Texto y fotos: Javier Prieto Gallego
Los Arribes son un territorio tan extremo que allí cualquier arroyo te hace un barranco. Debe de ser la presión sicológica de vivir cerca del mayor hacedor de precipicios: de un Duero que por esos lares parece tan enfurruñado que es como si quisiera bajarse del mundo, hundirse allá allá abajo y dejar sin orillas a todos, con un palmo de narices. Así que, a la postre, a falta de orillas a las que acercarse por las buenas, al Duero arribeño lo que le abundan son balcones y asomaderos desde los que contemplarle de lejos. O despeñarse en el intento.

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Esa orografía tortuosa que sujeta en alto las poblaciones y se rompe de golpe al paso de los arroyos es la responsable también de que muchas de las corrientes de agua que van a verter al Duero acaben, tarde o temprano, encajonadas en profundos tajos por los que el agua corre tan a trompicones como puede, descolgándose en alucinantes cascadas o remansándose en solitarios rincones, prácticamente inaccesibles salvo para las cabras, los buitres o, antaño, los estraperlistas y molineros.

EL PASEO
El inicio de este paseo de barrancos y viejos molinos hay que buscarlo en lo más alto de Cozcurrita. Junto al depósito de agua y cerca de la iglesia está la calle por la que arranca el camino hacia Fariza. Un cartel del GR.14 indica los principales hitos del tramo que une ambas localidades, apenas tres kilómetros perfectamente señalizados en cada una de las bifurcaciones.
Tras dejar a la izquierda la primera de ellas, aparece una de las construcciones tradicionales que otorgan personalidad a esta zona del oeste zamorano: los pontones realizados con grandes lajas de granito. Muy pocos metros después de sobrepasar este, aparece un segundo pontón, más corto y sencillo, también sobre el arroyo Mimbrero.

Desde ahí el camino inicia una ligera subida hasta conectar con una pista que llega desde la carretera. Ahora el camino desvela otro de sus alicientes: la vista de las laderas del monte cubiertas por uno de los mayores bosques de enebros del oeste de Zamora.
Fariza se alcanza por su puente medieval. Vale la pena cruzarlo para catar su mejor estampa, pero el camino por el arroyo del Pisón en busca de sus molinos se inicia por la orilla derecha, sin necesidad de pasar al otro lado. Sí toca abandonar la señalización blanquirroja del GR.14 para seguir ahora la verdiblanca del sendero local que lleva de regreso hasta Cozcurrita por la rivera y sus molinos. Se contonea así Fariza hasta acabar de nuevo junto al arroyo justo a la altura del molino del Maestro.

Rivera abajo el sendero, que se pega al cauce del arroyo, va enlazando ruinas y muelas rotas hasta alcanzar un primer puente de lajas –que no se cruza-, cerca de una arriscada poza. Un poco más adelante, a unos dos kilómetros del puente medieval de Fariza, se alcanza el puente del Puerto, uno de los ejemplos más contundentes de puente tradicional sayagués, construido con doble paso de lajas.
Del otro lado del puente se abre una bifurcación que lleva, por la izquierda hasta la pista asfaltada de la ermita –en 400 metros- y girando por ella a la derecha, en otros 300 hasta la ermita de la Virgen del Castillo, corazón espiritual de la comarca. Desde la ermita la señalización lleva en 400 metros más hasta el mirador de Las Barrancas, con unas bellas vistas de los cañones del Duero.

Para continuar hasta Cozcurrita hay que regresar hasta el puente del Puerto y seguir por la orilla izquierda del Pisón. Aguarda aún la sorpresa de contemplar, del otro lado, en la confluencia del arroyo Mimbrero y en lo alto de un cantil, los restos del batán de la Ramona.
El sendero cruza a sus pies la rivera e inicia la subida hasta Cozcurrita, donde se entra a la altura de su coqueta iglesia de aires románicos y el moral centenario que ejerce, en esta zona, de totémico árbol sagrado. El círculo se ha cerrado.

FICHA TÉCNICA
2 horas / 8 km / circular. Tipo de recorrido: Circular.


Señalización: El paseo acompaña las señales del GR.14 hasta Fariza y después las verdes y blancas del sendero que sigue el arroyo del Pisón y sus molinos de regreso a Cozcurrita. Inicio: El paseo arranca de la localidad de Cozcurrita.
Longitud: Si se cuenta con tiempo es recomendable desviarse hasta la ermita de la Virgen del Castillo y el mirador de Las Barrancas. La distancia total es así de unos 8 kilómetros que pueden hacerse en unas dos horas largas. Sin acercarse a la ermita se recorren unos 7 kilómetros que pueden hacerse en una hora y media.
Duración: Unas 2 horas. Tipo de camino: Pistas y caminos. Desnivel: 215 m. Dificultad: Fácil con varios repechos importantes.
Cómo llegar: Cozcurrita está a 56 km de Zamora. Se llega por la N-527 hacia Bermillo de Sayago y luego la ZA-304 hacia Fariza.
Época recomendable: Cualquiera. Con lluvia la superficie rocosa de algunos tramos del camino puede estar resbaladiza.
Más información: Ayuntamiento de Fariza, tel. 980 61 78 81. Casa del Parque, Convento de San Francisco de Fermoselle, tel. 980 61 33 84.
CUADERNO DE RUTA
EL ENEBRO. Este árbol duro y resistente donde los haya forma entre Cozcurrita y Fariza una mancha relicta a la que se asocia, además, un alto valor ornitológico, dada la gran variedad de avifauna a la que sirve de refugio. La madera dura, aromatizada por el perfume de sus resinas, fue aprovechada en el pasado para la elaboración de herramientas y elementos constructivos en los que la resistencia y pervivencia resultaban fundamentales.
LA VIRGEN DEL CASTILLO. Esta ermita, en alto, dominando un hermoso paisaje frente a los cortados y ubicada en el lugar que ocupara un antiguo asentamiento, es uno de los rincones sagrados de Los Arribes zamoranos. Hasta ella llegan varias romerías cada año. Aunque la más conocida y multitudinaria es la de Los Pendones o Los Viriatos, el primer domingo de junio, a la que acuden centenares de peregrinos, procedentes de los distintos pueblos de la comarca de Sayago, en una larga procesión caracterizada por la presencia de los enormes pendones que le dan nombre.

NATURALEZA. Este paseo discurre por el interior del Parque Natural Arribes del Duero, un territorio que presenta diferencias muy acusadas entre cortados y penillanura a la hora de evaluar humedad, temperatura, viento, insolación, heladas, etc. Así se explica que se vea vid, olivo o frutales compartiendo espacio con una flora más previsible: zarza y rosal silvestre, piorno, lavanda o enebro y encina. Respecto a la fauna, el catálogo se acerca a las 200 especies de vertebrados, siendo aves casi la mitad. Destacan aquellos casos cuya pervivencia exige una máxima protección: la escasísima cigüeña negra, el búho real o, entre los mamíferos, el lobo o la nutria. Todos ellos se suman a diversas especies de águilas, buitres, halcones y aves asociadas al agua. Y también a murciélagos, garduñas, jinetas, el muy abundante jabalí, y -reptando en los berrocales- el lagarto ocelado, la lagartija colirroja, o las culebras bastarda y de escalera.
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