ensoñaciones, el empeño fue rebajado después hasta Reinosa y, finalmente, se concibió suficiente con que las mercancías arribaran a las puertas de aquel murallón montañoso cantábrico que parecía insalvable para las aspiraciones mercantiles castellanas. Pasarlas al otro lado requería de otras mañas menos acuáticas.
El punto final escogido para la navegación fue una zona ribereña del Pisuerga, propiedad de las monjas bernardas del cercano monasterio de San Andrés de Arroyo, donde el convento tenía un molino y otros ingenios. Justo donde las apreturas montañosas se holgaban y dan comienzo las primeras vegas. De ahí hacia el sur Castilla se abre poco a poco hasta volverse más abierta que un mar en calma.
Así es como Alar se convirtió en el extremo septentrional del Ramal del Norte, uno de los tres que conforman la “y” invertida pensada en su momento como la forma más rápida y barata de hacer que personas y mercancías trajinaran de norte a sur por las llanuras de Palencia y Valladolid. La necesidad imperiosa de hacer llegar su principal materia prima, la harina, a los puertos de ultramar y recibir de ellos azúcar, sobretodo, fue el motor que alimentó esos sueños mercantiles durante varios siglos.
Dada la ambición del proyecto, el remate del canal en Alar exigió la construcción de una dársena holgada en la que varias barcazas pudieran maniobrar a la vez sin estorbar el estibado de las demás. Y como en cualquier otro puerto de mar, el paisaje se fue poblando de pequeñas naves en las que ordenar las mercancías mientras esperaban ser cargadas hacia el norte o hacia el sur. Al final, los continuos conflictos con el monasterio por el uso de la propiedad forzaron al Estado la compra de esos terrenos por 200.000 reales de vellón. Corría el final del siglo XVIII. Ese es el verdadero punto de partida de una localidad que a partir de entonces conoció un crecimiento espectacular estimulado por la intensa actividad comercial que el canal vivió durante unas décadas. Decisiva fue también la llegada a la localidad, a mitad del siglo XIX, de una de las primeras líneas férreas trazadas en España, el ferrocarril de Isabel II, entre Alar y Santander, que permitió finalmente agilizar el tránsito de acarreos.
El paseo
No hay, pues, mejor punto de partida para este paseo ribereño junto a las aguas del Pisuerga que esta dársena de lo sueños, hoy con las doce naves mercantiles convertidas en puro trampantojo, sin cubiertas –menos dos- ni tripas, reflejando su perfil de serrucho en las aguas del canal y convertidas ahora en carne de proyecto turístico de los de “ya se verá”.
En la otra orilla, abiertas a la inmundicia y sucumbiendo a la dejadez todavía pueden ojearse las tres bodegas de piedra sillar y bóveda de ladrillo, medio enterradas en la ladera, que en su momento sirvieron a la autoridad para encerrar convictos y mercancías perecederas, juntos pero no revueltos, en un agujero sin más contacto con el exterior que el que penetra por una ventanita de un palmo por lado abierta encima de cada una de sus tres puertas.
El paseo une desde aquí, y en cinco kilómetros de sombreadas choperas junto al río, las localidades Alar, Nogales de Pisuerga y Villela. En el camino, perfecto también para hacer con bici, se bordean dos de las imponentes fábricas que nacieron junto al río al calor de aquella pasajera pujanza industrial.
EN MARCHA. Alar del Rey está 16 kilómetros al sur de Aguilar de Campoo y puede llegarse por la N-611.
EL PASEO. El trazado de los cinco kilómetros de camino que une las localidades de Alar del Rey y Villela discurre por la margen izquierda del Pisuerga y tiene su comienzo donde el Canal de Castilla toma las aguas de río. A mitad de ambas poblaciones, aunque en la orilla opuesta, se asienta la localidad de Nogales de Pisuerga, con una iglesia de finales del siglo XII característica del románico palentino. En una plaza cercana de esta población se alza el caserón cuyo escudo en la fachada recuerda que la población fue señorío del padre de Calderón de la Barca. El camino desemboca en una carretera que, tomada hacia la derecha, lleva en 300 metros hasta Villela.
CROQUIS
El Canal de Castilla en bicicleta
Recorrer el Canal de Castilla en bicicleta es una aventura fácil y llena de alicientes. Aquí te doy algunas pistas que pueden ayudarte en el intento.